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Monográfica

Vol. 6 Núm. 9 (2005)

Los indicadores como metodología de la investigación científica aplicada a la justicia

  • Reinaldo Botero Bedoya
DOI
https://doi.org/10.18272/iu.v6i9.624
Enviado
agosto 25, 2016
Publicado
2005-10-01

Resumen

Los mecanismos de control institucionales o no institucionales son de la esencia de la democracia representativa, participativa e incluyente. La democracia, por su carácter complejo, necesita para fortalecerse de mecanismos de control internos y externos al ejercicio del poder para poder evaluar, revisar y cambiar, si fuere necesario, el comportamiento de sus instituciones, de su sistema de gobierno, del sistema jurídico o de las políticas globales o sectoriales. Es decir, al modelo democrático le interesa la existencia de mecanismos de veeduría, control político y social y una contraloría pública que garantice la trasparencia del ejercicio del poder político.

Por el contrario, los modelos de gobierno despóticos o autoritarios rechazan los mecanismos de control, ya que son sistemas de gobierno simples que no requieren vigilancias, sino mecanismos de ocultamiento, medidas de seguridad para guardar los secretos del poder. El poder, bajo estas circunstancias, se oculta y tiende a privatizar lo público, lo que debería ser público se vuelve un secreto y se mimetiza cada espacio, cada ejercicio de las funciones públicas.

Los Estados contemporáneos, a partir del surgimiento de los parlamentos y congresos nacionales y más adelante con la creación de instituciones especiales de control interno, han ido fortaleciendo cada vez más los mecanismos de vigilancia, veeduría y control, interno y externo, de las funciones públicas. En un largo y hasta trágico desarrollo de la historia del poder, finalmente se entendió que era necesario revelar sus secretos a partir de experiencias políticas pluralistas, en las que el régimen político se vea obligado a respetar las disidencias, las críticas y la oposición a los gobernantes y sus políticas.

Sólo bajo esas reglas en la democracia actual, cualquier mecanismo de control puede funcionar, inclusive en beneficio del propio poder, pues la existencia de unos sólidos y bien garantizados mecanismos de control hacen que también el propio Estado y sus gobiernos dinamicen la política y le den sentido a lo público, legitimando sus actuaciones.

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