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Proyecto Taniuki (nuestra lengua): Investigación Activa Participativa Basada en la Comunidad para la revitalización de la lengua
post(s)
Universidad San Francisco de Quito, Ecuador
ISSN: 1390-9797
ISSN-e: 2631-2670
Periodicidad: Anual
vol. 9, 2023
Recepción: 28 Junio 2023
Aprobación: 05 Julio 2023
Autor de correspondencia: cyndy.garcia-weyandt@kzoo.edu
Cómo citar: García-Weyandt, C. (2023). Proyecto Taniuki (nuestra lengua): Investigación Activa Participativa Basada en la Comunidad para la revitalización de la lengua (Trad. Bernarda Troccoli). En post(s), volumen 9 (pp. -0). Quito: USFQ PRESS.
Intersubjetivo y autonarrativo: investigación desde el corazón
En la mayoría de investigaciones entre familias wixárika, los temas de la parafernalia, mitos, narraciones, ceremonias, peregrinaciones y prácticas artísticas prevalecen en muchos libros y artículos (Furst, 1968; Lumholtz, 1900; Myerhoff, 1974; Neurath, 2013; Schaefer, 2002; Zingg, 2004). Otros temas como migración, educación, revitalización de la lengua, minería y derechos sobre la tierra se han convertido en áreas de estudio relevantes entre las familias wixárika (Liffman, 2011; Pacheco Ladrón de Guevara, 2010; Santos y Carrillo de la Cruz, 2012; Schaefer, 2015; Weigand, 1981). Durante mis estudios de doctorado, mi investigación integró la literatura wixárika en temas relacionados tanto con la lengua como con las prácticas agrícolas desde una perspectiva ontológica. En 2012 utilicé métodos etnográficos de campo para comenzar a documentar el crecimiento de Nuestra Madre Maíz (Maíz Nativo). Sin embargo, a medida que avanzaba en mi investigación y mis estudios, me cuestionaba mi papel dentro de la comunidad y mi propia identidad como madre y como estudiante de doctorado. En consecuencia, mi contribución al conocimiento de la Investigación de Acción Participativa Basada en la Comunidad (IAPBC)1. surge de estas experiencias, al ser consciente de mi cuerpo y de las intersecciones entre mi cuerpo y los cuerpos de otros.
Aunque no nací dentro de la comunidad Wixárika, durante estos años junto a ellos hice parentesco con la familia Rivera mediante el compadrazgo (apadrinamiento o coparentalidad). Soy una inmigrante oaxaqueña de tercera generación de San Juan Sayultepec, Nochixtlán, que nació en Mazatlán y creció en El Tablón 1, en el estado de Sinaloa. Cuando terminé la escuela secundaria, mis padres emigraron «ilegalmente» a Estados Unidos —por segunda vez— a una ciudad llamada Pico Rivera, en California. En Pico Rivera, aprendí sobre mi propia identidad como inmigrante, indocumentada, ciudadana mexicana con ascendencia multiétnica (parte mestiza, parte indígena) de origen oaxaqueño. Cuando empecé a estudiar antropología lingüística en la Universidad de California, en Los Ángeles, el Dr. Felipe H. López, mi profesor de zapoteco, mentor y referente, me alentó a perseguir la investigación de primera mano y continuar mi formación en la escuela de posgrado. En Los Ángeles colaboré con comunidades de migrantes zapotecas en Santa Mónica, para entender cómo las comunidades indígenas mantienen su identidad utilizando la lengua como herramienta. Mi interés en comprender cómo los migrantes oaxaqueños tienden a realizar intercambios y adaptaciones culturales para coexistir con otras comunidades, así como mis propias experiencias como mujer migrante, me llevaron a continuar trabajando con comunidades de migrantes en México. En mi último año de licenciatura, tomé un curso con el Dr. David Delgado Shorter, de quien aprendí la importancia de los métodos de campo, a hacer investigación en comunidades vulnerables y la ética de la investigación. Y lo que es más importante, discutimos críticamente la responsabilidad de realizar investigaciones recíprocas entre las comunidades indígenas para evitar las prácticas extractivistas. Realmente acogí la «metodología fronteriza», un método de aprendizaje «con» mi comunidad de estudio en prácticas de investigación colaborativa (Shorter, 2021). Una vez que pude viajar al extranjero, fui a México a reconectarme con mi familia y comencé mi investigación informal.
Decidí entrar al programa de doctorado en Cultura y Performance de la Universidad de California, en Los Ángeles. Mi propuesta inicial fue colaborar con familias wixárika emigrantes para entender los procesos de asimilación e identidad. En un evento intercultural en Tequepexpan, Nayarit, conocí a muchas mujeres wixárika y fui invitada a la comunidad Y+rata. La familia Rivera, en particular, me enseñó cómo las madres de familia son responsables de mantener viva la identidad wixárika, ya que muchos miembros viven en ciudades y ranchos cerca de personas mestizas. Tras terminar mi tesis de maestría, decidí estudiar filosofía wixárika y comprender el papel de Nuestra Madre Maíz (Maíz Nativo) en la preservación de la identidad wixárika. En mi tesis doctoral, investigué el papel de Nuestra Madre Maíz (Maíz Nativo) en prácticas curativas. Colaboré con familias wixárika urbanas de tercera generación para aprender cómo mantienen los vínculos con los antepasados a través de prácticas encarnadas. De mi participación en la investigación, junté esfuerzos con activistas de la lengua y hablantes nativos de wixárika para revitalizar la lengua originaria. Incluso cofundé el Proyecto Taniuki (nuestra lengua), que surgió de los esfuerzos colaborativos entre hablantes nativos y académicos con el objetivo de revitalizar la lengua dentro del contexto urbano. Para comprender cómo mis narrativas se conectaban con las experiencias de hablantes de la comunidad Wixárika, además, exploré temas relacionados con la lengua y las ideologías de la lengua.
Empecé mis clases no oficiales de lengua con mi madrina, Rosalía Lemus de la Rosa. Nuestra conexión familiar creció a lo largo de varios años y, con el tiempo, Rosalía me llamó Zitaima Yuawima, o «Tierno Maíz Azul». Ella me enseñó a hablar con Nuestra Madre Maíz y a entender los mensajes de los nombres personales wixárika. A ella, sus hijas y nietas les debo gran parte del conocimiento que he recibido sobre la cosmovisión wixárika. Les agradezco por enseñarme nuevas palabras en wixárika, y aprecio lo acogida que me sentí en la comunidad. Gracias a ellas, comencé a trabajar con los niños de allí: cuando ellas trabajaban en la cocina preparando la comida o haciendo arte wixárika en el patio, yo mantenía a los niños entretenidos con proyectos artísticos y música. Mi participación activa dentro de la comunidad surgió de los principios de reciprocidad y de cómo la familia los reforzaba conmigo cada día, haciéndome responsable y consciente de mi posición en la comunidad.
Como madre e investigadora en el campo, asumí la acogida de la comunidad como una oportunidad para aprender sobre mi nuevo rol como mamá. Había viajado al campo por primera vez, y fue allí donde me di cuenta de mi embarazo. Al año siguiente, las mujeres de esta comunidad me invitaron a visitarlas nuevamente para convertirme en comadre o madrina. Más tarde, le pedí a mi comadre Felipa Rivera que fuera la madrina de mi hija recién nacida. Mediante este intercambio de respeto y responsabilidad mutuos, nos convertimos en familia con múltiples roles: (1) aprender a ser madre dentro de los paradigmas wixárika, (2) cuidar varios niños dentro de la familia en mi papel de comadre, y (3) utilizar mi papel de investigadora y estudiante de doctorado en Estados Unidos para convertirme activamente en una aliada.
Cuando empecé formalmente a aprender wixárika con mi mentora y maestra, Tutupika Carrillo de la Cruz, enseñé a los niños en Y+rata a cantar en wixárika y a hacer dibujos de Nuestra Madre Maíz. A partir de esas experiencias en Y+rata, amplié mi participación con otras comunidades wixárika ofreciendo talleres y cursos de verano, como en Zitakua, al servicio de niños indígenas de Tepic. Comencé con talleres de pintura acrílica y acuarela, aplicando color y algunos conceptos en wixárika. Después formulé un plan de estudios enfocado en algunos conocimientos de cultivo —que abarcaba temas tan variados como la siembra y los cultivos tradicionales en la comunidad, las artes tradicionales, y la producción de piezas artísticas utilizando técnicas tradicionales y contemporáneas— con la ayuda de muchos amigos de la comunidad Wixárika. Mano a mano, realicé todas estas actividades con mi hija y los niños de las familias wixárika de tercera generación.
Desde 2016 el equipo de Taniuki estuvo al servicio de los niños y jóvenes indígenas de Zitakua, una comunidad de aproximadamente 479 habitantes (Carrillo de la Cruz, 2016). En 2018, Dagoberto Robles González me ayudó a organizar el primer curso de lengua y arte en wixárika. En el Taniuki, por cuenta propia me convertí en estudiante, profesora y coordinadora del programa. Organicé cursos y ofrecí talleres que ayudan a nuestros estudiantes a comprender el valor y la importancia de las lenguas indígenas de México. En el proyecto Taniuki, impartí talleres de poesía donde los alumnos exploraron cuestiones de identidad indígena, urbanidad y cultivo de semillas nativas. También impartí talleres enfatizando metodologías y prácticas indígenas encarnadas, privilegiando el conocimiento de las familias wixárika (por ejemplo, agricultura, reciprocidad, comida tradicional, danza, arte, ceremonia y más). Mientras participaba activamente en la revitalización de la lengua en la comunidad, seguía recopilando datos para mi investigación. A su vez, mi posicionamiento como investigadora se fusionó con mi identidad como profesora y activista, permitiéndome hablar con la gente sobre sus elecciones de lenguaje, sus prácticas agrícolas y sus prácticas cotidianas de una manera muy íntima.
Cuando me convertí en mamá, sentí la necesidad de enseñar a mi hija nuestra lengua ancestral para que pudiera relacionarse con nuestros antepasados. En mi familia, sin embargo, nadie hablaba nuestra lengua indígena debido a los procesos de colonización, es decir, ideologías de la lengua, migración, diáspora, borrado de los cuerpos indígenas y otros factores. Pero con la familia Rivera, mi hija Ixchel y yo hemos aprendido el valor de la lengua wixárika y el significado de las palabras clave que conectan a cada miembro de la familia con nuestros ancestros. Durante la ceremonia, escuchamos a los mayores hablar y cantar en wixárika. Del trabajo en Zitakua en el Proyecto Taniuki, he aprendido cómo apreciar cada pequeño esfuerzo en la revitalización de una lengua originaria. Mis experiencias personales me han permitido comprender críticamente cuestiones más grandes en cuanto a los esfuerzos de revitalización y recuperación de la lengua.
Cuando pienso en la importancia de las lenguas originarias, me enfoco en las conexiones entre los mayores y las generaciones más jóvenes. La tercera generación wixárika en Tepic está en el proceso de pérdida de sus medios para comunicarse con los mayores. Como Norman Denzin e Yvonna Lincoln (2008) describen, la investigación cualitativa indígena surge de un terreno político y moral. El uso de metodologías indígenas para la investigación requiere un fuerte componente de trabajo en justicia social. Mi vida y experiencias de vida me han permitido ver en persona cómo las comunidades indígenas mantienen formas de resistencia frente a los procesos de asimilación y colonización. Por lo tanto, apliqué la escritura autoetnográfica dentro de mi investigación para: (a) conectar mis historias pasadas, (b) ejemplificar las historias presentes de las familias wixárika, y (c) ver el futuro de las comunidades indígenas en cuanto a esfuerzos de revitalización de la lengua (Denzin, 2006). Mis métodos de investigación dentro de mi IAPBC proporcionaron la plataforma para actuar con respecto a los sentimientos negativos sobre el uso de la lengua indígena y las ideologías de lenguaje reversible, a la vez que aportaban una política lingüística inclusiva a las conversaciones con las autoridades locales.
Lecciones de la Investigación de Acción Participativa Basada en la Comunidad
Por mucho, la lección más significativa de mi Investigación de Acción Participativa Basada en la Comunidad fue tomar conciencia de las narrativas personales y del lugar que ocupo en el campo. En este caso, mi narrativa personal estaba interconectada con la pérdida de la lengua. Usar métodos autoetnográficos mientras realizaba la IAPBC me permitió reflexionar sobre mi papel cómplice en relación con las lenguas indígenas y su eliminación. El proyecto me permitió enmendar y ayudar con pequeñas acciones a la revitalización de la lengua de una comunidad. Este proyecto se ha convertido en algo más que una fuente de datos para mi investigación: es nuestro medio para empoderar a las nuevas generaciones de niños indígenas en el contexto urbano; se ha convertido en una forma de descolonizar mis ideologías lingüísticas y de concebir el bilingüismo como una fortaleza en la sociedad mexicana.
Como estudiante de licenciatura, me volví muy consciente de la lengua y de las políticas de la lengua en Estados Unidos. Tomé cursos y aprendí sobre los esfuerzos de académicos y estudios sobre la dinámica de aprendizaje y enseñanza de una segunda lengua (Rossell y Baker, 1996). Para las familias bilingües, el prestigio de aprender una lengua dominante motiva a los hablantes de la familia a abandonar su lengua originaria. Las ideas que subyacen las preferencias del lenguaje o «ideologías de la lengua» impiden o favorecen que los hablantes aprendan o enseñen una lengua originaria. Algunos hablantes mantienen ideologías de la lengua estrictas y, por lo tanto, mantienen prácticas lingüísticas vivas (Kroskrity, 2010). En las comunidades indígenas, esta dicotomía de aprender/enseñar una lengua indígena ha sido una estrategia de los colonizadores para imponer la cultura dominante. A inicios de la época colonial, los misioneros aprendieron las lenguas indígenas para colonizar las comunidades. En tiempos más actuales, el Estado mexicano ha impuesto un currículo monolingüe en la educación de los niños indígenas. Así, las familias indígenas se ven obligadas a mantener prácticas lingüísticas monolingües que, en consecuencia, desplazan las lenguas indígenas de los modos de comunicación primarios y ancestrales. Para los hablantes de wixárika en el contexto urbano, hablar una lingua franca aumenta la posibilidad de conseguir mejores empleos. En consecuencia, el prestigio de las lenguas minoritarias u originarias disminuye en los contextos urbanos.
Para las comunidades indígenas migrantes en las ciudades, el paso del bilingüismo al monolingüismo aumenta a medida que muchos niños asisten a escuelas con planes de estudios monolingües. Sin embargo, las comunidades indígenas aprenden y enseñan su lengua originaria porque entienden que es el epítome de la supervivencia cultural. Enseñar una lengua indígena es un acto doloroso debido a la historia de colonización y eliminación de las formas indígenas de ser y existir. Las prácticas del lenguaje están estrechamente ligadas a la formación de la identidad: uno habla la cultura de sus antepasados, interactúa y se relaciona con los demás mediante códigos de comunicación similares, y entiende y transmite la cultura mediante el uso de la lengua. Muchas comunidades indígenas utilizan prácticas verbales para resistir a las estructuras hegemónicas de poder, haciendo de la revitalización de la lengua una herramienta de resistencia (McCarty, Zepeda y Romero, 2006). En la comunidad wixárika, la lengua es un componente clave de la identidad indígena. Quienes hablan wixárika pueden comunicarse con los antepasados y mantener formas tradicionales de ser y existir. Reconocer las ventajas de hablar una lengua originaria en el contexto urbano ha sido un reto importante para los esfuerzos de revitalización de la lengua en Tepic.
A pesar de la diversidad de idiomas del estado de Nayarit, la mayoría de los habitantes de las ciudades hablan español como lingua franca. En el estado de Nayarit coexisten cuatro comunidades indígenas: Naàyari, Mexikan, O’dam y Wixárika. En el municipio de Tepic, alrededor del 16,97 por ciento de la población, es decir, 66.466 personas, son hablantes de alguna lengua indígena2. Actualmente en la ciudad de Tepic, aproximadamente 479 habitantes pertenecen a la etnia Wixárika en el barrio de Zitakua. Sin embargo, la población de hablantes de wixárika en Zitakua se limita únicamente a adultos y personas de la tercera edad (Carrillo de la Cruz, 2016). Esto significa que los jóvenes y niños no utilizan su lengua materna para comunicarse en espacios públicos. El estatus de la lengua originaria en Tepic está en peligro de desaparecer. Carrillo de la Cruz (2016) estima que los niños y jóvenes de tres a veinte años tienen un nivel muy bajo en la lengua wixárika.
Para las comunidades migrantes wixárika de tercera generación del estado de Nayarit, la lengua se ha convertido en una herramienta de mediación entre las fronteras permeables de la identidad. Hablar wixárika con fluidez en las fronteras de las comunidades indígenas rurales y urbanas significa tener conexiones con formas ancestrales de ser y existir. Para algunos hablantes, ser bilingüe español y wixárika dentro de la ciudad significa que han optado por dejar atrás una vida tradicional. Estas ideas dividen a los hablantes e impiden que los miembros de la comunidad se identifiquen plenamente como parte de la comunidad de hablantes. Dentro de estos grupos, los niveles de habilidad cambian la dinámica entre los individuos a la hora de relacionarse con sus mayores, participar en las responsabilidades ceremoniales e incluso identificarse como miembros de la comunidad. En los barrios wixárika en Tepic, Nayarit, los hablantes han sido divididos por generaciones, lo que ha provocado una enorme brecha de lenguaje entre la primera y la tercera generación de quienes hablan wixárika. Los hablantes bilingües utilizan selectivamente palabras clave (nombres, vocabulario e imperativos) para preservar su conocimiento cultural.
En mi investigación con hablantes de tercera generación, he encontrado cómo muchas familias mantienen lazos de identidad a pesar de sus distintos niveles de habilidad en la lengua. Sin embargo, muchos miembros mantienen el sentimiento de que los esfuerzos de revitalización son necesarios en el contexto urbano. Cuando pasé a ser candidata de doctorado, decidí mudarme a Tepic para continuar mi participación activa y escribir algunos capítulos de mi disertación en el campo. Trasladarme a Tepic fue, por mucho, la mejor decisión. Mi presencia constante me ayudó a establecer redes con muchos activistas de la lengua y miembros de la comunidad que buscan revitalizar el idioma wixárika en el contexto urbano.
Desde el inicio del Proyecto Taniuki, los objetivos han sido revitalizar, fortalecer y fomentar el uso de la lengua wixárika mediante talleres interactivos enfocados en las artes y la cultura de la comunidad wixárika en el contexto urbano. Con el tiempo, mi trabajo dentro de Taniuki pasó de las labores de revitalización a otras más personales, como los esfuerzos de reclamación y el trabajo de justicia social. La comunidad, especialmente las madres del barrio de Zitakua, han hecho grandes esfuerzos por reivindicar su lengua para enseñar a sus hijos la importancia de la identidad wixárika. Por ejemplo, en nuestra entrevista, Reyna —originaria de San Sebastián, una comunidad wixárika en el estado de Jalisco y que ahora vive en Tepic, Nayarit— comentó que mientras sus dos hijas han estado participando en el Proyecto Taniuki durante los últimos dos años, han adquirido un gran interés por aprender su lengua originaria. Aunque Reyna es bilingüe en wixárika y español, sus dos hijas solo hablan español. Gracias a la participación activa de las hijas de Reyna en el programa, han tenido curiosidad por aprender más sobre su cultura y tradiciones. Estas reivindicaciones de su lengua aportan prestigio y abren la posibilidad de revitalizar la lengua en el contexto urbano.
Los métodos del Proyecto Taniuki
El Proyecto Taniuki tiene actualmente una participación de entre quince y veinte estudiantes del barrio de Zitakua. Desde el otoño de 2018, todos los estudiantes participan en clases de lengua para aprender o aumentar sus habilidades. El equipo Taniuki utiliza métodos de aprendizaje basados en la inclusión y la educación intercultural y justa, con valor epistemológico dentro de la comunidad Wixárika de la comunidad Zitakua. Los profesores (Dagoberto, Odalys y yo) incorporamos métodos de aprendizaje que valoran la perspectiva de cada estudiante, así como técnicas donde cada quien contribuye en gran medida a su propia educación y producción de conocimiento del aula. Nosotros seguimos el modelo de Paulo Freire (2018) para descolonizar el aula utilizando los saberes ancestrales wixárika, que se alejan del «modelo bancario» en el que los educadores del lenguaje proporcionan vocabulario para memorizar. Motivamos a los estudiantes a (1) valorar el conocimiento que cada quien aporta al aula, (2) enseñar vocabulario a sus compañeros con actividades que favorezcan las artes. Participan en actividades donde cada uno es crítico de su posición como estudiante indígena y migrante, viviendo fuera de una comunidad tradicional.
Además, basándonos en el trabajo de Linda Tuhiwai Smith (2013), también empleamos una metodología descolonizadora en la que los estudiantes adquieren herramientas en el aula que ayudan a «regenerar» los conocimientos y prácticas ancestrales a través de la investigación. Con las metodologías wixárika, el currículo del Proyecto Taniuki abre espacios para que los miembros wixárika ofrezcan conocimiento a los estudiantes (por ejemplo, la oralidad como método de rescate de la lengua, el arte ancestral como historia, la recolección de datos sobre plantas y animales, y documentación interespecies). Finalmente, utilizamos los modelos presentes en Indigenous and Decolonizing Studies in Education, una antología editada por Linda Tuhiwai Smith, Eve Tuck y K. Wayne Yang (2018). Los autores proveen diferentes perspectivas sobre la educación indígena que fomenta el «cambio social con una política material específica de soberanía, tierra y relaciones indígenas». Tales perspectivas permiten a los educadores desarrollar un currículo que se adapte al modelo educativo wixárika y que tenga el efecto de cambio social para cada estudiante del programa (Tuhiwai Smith, 2013; Tuhiwai Smith, Tuck y Yang, 2018). Para que el Proyecto Taniuki tome el camino del cambio social; debemos crear espacios para regenerar conocimientos (talleres, libros artesanales, clases de idioma, entre otros) que provengan de la comunidad y refuercen las relaciones con parentesco interespecies.
Desde el inicio de esta investigación, estudiantes del proyecto han participado para diagnosticar e implementar acciones que fortalezcan la lengua wixárika. Por ejemplo, en el verano de 2017, los estudiantes realizaron encuestas a la comunidad para encontrar soluciones a la falta de lengua wixárika en los espacios comunales. De la misma manera, las acciones tienen carácter y valor epistemológico dentro de la comunidad Wixárika. Las lecciones que se implementan no solo transmiten el conocimiento de la lengua desde la perspectiva lingüística, sino también el uso cultural de la lengua desde la relevancia ontológica. Los alumnos, en su mayoría wixárika de tercera generación, aprenden primero el valor de la lengua estudiando gramática y vocabulario, y después la importancia de la oralidad cuando recopilan historias dentro de su propia familia. Estas historias son después escritas, transcritas y, a veces, traducidas al wixárika para hacer libros artesanales. Además, los estudiantes ponen en práctica sus habilidades artísticas y su conocimiento del arte ancestral. El grupo de estudiantes participa en cursos de verano para conocer sobre la lengua en su contexto, que incluye la siembra o cosecha de cultivos nativos. Para estos cursos se organiza una siembra colectiva con miembros de la comunidad. Los alumnos aprenden sobre la ciencia de Nuestra Madre Maíz y la importancia del Maíz Nativo para la subsistencia de las familias wixárika. Los miembros del grupo de estudiantes aprenden vocabulario de los conocimientos ecológicos tradicionales (CET).
Por último, el Proyecto Taniuki también promueve la creación de arte y literatura siguiendo la estética y normas artísticas wixárika. Para ello, los talleres de arte y poesía enfatizan en la importancia de la cosmovisión indígena en la creación de poemas y obras de arte. Los profesores motivan a los alumnos a utilizar técnicas más tradicionales para explorar las diferentes expresiones artísticas disponibles. Estas actividades fomentan el uso de la lengua y la documentación para mejorar la capacidad de los alumnos para hablarla.
Reflexiones sobre la Investigación de Acción Participativa Basada en la Comunidad
Aprender una lengua indígena puede ser una tarea desafiante, especialmente cuando las condiciones para promover dicho aprendizaje son escasas. Los educadores son cruciales al crear y desarrollar herramientas y estrategias de aprendizaje. Como estudiante de doctorado, identifiqué y perfeccioné mi propia manera de enseñarme a mí misma conceptos clave de la lengua. En general, he pasado muchos veranos rodeada de hablantes bilingües para aprender vocabulario. Aunque no domino el idioma, atribuyo mis habilidades para entender wixárika, y los conceptos clave en la filosofía wixárika, a mi interacción constante con hablantes bilingües.
Sin embargo, como educadora y estudiante de doctorado, disponía de presupuesto limitado para la producción de material pedagógico. En última instancia, el trabajo en colaboración como estudiante de doctorado me ha ayudado a abrir recursos ilimitados para continuar la IAPBC. El proyecto es autofinanciado e independiente de cualquier institución gubernamental. He utilizado mi beca de investigación tanto para financiar muchos proyectos comunitarios como para recopilar datos para mi estudio. Además, las campañas de recaudación de fondos encabezadas por educadores apoyan el Proyecto Taniuki. Esto se convierte en un factor importante —y también desafiante— porque con fondos independientes el proyecto se siente libre de la presión de ajustar el currículo del proyecto a las expectativas de la institución. Como un proyecto independiente, el equipo de Taniuki enseña de forma autónoma respecto al plan de estudios estándar impuesto por las instituciones mexicanas. Una contrapartida es que tenemos acceso muy limitado a recursos que pueden ser útiles para desarrollar materiales pedagógicos. Animo a otros estudiantes de doctorado que realizan investigaciones en lenguas indígenas a identificar otras organizaciones locales sin fines de lucro y trabajar de manera colaborativa para compartir recursos. En 2019, el equipo del Proyecto Taniuki se unió a la Red de Fortalecimiento de las Lenguas Indígenas en Nayarit (FOLINAY), donde muchas otras organizaciones sin fines de lucro y algunas instituciones colaboraron para armar una agenda que beneficie las lenguas indígenas de ese estado. Este trabajo colaborativo permitió al proyecto obtener financiamiento para crear material didáctico vital en el período escolar 2020.
En mi investigación, involucrarme en la planificación de todas estas actividades me permite comprender cómo cada participante concibe la interacción planta-humano a través de la tradición oral, el arte, la jardinería, el cultivo y el lenguaje. Llevar a cabo la IAPBC me da acceso a navegar por espacios dentro de mi comunidad de estudio desde la perspectiva de una aliada. Sin embargo, colaborar en el Proyecto Taniuki mientras realizaba investigación en la comunidad también ha implicado muchos desafíos, especialmente como mujer multiétnica (con herencia indígena y mestiza), madre, estudiante de doctorado y no hablante de la lengua. El primer reto al coordinar el programa fue conseguir el apoyo de la comunidad. Esto se logró gracias a la ayuda de mi mentora y maestra, Tutupika Carrillo de la Cruz, quien me acercó a la comunidad y confió en mí para ofrecer talleres en el Festival de Los Pueblos Originarios, en 2016. Desde entonces, he participado en distintos eventos culturales al servicio de los niños. Además, crear redes dentro de la comunidad, dejando muy claras mis intenciones (revitalizar la lengua, recopilar datos y servir a la comunidad de estudio), me ayudó a encontrar colaboradores no solo para el programa, sino también para mi investigación.
Una lección de mi IAPBC que puedo compartir con otros estudiantes de doctorado es la relevancia de prestar atención a la multiplicidad de voces en la comunidad de estudio. Los estudiantes de doctorado que busquen realizar una investigación en cualquier campo, deben considerar la polivocalidad. La colaboración con las comunidades emerge del entendimiento mutuo de los objetivos e intenciones desde múltiples perspectivas. No podría haber llevado a cabo mi investigación y mi colaboración en la comunidad Wixárika si hubiera impuesto o priorizado mi propia agenda de investigación. Soy muy consciente de que mi transparencia sobre mis intenciones me abrió muchas puertas y facilitó mi recopilación de datos con múltiples miembros.
Mi participación activa dentro de la comunidad surgió de mi compromiso de servir. Como estudiante universitaria e inmigrante de primera generación en Estados Unidos, comprendo el valor de servir y orientar a las comunidades desfavorecidas. Me beneficié enormemente de los voluntarios en mi escuela secundaria y universidad, que fueron modelos a seguir y me guiaron a lo largo de mi educación. Además, como ex alumna de McNair Research Scholars, un programa de formación en investigación comprometido con el cambio social, aprendí la importancia de utilizar el conocimiento y la investigación para convertirnos en agentes de justicia social. Gran parte del trabajo de revitalización en el Proyecto Taniuki surge de la idea de que crear espacios para hablar una lengua autóctona, al mismo tiempo que empodera, motiva a los hablantes a mantener su lengua originaria. Con mi investigación participativa, me he convertido en una aliada que contribuye a la autonomía y soberanía de mi comunidad de estudio. De la IAPBC he aprendido lecciones invaluables en la revitalización de la lengua, como la forma en que mis identidades en el campo me dan un acceso único a los espacios para facilitar el trabajo de la comunidad en la revitalización de la lengua.
Por lo tanto, al reconocer mi propia posición de privilegio, puedo utilizarla en beneficio del colectivo y no del individuo, desarrollando relaciones comunitarias saludables, disruptivas con la «investigación centrada en el daño» y que dejan de retratar a las comunidades indígenas como «rotas» (Tuck, 2009). Del mismo modo, reconocer mis privilegios me dio la posibilidad de utilizar mi capital material e inmaterial en beneficio de mi comunidad de estudio.
Además, mi investigación académica surgió de la investigación extractivista, especialmente siguiendo los métodos tradicionales de las ciencias sociales como antropóloga y etnógrafa de formación. Cuando decidí realizar una investigación entre los migrantes wixárika a las ciudades, abordé mi investigación con la comunidad de estudio desde un ángulo diferente. Aunque reconozco mi posición de privilegio —tengo doble nacionalidad estadounidense y mexicana, soy multilingüe y estudiante de doctorado—, llegué a aprender que mis recursos pueden ayudar y beneficiar a otros. Esto incluye mis recursos financieros y cómo decido distribuir mi estipendio mientras realizo la investigación (por ejemplo, comprando material o pagando a los profesores para los talleres), mis recursos humanos (por ejemplo, enseñando y utilizando mis habilidades en el campo), y mi capital de navegación como mujer transnacional (por ejemplo, la capacidad para contactar con instituciones nacionales e internacionales para realizar colaboraciones) (Yosso, 2005). Como persona no wixárika, siempre reconozco muy claramente el hecho de que, aunque mis características físicas apuntan a la pertenencia tribal, mi identidad étnica está imbricada con historias de migración del pasado y del presente. Soy producto de una familia destribalizada y migrante. A lo largo de los años, he cristalizado mi determinación de servir a comunidades con antecedentes similares a los míos. Aunque no hablo wixárika fluidamente, he perfeccionado habilidades que benefician a mis alumnos. Empleo constantemente mis conocimientos y los que he adquirido con mi educación para reforzar su aprendizaje. Utilizando mi propio «capital cultural», estas lecciones que aprendí en mi IAPBC me permitieron contribuir con mi comunidad de estudio, e incitaron a otros a ver su capital dentro de sus esquemas (Yosso, 2005). En mi investigación como estudiante de doctorado, serví a mi comunidad de estudio participando activamente en actividades para fomentar el cambio social.
En mi investigación, mi cuerpo se ha convertido en una herramienta para revelar las prácticas coloniales en México. Allí, soy un cuerpo moreno, cis, heterosexual, capacitado y de apariencia indígena con facultades lingüísticas. Mi cuerpo me ayuda a desafiar los estereotipos de las mujeres indígenas en México al marcar mi presencia en los espacios de la población dominante. Mi cuerpo en el campo se convierte en parte de mi recolección de datos. Aunque en el mundo académico mis profesores me habían entrenado para ser «objetiva», mi vida nunca está separada del campo de estudio ni de mi cuerpo (Behar, 1996). En consecuencia, me convierto en otro sujeto de la investigación, formo parte de mis estudios. Utilizo mis fronteras como cajas de herramientas para desentrañar los significados de identidad, etnia, raza, sexualidad, lenguaje y política (Shorter, 2021, p. 11). La interseccionalidad de mi cuerpo atraviesa las prácticas coloniales mexicanas mientras doy sentido a mi papel en el campo rompiendo estigmas, estereotipos e ideologías. Constantemente ocupo espacios donde soy la única mujer de color en la sala. En esta posición única, mis «corporalidades» forman parte en mi investigación para abogar por mi comunidad de estudio.
Por ejemplo, para ofrecer espacios de aprendizaje, el proyecto busca financiamiento constantemente. Colaboré activamente en el acceso a recursos solicitando oportunidades de financiación, asistiendo a reuniones con organizaciones sin fines de lucro y estableciendo redes (como equipo, solicitamos apoyos federales para traer recursos al programa y fortalecer el plan de estudios). Creé campañas de financiamiento e impulsé las donaciones para que los estudiantes tuvieran acceso a un mejor entorno de trabajo, materiales, comidas, asistencia y entretenimiento.
Asimismo, animé a otras mujeres a ocupar estos espacios invitándolas a participar y ofrecer sus habilidades en el programa. Un ejemplo es Odalys Marbella López de La Rosa, quien se unió al proyecto en 2019 como facilitadora de talleres de arte. Juntas, Odalys y yo estamos ahora reclutando a más mujeres para que participen y enseñen en nuestro proyecto. Así, un cuerpo moreno, cis, heterosexual, capacitado, de apariencia indígena con facultades lingüísticas escribe el sentido y el significado de realizar investigación como estudiante de doctorado de una universidad de prestigio. Mis experiencias corporales en los esfuerzos de revitalización de la lengua wixárika se convierten en conjuntos de datos para mostrar la importancia de las prácticas decoloniales y las metodologías indígenas en la investigación académica. Cuando sitúo mi cuerpo en el campo y reflexiono sobre cómo la gente habla de las opciones lingüísticas y toma constantemente decisiones con respecto a cómo usar el lenguaje y cuándo escoger determinadas lenguas, me permito aprender con los demás. La IAPBC me ha ayudado a comprender mejor las relaciones de poder desde el campo.
A lo largo de los años en el mundo académico, siempre he incorporado a mi familia como un aspecto central de mi investigación; mi hija y mi pareja forman parte de lo que hago. Ixchel, mi hija de cinco años, asiste a una escuela indígena bilingüe en Zitakua. Mientras ella iba al preescolar local, yo estaba muy involucrada en su educación y me conectaba con otras madres en torno a este tema. Comprendí el miedo de las madres wixárika a perder la lengua cuando las familias abandonaban sus tierras nativas para venir a la ciudad. Yo experimenté un sentimiento similar cuando me llevé a mi hija lejos de sus parientes en California. Las madres wixárika me describieron lo que sintieron al dejar atrás sus tierras natales en la Sierra para trabajar en la ciudad.
A partir de los retos que encontré mientras realizaba la investigación, comprendí que mi papel en la comunidad —especialmente trabajando con los niños— me demandaba abogar tanto por la revitalización de la lengua como por los esfuerzos de reclamación en la ciudad. Mi intención era facilitar los espacios para que los miembros de la comunidad ofrecieran su experticia, educar a los niños de la comunidad sobre la epistemología wixárika y promover el uso de la lengua en la ciudad. Las mujeres wixárika son la principal fuente de educación comunitaria hasta que los niños cumplen cinco años y entran en el sistema educativo mexicano. En este punto, las familias confían en los profesores, generalmente no indígenas ni wixárika, para que enseñen a sus hijos a convertirse en auténticos ciudadanos mexicanos. En el Proyecto Taniuki, mi función es reforzar la educación comunitaria junto con los esfuerzos de revitalización de la lengua. A través de mi IAPBC en la revitalización de la lengua, llegué a comprender la importancia de la educación basada en la comunidad, y la necesidad de combinar este conocimiento vital con el sistema educativo formal mexicano. Escuchar los valores de la gente fue, por mucho, la lección más valiosa.
Conclusión
En mi investigación, mi principal objetivo era comprender cómo las familias conciben a Nuestra Madre Maíz como un pariente a través del uso de la tradición oral, el arte, el cultivo, la cosecha y el lenguaje. Mi trabajo dentro del Taniuki me permitió recopilar datos para demostrar la importancia de las prácticas de cultivo y curación. Y lo que es más importante, mi IAPBC en Tepic me permitió pasar de los métodos tradicionales de investigación a métodos alternativos de recopilación. Con ellos, los «datos» se convirtieron en evidencias importantes para fomentar las prácticas lingüísticas inclusivas en México. Más que un proyecto para revitalizar una lengua, el Proyecto Taniuki es un lugar para empoderar estudiantes. Ellos utilizan el conocimiento de su lengua y su cultura para convertirse en líderes de su comunidad. Así, los participantes de Taniuki siguen en la senda de la revitalización en lugares alejados de sus tierras nativas, del trabajo por la justicia y la equidad sociales.
Como estudiante, profesora y coordinadora del programa, mi participación activa en el esfuerzo de la comunidad por revitalizar la lengua ha traído muchos desafíos, incluyendo las luchas por aprender una lengua indígena, crear material pedagógico y encontrar estrategias de aprendizaje para los niños y jóvenes de la comunidad. La revitalización de una lengua originaria en el contexto urbano es un trabajo laborioso que requiere de muchas personas involucradas en la creación, implementación y desarrollo de acciones que fortalezcan las prácticas lingüísticas de la comunidad. El equipo de Taniuki ha encontrado varios obstáculos en la revitalización de la lengua wixárika, el más significativo radica en la resistencia de la comunidad a aprender la lengua originaria. Algunos padres piensan erróneamente que aprender wixárika en la ciudad no tiene sentido ni valor. Para otros padres, sin embargo, aprender wixárika demuestra el valor étnico-cultural de una comunidad que sigue viva y expande sus raíces en el contexto urbano. En el aspecto académico, un obstáculo importante ha sido la creación de materiales pedagógicos que ayuden a los alumnos a aprender la lengua.
Desde mi trabajo de campo etnográfico y mi cambio a la autoetnografía en mis primeros años de trabajo de campo, he aprendido la importancia de mi posicionalidad. Mi presencia «objetiva» en el campo atravesó mi cuerpo, y mi investigación se volvió «subjetiva». Experimenté el dolor del trabajo duro y los sentimientos de las madres por la frustración de verse separadas de sus familias. Comprendo los sentimientos de no hablar su lengua materna y, al mismo tiempo, de luchar por dominar la lingua franca. He sentido la discriminación por parecer diferente, y he vivido en carne propia la negación de servicios por ser morena y mestiza. Todos esos «sentimientos» se convirtieron en evidencias que estimularon mi investigación para impulsar una agenda que priorice el uso de la lengua wixárika, invierta ideologías, y asuma la diversidad y la diversidad lingüística como un recurso valioso de la sociedad mexicana.
Mi IAPBC en Zitakua me mostró una nueva forma de hacer que mis estudios fueran útiles no solo para la comunidad académica, sino también para los miembros de la comunidad y los pensadores wixárika emergentes. Viví en Tepic casi dos años mientras escribía mi tesis. A finales de 2019, regresé para finalizar mi disertación en la UCLA. Me imaginaba escribiendo mis capítulos finales desde el sótano de la Biblioteca de Investigación Charles E. Young. Sin embargo, en marzo de 2020, tras cinco meses de estancia en Estados Unidos, la pandemia mundial de COVID-19 cambió nuestra realidad de forma irreversible. A pesar del encierro y de las órdenes de permanecer en casa, con el apoyo de mi familia, amigos y asesores, en junio de 2020 presenté mi tesis. Sin embargo, no he podido volver al terreno: sigo coordinando a distancia el Proyecto Taniuki. Con la ayuda del equipo del proyecto, estamos organizando talleres en línea abiertos al público. Los objetivos de los talleres son informar sobre la diversidad lingüística de México y las luchas de las comunidades indígenas en las ciudades, así como dar prestigio a las lenguas indígenas invirtiendo las ideologías lingüísticas y los sentimientos negativos con respecto a las lenguas indígenas y el monolingüismo.
Con mi IAPBC en Zitakua, en el Proyecto Taniuki, abrí espacios de diálogo entre hablantes de wixárika y de otras lenguas para reflexionar sobre los esfuerzos con que todos podemos aportar a la revitalización de una lengua. Sostengo el objetivo principal del proyecto: concienciar sobre el desplazamiento de la lengua wixárika entre los hablantes de tercera generación del barrio de Zitakua. Aunque mi investigación sigue evolucionando, en Taniuki siempre tengo presentes los orígenes del proyecto y cómo me involucré con la comunidad siguiendo en primer lugar los métodos tradicionales de investigación etnográfica.
A medida que me movía dentro del campo de estudio —y crear lazos de parentesco con la familia Rivera—, mis métodos cambiaron hacia enfoques más personales y con objetivos de cambio social. Sé que en el futuro seguiré atendiendo a los niños de la colonia Wixárika de Zitakua. Mi IAPBC en Tepic seguirá facilitando el espacio para el aprendizaje y la enseñanza de una lengua nativa como herramientas de empoderamiento, cambio y justicia social. Como inmigrante, mujer de origen multiétnico (en parte mestiza, en parte indígena), madre, y ahora doctora, mi conocimiento se compromete a garantizar que mi investigación sirva a mis comunidades, especialmente a los migrantes indígenas dedicados a los esfuerzos de revitalización de la lengua y que aspiran a la soberanía, los lazos con la tierra y las relaciones con los seres humanos y más allá. post(s)
Agradecimientos
Quisiera reconocer que escribí este artículo en las tierras Wixárika y Tongva. Agradezco profundamente la confianza de mi comunidad de estudio, especialmente la de la familia Rivera, de Y+rata. Un agradecimiento especial a los maestros Tutupika Carrillo de la Cruz, Dagoberto Robles González y Odalys Marbella López de La Rosa. Les agradezco por permitirme tomar sus clases de lengua y por presentarme a otros miembros de la comunidad. Quiero agradecer el apoyo del Comité de Acción Ciudadana en Zitakua por su hospitalidad y por permitirme realizar investigación y las actividades del Projecto Taniuki (Proyecto Nuestra Lengua) en La Casa de La Mujer de Zitakua. Por último, agradezco el apoyo del Dr. David Delgado Shorter a lo largo de mi programa doctoral. post(s)
Referencias
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Notas
Información adicional
Cómo citar: García-Weyandt, C. (2023). Proyecto
Taniuki (nuestra lengua): Investigación Activa Participativa Basada en la
Comunidad para la revitalización de la lengua (Trad. Bernarda Troccoli). En post(s),
volumen 9 (pp. -0). Quito: USFQ PRESS.