Río Quieto

¿Cuáles fueron los primeros sonidos que se escucharon en el planeta? En uno de los primeros capítulos de The Soundscape: Our Sonic Environment and the Tuning of the World, Murray Schafer responde sin temor a dudas: las voces del mar, las caricias de las aguas (1994, p. 15). El paisaje sonoro de las aguas se transforma según peróodos climáticos y zonas geográficas. Una gota de agua nunca suena igual a otra. Cada río tiene su propio canto. Y en la serie Río Quieto, Christian Proaño (Quito, 1978) vuelve los oídos al sonido del agua en flujo para encontrarse con el río y cantar junto a él. No es cualquier río. Es un río que atraviesa el bosque nublado y que pasa por su casa, en Mindo, a unos 80 km al noroeste de Quito.

En las obras de Christian Proaño, el sonido se entiende siempre desde una agencia política que atraviesa las relaciones sociales, desde las lecturas del espacio, los afectos, lo humano y lo no humano. Sus resoluciones pasan por el registro sonoro, pero también por la creación de elementos visuales que se extraen de su interpretación del sonido. La relación del arte con el sonido empieza a mapearse desde la publicación del manifiesto de Luigi Russolo, El arte de los ruidos (1913) y desde la década de los sesenta con los movimientos artísticos que desmaterializaron el arte y rechazaron la predominancia de lo visual y, como Suzanne Delehanty (1981) anota:

La entrada del sonido, escuchado como no escuchado, en las artes plásticas anunciaba un nuevo comienzo. En este comienzo estaban la palabra, la palabra hablada, el sonido ambiental, el ruido, la música y el silencio; todos permitieron a los artistas transformar las artes visuales en un nuevo y tercer ámbito. En este ámbito, compuesto en la mente del artista por una realidad física y una metafísica, las relaciones, que una vez fueron discretas y estáticas, entre el artista, el objeto artístico y el espectador comenzaron a temblar y resonar.... El sonido anunció que la experiencia humana, siempre cambiante en el tiempo y el espacio —la sustancia de la vida misma—, se había convertido tanto en el tema como en el objeto del arte.

La experiencia de Christian Proaño en Río Quieto permite reflexionar sobre las posibilidades de registro, la desmaterialización y el acontecimiento en las práctica sonoras. Las obras que se presentan muestran un trabajo que empieza con el registro del sonido del mar y el río, con la voz del artista, entrenado en canto armónico, cantándole al río. Los textos son extractos de pensamiento que detonan el proceso de creación y los discos de acrílico intervenidos, muestran la manera en que el artista utiliza el soporte de lo musical para grabar e intervenir. Trabaja con los registros de sus grabaciones, pero también dibuja ondas en Ilustrador y dibuja frecuencias audibles. Aunque no podamos escuchar, sus discos son audibles. El ruido en la obra de este artista tiene una condición matérica: lo coge, lo lleva, lo filtra, lo amplifica y con él, construye espacios. Son espacios inmersivos. En sus dibujos, hay frecuencias y silencios.

Desde su interés por el paisaje construido desde el sonido, Proaño explora las relaciones de los humanos con la naturaleza, las relaciones entre los cuerpos, la escucha, el sentido del sonido y el silencio. A continuación, las imágenes de Río Quieto acompañadas por reflexiones del artista sobre su proceso creativo.

Referencias bibliográficas

Delehanty, Suzanne
(1981) Soundings: An International Survey of Sound in the Plastic Arts. Purchase, New York: Neuberger Museum/State University of New York. Recuperado de: http://www.ubu.com/papers/delehanty.html

Schafer, Murray
(1994) The Soundscape: Our Sonic Environment and the Tuning of the World. Rochester: Destiny Books 

Me alejo de la noción de Heráclito que mete el pie en el río y el río pasa. Desde una visión budista, no veo el río como un flujo que pasa mientras yo estoy quieto, sino que yo soy el río, encarno el río. No hay separación entre él y yo. Así cambia la perspectiva en relación a la naturaleza misma.

Parto de la idea del río como el deseo. Río de deseo. Torrente. Sentir el torrente de emociones y pensar en qué significa eso para mí como cuerpo, como artista. Quise ser un río vibrante.

En el canto natural armónico se entiende al cuerpo como un cuerpo vibrante, la voz pone a vibrar al mundo. Entonces, en el proceso de ser río, estaba tratando de sentir al sonido no solo con el oído y el tacto, sino también ver las vibraciones visualmente.

Desde que empecé con el canto armónico he estado junto a los ríos y el mar, porque el canto y el río se van filtrando mutuamente. Se construye un canto que no existe en realidad, pero se materializa en las relaciones entre los dos y se va conversando con el río. El río responde. Tiene sus frecuencias y su canto.

Esta es una serie que hice a partir del sonido del mar. Grabé en la orilla y dibujé la onda en un espiral. Antes de entrar de lleno en el río, estaba explorando los lugares del agua, las fuentes del río. El mar es la primera gran fuente, el más inmersivo, pero la vida me fue llevando al río. El sonido del río es tan distinto al sonido del mar...

Esto es parte de la investigación del paisaje sonoro. He dejado de hacer tanto ruido y me he vuelto más acústico, más discreto, con sonidos más pequeños, intervenciones más mínimas. Mantengo mi noción de ruido como lugar de encuentro, lugar de relaciones sociales y de resolución de conflictos, pero he afinado la herramienta para trabajar en los disensos que me interesan.

Los dibujos son parte del proceso de investigación. En esta, busqué en Google Maps la parte del río que estaba grabando y la dibujé sobre papel tapiz, utilizando al relieve y la topografía como al ruido. Me interesan tanto el paisaje como la voz, pensar como los murciélagos que arman topografías con los ecos.

Me interesa la intervención del hombre en la naturaleza y cómo estamos interactuando con el ecosistema. Hacemos bulla y escuchamos de vuelta. Empecé a preguntarme qué me dice el paisaje sonoro y no solo cómo lo construimos. Quiero saber cómo podemos dialogar con él y no verlo únicamente como algo construido desde lo humano.

Para construir otra relación con mi naturaleza, me fui a vivir en el bosque, junto al río, a cantar junto al río, a tocar más la guitarra acústica, con el mismo principio de entender que el ruido es un lugar social de construcción colectiva.

Quiero  inscribir el paisaje sonoro en objetos que sean reproducibles con la tecnologia actual. Entiendo al disco como soporte de imagen, más que como soporte sonoro. Uso tecnologías de inscripción de información visual —programas como Ilustrador, que se usa para trabajar imágenes digitales, impresoras laser y 3d, informacion vectorial— para pensar sonoramente. Grabo con una tascam, traigo los sonidos, los convierto con un algoritmo a la información que Ilustrador entiende y dibujo en los discos.

Llevo los discos al río para completar el ciclo. El disco está grabado ya, el sonido es portátil y lo llevo para que sea del río. Que se moje, que escuche el río, que sea el río, al final, es el río. Uso acrílico por la transparencia, para que se vea el cielo, para que el río vea al cielo pasar.