Alfredo Stornaiolo P.*
astornaiolo@gmail.com
Todos comentan que el fútbol ecuatoriano está sufriendo una crisis económica, Sin embargo, primero deberíamos preguntarnos qué entendemos por crisis. Desde la teoría económica, una crisis está relacionada con la teoría de los ciclos económicos, es decir, habrá ciclos si se acepta la hipótesis de que el funcionamiento de una economía combina fases de expansión con fases de contracción. De acuerdo a esta teoría, la crisis ocurre cuando la contracción económica alcanza niveles intolerables en cuanto a escasez en la producción, comercialización y consumo de bienes y servicios. En este caso extremo el desenlace suele ser brutal: quiebras generalizadas de empresas, escasez de bienes y un altísimo nivel de desocupación.
También podríamos imaginar la crisis desde lo financiero, pensando en la famosa burbuja bursátil, que sobreviene cuando las acciones se negocian a un precio muy superior a su valor real hasta que dejan de ser compradas y su precio cae abruptamente. Entonces se revienta la burbuja y viene la crisis: pocos ganadores y muchísimos que lo perdieron todo, hasta la vida en algunos casos. Pero, ¿se podría afirmar que el fútbol ecuatoriano está sufriendo una crisis económica? Para tratar de contestar esta interesante pregunta voy a recurrir a la macroeconomía y a la economía política.
En macroeconomía lo primero que se aprende es la fórmula del Producto Interno Bruto, que no es más que una ecuación de ingresos y egresos: PIB = C + I + G + X - M, la producción más las importaciones (oferta) es igual a su utilización en consumo, inversión, gasto público y exportaciones (demanda). Enseguida se estudia el flujo circular del ingreso y se le va incorporando el sector gobierno, el resto del mundo y el aspecto inter temporal. En resumen, se podría afirmar que la macroeconomía es la teoría del equilibrio entre ingresos y egresos, sean estos reales, fiscales o de balanza de pagos, y sean estos presentes o futuros. Se aprende que lo óptimo en una economía es el respeto a la restricción presupuestaria, es decir, que los egresos de ninguna manera superen a los ingresos. Se vuelve evidente, entonces, que, si hoy se gasta en exceso, mañana tendrán que pagar la cuenta las futuras generaciones. (Sachs y Larraín 2002, cap. 2, pp. 23 a 51)
Sin embargo, en muchos casos los egresos superan a los ingresos y se incurre en déficit. Entonces viene la pregunta: ¿cómo financia un gobierno su déficit? La respuesta es triple: imprimiendo billetes (si tiene un banco central), utilizando las reservas (si se ha preocupado en guardar) o pidiendo prestado (si hay alguien que le sobre y que le convenga prestar). Es claro que el Ecuador ya no puede imprimir billetes desde inicios del año 2000, tampoco ha acumulado reservas los últimos años y los organismos multilaterales que antes daban crédito ya no lo hacen, por lo que el país ha tenido que endeudarse con nuevos y más caros acreedores.
Lo dicho se podría aplicar a un equipo de fútbol ecuatoriano a manera de analogía. Pensemos en el caso de que los ingresos por asistencia a partidos, socios cotizantes, publicidad y transmisión por televisión sean menores que la planilla de sueldos de los jugadores. En este caso a los dirigentes no les queda más que financiar el déficit. No pueden emitir billetes y no pueden utilizar sus reservas (transferir jugadores) al menos en el cortísimo plazo. Entonces, no les queda más que pedir prestado. Un banco difícilmente dará dinero y los dirigentes tendrán que recurrir a otras fuentes: su patrimonio o algún "inversionista". En los dos casos será necesaria una garantía. ¿Qué garantía? Obviamente los derechos deportivos de algunos jugadores. Es en este momento, entonces, que se pone en funcionamiento el mecanismo que mantiene en ascuas a varios equipos ecuatorianos. Los "inversionistas" ponen una cantidad determinada de dinero para cubrir gasto corriente y a fin de campeonato son dueños de los derechos deportivos de algunos jugadores, y los negocian a otros equipos. En principio parecería un trato justo, sin embargo, las cifras nunca se transparentan y finalmente el equipo resulta perjudicado porque recibe un préstamo para gasto corriente con una garantía altísima. Al final del año los jugadores pasan a otros equipos (a veces del exterior) y el equipo, supuesto dueño de los derechos deportivos de los jugadores, no recibe nada, o una cantidad mucho menor que la ganancia recibida por el "inversionista".
Entonces se vuelve evidente la falta de observancia de una restricción presupuestaria en las finanzas de un equipo de fútbol de la misma manera que a nivel macroeconómico, y un desequilibrio obliga a endeudarse con terceros para poder cumplir con los compromisos contractuales. Es claro que en el largo plazo una situación de déficit no es sostenible, a nivel macro o a nivel micro: tanto un país deficitario y dependiente de endeudamiento como un club de fútbol que gasta más de lo que genera, tendrán problemas financieros crónicos.
También se puede analizar el tema futbolístico históricamente y con mayor amplitud desde la economía política, es decir, mirando los procesos de producción, reproducción y distribución, socialización de experiencias, difusión
de conocimiento, creación, cultura y afianzamiento del poder dentro del fútbol. Cuando se piensa en economía política, enseguida vienen a la mente relaciones de producción de mercancías entre clases sociales dentro del sistema capitalista, teorías del valor, distribución del ingreso, excedente económico, acumulación de capital y concentración de poder.
El fútbol, como muchas otras actividades culturales, forma parte del desarrollo del capitalismo. Este deporte se ha convertido en una "industria cultural" (Horkheimer y Adorno 2007) dentro del mundo del espectáculo. Así como muchas otras expresiones deportivas, culturales y artísticas, el fútbol es parte de un sistema económico que produce mercancías para el consumo de la sociedad. Los consumidores somos todos aquellos que gustamos del mencionado espectáculo y pagamos por él. De acuerdo a Guy Debord somos una sociedad del espectáculo y consumimos, entre otras cosas, espectáculos (Debord 1967). Mario Vargas Llosa también analiza la sociedad actual y la llama la civilización del espectáculo en su libro del mismo nombre (Vargas Llosa 2012).
Cuando se habla del desarrollo del capitalismo enseguida se piensa en la hegemonía de la economía de mercado, es decir, en la mercantilización de todo. Karl Polanyi en su obra publicada en 1944, La Gran Transformación (Polanyi 2009), describe las convulsiones sociales y políticas producidas en Inglaterra durante el desarrollo de la economía de mercado. El autor relata históricamente el desarrollo del sistema capitalista haciendo énfasis en la mercantilización y en la aparición de mercados autorregulados como el motor de la gran transformación social del mundo occidental.
El fútbol se adaptó al proceso de desarrollo del capitalismo, convirtiéndose en una mercancía, incluso a nivel global. De acuerdo a Fredrik Jameson, desde hace medio siglo vivimos una tercera fase del capitalismo (Jameson 1991), período denominado por Ernest Mandel como capitalismo tardío (Mandel 1972). Luc Boltansky identifica para esta fase un tercer espíritu del capitalismo (Boltanski y Chiapello 2002), que está relacionado fuertemente con la sociedad de consumo y el capitalismo financiero. El primer espíritu del capitalismo había sido identificado por Max Weber en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo (Weber 2001), en la que atribuye el gran crecimiento del sistema capitalista a la ética protestante. El segundo espíritu del capitalismo está relacionado con la producción en serie, es decir, con el Fordismo.
La fase actual del capitalismo está estrechamente relacionada con la globalización, y el fútbol no ha sido una excepción, ya que de hecho es una mercancía que se consume globalmente, tanto por la altísima migración de futbolistas como por la inversión extranjera en los diferentes equipos. A esto se le suma su gran difusión por la televisión a nivel global a través de la televisión y el internet.
Dentro del desarrollo del capitalismo y de la conversión de casi todo en mercancía, es fundamental el concepto marxiano de fetichismo de la mercancía (Marx 1981). Existe un doble carácter de las mercancías (valor de uso y valor), donde el valor constituye una dimensión social: es el tiempo medio de trabajo socialmente necesario para la producción de las mercancías. El significado de fetichismo está relacionado con el hecho de que la mercancía posee la propiedad de encubrir su dimensión social e histórica. Al productor, la mercancía se le aparece como algo natural, dado, inmutable, eterno y divino (es por eso lo de "fetiche"), como algo indestructible ante el embate de la historia, la mercancía es "un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas" (Marx 1981:87). El fútbol-espectáculo ha generado fetiches o ídolos que han permitido un "consumo masivo" por parte de los aficionados-consumidores. Estos ídolos creados por la economía de mercado han permitido ingresos millonarios por venta de un espectáculo representado en una persona, en un equipo, en una marca e incluso en una camiseta. Estos grandes ídolos se han asociado con empresas transnacionales que han vendido su producto "en combo", es decir, mercancía más jugador-fetiche.
Nuestro país no ha sido la excepción. El fútbol se ha globalizado de tal manera que se ha convertido en una mercancía al alcance de todos. La televisión y el marketing han traído a los mejores jugadores y equipos del mundo a nuestras casas, al punto que hemos podido comparar a Maradona, Ronaldinho y Messi con nuestros Aguinaga, Valencia y Benítez. El Manchester United, el Milan y el Real Madrid nos son tan familiares como el Barcelona de Guayaquil, la Liga y el Deportivo Quito.
Pero junto con el fútbol televisado y las camisetas globalizadas, llegó también el negocio futbolero: las millonarias transferencias y los grandes contratos. Ahora en el Ecuador los jugadores ganan muy buen dinero (en promedio, un jugador de Deportivo Quito gana US$ 15.000 mensuales) y los equipos nacionales compiten de igual a igual con los grandes. Liga de Quito ganó algunas copas a nivel internacional y la selección ecuatoriana ya participó en dos campeonatos mundiales (y un tercero en el 2014).
Parecería que este progreso económico en nuestro fútbol ha sido concomitante con el progreso futbolístico. Las nóminas de los equipos han aumentado en similar medida al rendimiento deportivo. Lamentablemente los incumplimientos económicos por parte de algunos dirigentes también han crecido en el mismo sentido, además que actualmente los actores del espectáculo - los jugadores - cuentan con más recursos legales para realizar sus reclamos y poder cobrar sus millonarios contratos, es por esto que los jugadores prefieren firmar contratos altos porque a la larga van a cobrar. El hecho cierto es que varios equipos ecuatorianos enfrentan problemas de flujo de caja que de alguna manera hacen pensar que nuestro fútbol enfrenta una crisis económica.
Lo que hemos visto en el Ecuador es algo que sucede también a nivel mundial. El Borussia Dortmund tenía un pasivo de 60 millones de euros, pero igualmente logró jugar la final de la Champions League. Es cierto que este equipo tuvo (y tiene) problemas financieros, pero de ninguna manera se puede hablar de una quiebra. Simplemente hubo que esperar un tiempo, transferir un jugador -Mario Gotze pasó al Bayern München que desembolsó los 37 millones de euros de su cláusula de rescisión- y tapar el hueco del flujo de caja. Como este hay varios casos a nivel de equipos de primera línea en Europa, al punto que en la UEFA están implementando mecanismos para limitar los grandes contratos. Pero las cosas seguirán así porque el capital financiero es más poderoso que cualquier asociación de fútbol. También es claro que el negocio del fútbol se ha multiplicado y se ha convertido en uno espectáculo muy lucrativo. A grosso modo, en dólares actuales, las transferencias de Pelé y Maradona no llegarían a los 30 millones de dólares, cifra mucho menor que lo que actualmente se maneja. La transferencia del galés Gareth Bale al Real Madrid es de 100 millones de euros.
En Ecuador analizar la gestión de un equipo de fútbol es difícil porque el modelo de gestión utilizado no es transparente: pocas veces se ha llegado a conocer el verdadero monto de una transferencia, simplemente nos enteramos que tal o cual jugador se fue a algún otro país. Entonces, a la final los equipos de alguna manera cubren sus vacíos financieros y siguen contratando jugadores. Se van unos dirigentes y llegan otros que asumen las deudas, pero también asumen las grandes ganancias. Vienen otros a "reconstruir" un equipo, pero la esencia se mantiene, algo así como la "destrucción creadora" de Schumpeter.
A manera de conclusión, creo que no tenemos una crisis económica en el fútbol ecuatoriano. Desde la economía política se puede decir que el espectáculo futbolístico se ha convertido en una mercancía que se compra, se vende y que permite especular. Desde la macroeconomía se podría decir que lo que vivimos en el ambiente futbolístico ecuatoriano es un irrespeto permanente de la restricción presupuestaria, porque los sueldos ofrecidos son superiores a los resultados económicos. En otras palabras, estamos dentro de una "burbuja futbolera" que podría reventar cuando alguno de los equipos no se presente a un partido y reglamentariamente pierda la categoría.
Se trata de un juego financiero de flujo de caja que no llega a convertirse en una crisis porque todavía hay gente que está haciendo buenos negocios. Podemos hablar de una figura clave: el tradicional "mecenas" que se ha convertido en un "inversionista", por lo general aliado del "empresario" y del dirigente (si no es el mismo), que es la persona que pone el dinero para tapar un hueco del flujo de caja a cambio de los derechos deportivos de jugadores. En los últimos años se ha visto que empresas "inversoras" están detrás de los clubes de fútbol, empresas paralelas que han tenido que crearse para suplir un vacío legal: reglamentariamente los equipos ecuatorianos no pueden constituirse en sociedades anónimas.
Creo que una solución a este problema financiero ya crónico en el fútbol ecuatoriano podría ser que los equipos se transformen en empresas para transparentar su gestión, porque lo que han generado estas sociedades "sin fines de lucro" es un modelo poco transparente que ha permitido a unos pocos lucrar con el fútbol en detrimento de un crecimiento orgánico del negocio futbolístico.
Boltanski, Luc y Eve Chiapello (2002), El nuevo espíritu del capitalismo, Ediciones Akal S.A., Madrid.
Debord, Guy (1967), La societe du spectacle, Champ Libre, París.
Horkheimer, Max y Adorno, Theodor W. (2007), Dialéctica de la Ilustración, Akal, Madrid.
Jameson, Fredric (1991), "El posmodernismo como lógica cultural del capitalismo tardío", en Ensayos sobre posmodernismo, Ediciones Imago Mundi, Buenos Aires.
Mandel, Ernest (1972), El capitalismo tardío, Ediciones Era, México.
Marx, Karl (1981), El Capital, Siglo Veintiuno Editores S.A., México D.F.
Polanyi, Karl (2009), La gran transformación: los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, Juan Pablos Editor S.A., México D.F.
Sachs, Jeffrey y Larraín, Felipe (2002), Macroeconomía en la economía global, Prentice Hall - Pearson Education S.A., Buenos Aires.
Vargas Llosa, Mario (2012), La civilización del espectáculo, Alfaguara, Madrid.
Weber, Max (2001), La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Alianza Editorial, Madrid.
* Economista PUCE. Master en Economía FLACSO. Ph.D.(c) en Economía del Desarrollo FLACSO. Investigador y docente en Historia del Pensamiento Económico, Macroeconomía y Economía de la Cultura