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Entre tu dedo y mi boca: biografía sexual de un umbral pedagógico
Resumen
Un ensayo poético que busca convertir en escritura la performance sexo (en) público, mediante su composición como experiencia del umbral. Un umbral pedagógico que buscó desbordar y redistribuir, trastocar y desdibujar los contornos del cuerpo, del saber, de la intimidad, del museo, del erotismo, de la historia, de lo lésbico. «Entre tu dedo y mi boca. en la práctica fugitiva que sigue la fuerza de una insistencia de los «entre», auscultando sus anomalías creativas.
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Entre tu dedo y mi boca: biografía sexual de un umbral pedagógico
Sara Ahmed
Lauren Berlant
¿Será tu política de la intimidad la muerte lenta de nuestros nombres?
¿Cómo escribir un sexo con las cicatrices del poder?
¿Quiénes somos hoy aquí viendo la memoria de un sexo siempre convocado a callar su gemido?
¿Será la intimidad el privilegio de arrojar un deseo al hueco de lo que no importa?
¿Decir tu intimidad es decir nuestra violencia con un idioma que nos vuelve indeseables en los sueños de la patria?
Traer una performance del año 2019 en un museo provincial de la ciudad de La Plata es acercar una experiencia situada en relación con el trabajo artístico, educativo y político que hace de las sexualidades, los cuerpos, los deseos, no un tema «sobre» el que hablar, sino preguntas desde las cuales desarticular la normalidad sexo-genérica, gestos desde los cuales desarmar la heterosexualización de la institución de la intimidad. Si la intimidad crea mundos (Berlant, 2020), sexo (en) publico buscó colectivizar mi propia intimidad en escenas de dramas y placeres, para hacer reverberar su inestabilidad lingüística e intentar componer una instancia de desapego a la división público/privado que organizan los sistemas de poder. Fue mi primera performance en un museo1 y la última hasta el momento. Las condicionesinstitucionales eran totalmente precarias debido a una política de desfinanciamien- to estatal. La mitad de las luces estaban quemadas, el proyector estaba atado con un trapo, no tenían internet, por lo que sus trabajadoras se arrimaban a una de las paredes lindantes con un hotel para recibir la señal de wifi. Realizar una acción en el museo fue una invitación del Laboratorio Audiovisual sin saber muy bien a qué me dedicaba yo; así que propuse esta performance que me llevó casi seis meses de elaboración, como una forma de interrupción de la comodidad hegemónica que satura las escenas de intimidad con el campo de las terapias, introduciendo algo de esas intimidades menores, como las llama Berlant, esas miradas, gestos, encuen-tros, colaboraciones o fantasías que no tienen canon.
Entre esas imágenes hay unos dedos y una boca y unas relaciones que me inte- resa interrogar. Es habitual «meter el dedo» en algún lado. Meterse el dedo en la boca cuando niñx. Meter el dedo en la llaga. Meter el dedo en el culo. Meter el dedo en la tierra. Meter el dedo en la nariz. Meter el dedo en la historia. Meter el dedo en el enchufe. Meter el dedo en el clítoris. Meter el dedo en la concha. Pero más que meter el dedo, aquí se trataba de meter mi boca en tu dedo. Alterar la dirección de la acción. Alterar las relaciones entre un dedo ajeno y mi propia boca. Meter mi boca lesbiana en tu dedo, ¿un acto de lesbianización?, ¿un acto de des-heterosexualización o des-normalización cuando ese dedo tiene una alianza matrimonial, o cuando desea tenerla?
Meter mi boca en tu dedo, ¿una experiencia háptica de una pedagogía queer de la sexualidad?, ¿un pasaje temporal entre mis retazos biográficos del pasado y el futu- ro imaginado como placer?, ¿un encuentro visceral entre mi pasado y tu presente, a través de un gesto táctil que roza algunos textos de mi archivo somático, amoroso, educativo, sexual?
Meter mi boca en tu dedo, ¿llenarte de preguntas sobre tu propio deseo de normali- dad?, ¿un guiño queerizante de ese dedo como modo subjuntivo de una pedagogía que se hace en la carne? Si el sexo lésbico a menudo comienza con los dedos, ¿tus dedos en mi boca se convierten en una especie de relojes conceptuales, donde tocar la dicha erótica es tan potencialmente colectivo como el trauma?
Meter mi boca en tu dedo, ¿un acto de escuchar las cicatrices históricas que habi- tan mi escritura torcida?, ¿es restaurar una materialidad erotizada a los intersticios y suturas imperfectas entre una práctica sexual, una práctica artística y una práctica pedagógica, en cuya urdimbre pulsante lo cuir no es el refugio del bien ni de unas identidades segmentadas, sino más bien una relación con el desorden?
Meter mi boca en tu dedo ¿es señalar «lo que podría haber sido» y «lo que aún podría ser» una práctica pedagógica de las sexualidades?, ¿es convidar una obse- sión por la escritura para producir conocimiento sexual a través de experiencias viscerales?, ¿es un acontecimiento de escritura pedagógica colectiva que hace del erotismo la sustancia pegajosa de todo (no)saber?
Meter mi boca en tu dedo, ¿cómo se siente hoy ese acto, después de dos años de distanciamiento social, de vigilancia higienista entre los cuerpos, de pánico al contagio, de intervención epidemiológica e intensificación del control social?, ¿qué superposición de imágenes de contagio, placer e impugnación atraviesan hoy nuestras propias bocas como escenarios táctiles de transacciones económicas, políticas y educativas?,
¿quiénes somos hoy aquí viendo la memoria de una performance cuando fuimos forzados a callar nuestros gemidos como política sexual de control sanitario?
Meter mi boca en tu dedo, ¿un acto de desaprendizaje como sentimiento táctil en el tiempo histórico y biográfico, que buscó desbaratar la narrativa normativa y escénica de la intimidad «como política nacional heterosexual racializada y su poder para administrar la vida, la violencia, el deseo y la muerte»?
Figuras 1, 2, 3 y 4. Registro de la performance sexo (en) público. Valeria González, 2019.
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En las paredes del museo estaba expuesta cierta documentación personal:
*un mail amoroso de una expareja
*una foto mía a los tres años y medio, casi recién llegada a Neuquén
*una nota de la directora de la última escuela donde trabajé, visibilizando la persecución ideológica que ejerció sin pudor alguno, informando mis movimientos al supervisor
*una nota del Consejo Provincial de Educación de Neuquén (CPE) en la que me rechazaban el pedido de no cómputo de inasistencias para asistir al Congreso de historia de las mujeres y estudios de género, con el trabajo «El armario de la maestra tortillera. Políticas corporales y sexuales en la enseñanza», porque «la temática abor- dada no está comprendida dentro de los lineamientos pedagógicos establecidos por el CPE y no son pertinentes a las actividades de índole cultural, científica y educativa que contemplan desarrollarse en el ámbito educativo».
Las imágenes proyectadas sobre el cuerpo eran fotos y textos necrológicos de dos exnovias que fallecieron y que, por diferentes razones, no pude llorarlas en públi- co, hacer su duelo público.
En el audio se escuchaban las preguntas, algunos fragmentos de la intervención gráfica- textual queremos hablar de política, realizada con mi excompañera, parte del himno nacional argentino y una breve crónica radial de la represión en Arroyito en una protesta docente, el 4 de abril de 2007, en la cual la policía provincial asesinó al maestro Carlos Fuentealba, y en la que estuve presente con mis compañeras de escuela.
Las preguntas estaban escritas en el piso con lápiz labial, un material que tenía la suficiente humedad y grasitud para ser transferidas a la piel.
Una acción tramada con los restos de una historia personal como conjunto de escenas cotidianas que exponen la historia política de que «no hay nada más público que la intimidad».
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sexo (en) público fue una performance que se cultivó en el «entre» como experiencia del umbral: entre tiempos, entre escrituras, entre cuerpos, entre disciplinas, entre prácticas, entre sensibilidades. Umbrales de lo pensable, de lo vivible, de lo imaginable. Un umbral pedagógico que buscó desbordar y redistribuir, trastocar y desdibujar los contornos del cuerpo, del saber, de la intimidad, del museo, del erotismo, de la historia, de lo lésbico. Una invitación a «estar sobre el límite mismo», como dice Marie Bardet. «Habitar los umbrales puede ser moverse desde las membranas como límites relacionales de una corporeidad en contacto diseminado con el entorno, explorar los bordes entre lo artístico y lo social, vivir a caballo sobre las fronteras entre disciplinas» (Bardet, 2021, pp. 43-44). Podemos traducir, «lo personal es pedagógico».
¿Acaso cada profesora no realiza una performance todos los días en su trabajo educativo?, ¿cómo (des)aparece la sexualidad en esa acción?, ¿cómo se vincu- lan saberes, sexualidades, géneros, performance y práctica docente cuando se las piensa desde una lengua de las minúsculas?, ¿qué otras relaciones puede provocar entre cuerpos, saberes y placeres, una performance que se dice artística que se piensa pedagógica, que se imagina sexual, que toma la forma de un afecto?, ¿qué apuesta micropolítica se enciende en una práctica político-afectiva que intenta subvertir los modos de hacer/saber desde el cuerpo, y no desde una retórica expli- cativa?, ¿cómo teoriza una activista que se mueve como una performer inspirada por su historia como educadora y que va por los bordes de las instituciones?,
¿cómo una práctica artística (des)compone una práctica pedagógica?, ¿qué efectos políticos y somáticos aviva una performance como gesto que interrumpe los guio- nes de la normalidad educativa?
¿Qué relaciones de (des)conocimiento se desestabilizan al poner juntas la historia personal amorosa, educativa, infantil, en una escena háptica que colectiviza una intensidad afectiva?, ¿qué potencias futuras se pueden prefigurar en ese «junto a» que prueban lascivamente otras estéticas del conocimiento, que interfieren las ar- queologías narrativas de los placeres?, ¿cómo interpelan los protocolos del saber legitimado del orden académico y su zona blindada de comodidad sin preguntas acerca del propio cuerpo y la sexualidad?
¿Cómo los cruces entre prácticas pedagógicas y prácticas artísticas provocan indisciplinas creativas en los campos de las sexualidades, los géneros y los cuerpos?
¿Cómo la escritura, que es una práctica pedagógica que vuelve (in)inteligible los cuerpos y deseos, se impregna de los modos de hacer del arte, vinculados con la provocación, el conflicto, la perturbación?
Meter mi boca en tu dedo. Sin ningún saber especializado sobre performance. Pura intuición e intensidad.
Meter mi boca en tu dedo. Un deseo de hacer cuerpo colectivo y habitar la acción política de forma poética.
Meter mi boca en tu dedo. Vergüenza, asco, repulsión, deseo, excitación.
Meter mi boca en tu dedo. Una gestualidad minúscula y obscena. Un ritual de poder y erotismo.
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¿Cómo las prácticas pedagógicas pueden pensarse a sí mismas como prácticas artísticas haciendo del aula una anomalía creativa, en tanto experiencia queerizante por su fuerza de extrañamiento que interrumpe los procesos de normalización?
El texto de difusión de la performance terminaba con tres preguntas: «¿Cuáles son los tipos de sexo que se privatizan bajo el control heteronormativo? ¿Qué sexo pue- de ocupar el espacio público sin que implique estigma y persecución? ¿Puede una performance ser una práctica pedagógica que conmine a declinar los privilegios de la heterosexualidad como política de la intimidad?».
Hacía un tiempo que venía ensayando la realización de performances en espacios educativos, una práctica cuyo sentido está amarrado al ámbito artístico, que permite dislocar y astillar los vocabularios más sedimentados en torno al aprendizaje, el lugar del cuerpo, del docente, del saber. Estos espacios de formación buscaban experimentar otras formas de compartir y producir conocimientos, otras maneras de pensar colectivamente, interviniendo no solo a nivel de los contenidos abordados, sino también a nivel de los dispositivos pedagógicos que proponía. Las dinámicas de trabajo y las relaciones que este tipo de intervención corporal provocan en los sujetos entre sí, y entre estos y los saberes puestos en juego, sugieren un desaprendizaje que desarticula los guiones escolares preestablecidos y sus marcos de legibilidad. Supone otra temporalidad también, disociada del ímpetu productivista de la lógica escolar.
Una práctica performática que hace de la promiscuidad entre la práctica educativa y la práctica artística, los umbrales de variación para el desgobierno de la sensibilidad. Afectos pensantes en estado de pregunta que transforman y transgreden los límites entre las corporalidades, la educación y el arte al descomponer sus identidades disciplinarias y activar su potencia de conexión.
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Lo cuir entonces es un modo de (des)hacer, una operación política, una metodología de afectación, una poética de intervención, que se mueve ambigua y con- tradictoriamente entre la identidad y la des-identidad. No se trata de la inclusión representacional de identidades LGTTTBIQNB+, ni de diversidad, ni tolerancia, ni integración. Supone más la experimentación reflexiva para el diseño de formas diferenciales de producción de conocimiento que la programación normativa bajo la ya conocida lógica disciplinar, que destituye las tramas más complejas y discordantes de la intervención educativa que busca pacificar e higienizar los conflictos producidos por el propio (des)conocimiento de los cuerpos y géneros.
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Meter mi boca en tu dedo. Toda escritura es una performance textual y sexual. Hacer colapsar el léxico de escritorio que aplasta las fugas creativas, para que las escrituras de lxs educadorxs no queden apresadas por los formatos educativos de lo previsible, lo calculable, lo estable, lo fijo, lo controlable.
Práctica de escritura como espacio de experimentación, no como representación, ni como instrumento para comunicar. No es ilustración del pensamiento, justamente es pensamiento mismo, una práctica somática que se hace estriando la carne de las palabras para que estallen las imágenes en su multiplicidad compositiva.
Meter mi boca en tu dedo. Las políticas de conocimiento son disputas por las palabras, por modos de escribir que son modos de pensar. Intervenir en las prácticas del lenguaje es afectar la forma en que se organiza el poder. Jugar con las palabras es abandonar el afán de explicación y representación, es entregarse a su escucha, a sentir la respiración que pide el texto, y eso se hace mutando la sensibilidad poética con que percibimos el mundo. Y perdiendo un poco el control.
Solo se tuerce la lengua y se humedecen los labios cuando nos sumergimos en sus grafemarios como misterios, no a ser develados ni descifrados, sino como pistas de modos de (des)organizar nuestras poéticas. Porque los gestos de lectura instauran imágenes de escritura.
Para romper con el consenso del miedo y la obediencia, hay que romper los pactos de escritura y escucha. Para promover la creatividad sexual y erótica, y mantener un horizonte abierto de posibilidades y deseabilidades que amplíe y multiplique los imaginarios disponibles, hay que romper las relaciones de obligatoriedad entre las palabras y las identidades. Para meter mi boca en tu dedo hay que romper los pactos sensibles de la asepsia epistemológica y el higienismo escritural. Hay que romper los pactos de la imaginación domesticada por la corrección política, el buenismo feminista, y la lógica de lo limpio y lo puro que laten en las instituciones educativas.
Meter mi boca en tu dedo, porque aprendí que saber es estremecer. post(s)
Notas
1 Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti, de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires. El texto de presentación y difusión de la acción realizada el 4 de julio de 2019 se puede leer en: http://escritoshereticos. blogspot.com
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