Hace frío. Es un día lluvioso. El cielo ha bajado como si pretendiera ahogar a la tierra. Gotas sin esperanza caen desoladamente gruesas. La pequeña cafetería de la Universidad está repleta. Los vidrios empañados. Voces alrededor: Un café y un brownie, por favor, A mí me da un sánduche, ¿Cuánto cuesta un jugo?, Una botella de agua, porfa. He ahí los alimentos que aplacarán el hambre de la primera hora. Hay quienes bien despiertos y mal sentados apuran su desayuno con un cigarrillo que humea a dueto con el café caliente. El cigarrillo en el cenicero, el café en la tasa. En el fondo del local, al lado de la ventana, sobre una estrecha y pesada mesa, algunos estudiantes han madrugado a discutir acaloradamente. Por una noticia de periódico.