Oscar Concha Zambrano
Médico Deportólogo
oscarconcha@andinanet.net
Los ecuatorianos no hemos aprendido a definir nuestro cuerpo, lo tratamos de ocultar muchas veces, y otras tratamos de hacerlo lo más parecido al cuerpo ajeno de algún modelo blanco no ecuatoriano, y eso frustrantemente nos lleva a obsesivas rutinas en gimnasios, dietas absurdas y uso de mágicos productos. La salud es lo que realmente interesa y eso nada tiene que ver con cirugías plásticas para parecernos a otros.
El cuerpo aparece con la fuerza de una imagen en la victoria deportiva, en la belleza que se muestra, en la sexualidad que se esconde. El cuerpo es lo que nos representa, es nuestra identidad y la cultura misma se construye con esas imágenes. Cuando esto sucede nos damos cuenta que no existe una definición del cuerpo ecuatoriano, no existe ni siquiera un espacio para ubicarlo, es simplemente el cuerpo sin identidad, el cuerpo como los otros.
Esto sucede ya que, en Ecuador, un espacio geográfico tan diverso, conviven poblaciones que por aislamiento han adquirido características definitorias, elementos culturales e incluso características corporales propias. Y así el cuerpo del ecuatoriano se ha construido con microhistorias provincianas y con pensamientos sobre el mismo a mitad de construir, con la ausencia de un elemento integrador.
El cuerpo siempre ha sido el eje generador de lo social, cultural y temporal, pero el cuerpo del ecuatoriano siempre fue invisible, ligado patológicamente, por religiosidad, casi solo a lo sexual. El cuerpo del ecuatoriano ha ocupado un espacio de casi pecado y pasa la mayor parte de la historia escondido, no nombrado.
El cuerpo del ecuatoriano es el origen de todo, de ahí parte su capacidad: de pensar, de trabajar, de modificar su entorno; de ahí parten sus necesidades: de alimentarse, de protegerse, de realizarse, de reproducirse y por eso el cuerpo se moldea y da forma a la sociedad en base a esas realidades de vida y supervivencia y aunque a menudo no aparece el cuerpo como el generador, es definitivamente el eje y origen de lo cotidiano, de lo que constituye la materialidad del país. Al cuerpo lo alimentamos, lo embellecemos, lo enfermamos, lo ocultamos, lo mostramos, lo entregamos, lo usamos; pero, para entender al cuerpo, hay entonces que entender la sociedad.
El deporte ha sido en los últimos años un factor importante de identidades nacionales, triunfos deportivos de selecciones, victorias individuales a destacar, nos han hecho pensar en nuestros cuerpos como capaces de ser fuertes, veloces, resistentes y tímidamente hemos iniciado la tarea de dibujar nuestros cuerpos y los hemos comparado con otros. No hemos terminado esa tarea.
La falta de identidad es la contraseña que nos autoriza a entrar en ese territorio en donde se define al cuerpo del ecuatoriano, definirlo como ecuatoriano en sus características propias y descubrir que el cuerpo del ecuatoriano como tal no ha sido reconocido, porque parcialmente o como un todo, no nos gusta, no se ajusta al modelo anglosajón que quisiéramos.
Cada sociedad escribe un código particular para los cuerpos y nosotros a lo largo del tiempo corporalmente seguimos esclavizados por la imagen del blanco como lo bello e ideal.
El cuerpo del ecuatoriano como un símbolo dentro de los límites que culturalmente lo contextualizan tiene que ser definido por la interpretación cultural que cada grupo étnico establece, es una compleja linealidad que compone una geografía andina de segmentos planos, cóncavos y convexos, una geografía de segmentos grandes y pequeños limitados por el mar o la amazonia, una geografía de segmentos prohibidos como los de pobreza extrema, negritud e indigenismo y otros de fácil exhibición.
La aceptación y la pertenencia a un grupo definido -indígena, negro- es algo realmente nuevo en la sociedad ecuatoriana, determinantes políticos con más fuerza que los culturales, han mostrado hacia todos, las diferencias que antes se ocultaban.
Ser indio y ser negro es un orgullo abstracto para una sociedad que basa su identidad en privilegiar lo blanco y negar lo "otro". El mestizaje se lo acepta con resignación, aferrados a características corporales de blanco y fortaleciéndolo; en una cultura blanqueada día a día con el poder económico, que diseña los espacios de nueva "blanquitud" y que llegan a ser modas, ciudades y barrios, marcas de autos y hasta equipos de fútbol.
Son los cuerpos blancos, mestizos-blancos, los indígenas, mestizos-indígenas, los negros, los mestizos-negros, los mestizos-mestizos los que forman la sociedad ecuatoriana y esta absurda clasificación es inadecuada ya que no muestra espacios definidos de identidad, son más importantes las diferencias económicas para establecer el grado de blanco y los privilegios que ello implica tácitamente.
Si bien en los últimos años, un fuerte proceso de migración ha urbanizado nuestra sociedad, ciertas características se mantienen en grupos definidos, hay características antropométricas, culturales, diferenciadoras.
Y …ante esa diversidad ¿Cómo definir un cuerpo ecuatoriano? Tenemos entonces que analizar lo que creemos y lo que realmente somos, lo que aspiramos y logramos en términos de corporeidad.
Para quien vive en el campo y participa de una comunidad indígena el cuerpo cumple un rol económico biológico, es herramienta de producción, es trabajo y capacidad de reproducción, el cuerpo no es primariamente la identidad que se exhibe e individualiza, no hay ninguna significación con el sobrepeso, la postura, el desarrollo muscular estético.
La actividad física, el deporte, no tienen ninguna relación con el cuidado del cuerpo en el área rural, se limita a la práctica de alguna actividad deportiva en épocas de fiestas y no importan el nivel técnico o la capacidad de rendimiento físico, se privilegian los uniformes, las madrinas, la comida y el festejo final. Es una fiesta, solo eso.
En la zona urbano marginal aparecen casi siempre las mismas personas del segmento rural. Cuando migran a la ciudad y ocupan espacios de marginalidad, el cuerpo asume otro rol y es más fuerte la interpretación del cuerpo como medio de trabajo, de subsistencia, de supervivencia. Pierde espacio el rol de reproducción, casi todo es trabajo para sobrevivir, para mejorar económicamente.
La actividad física tampoco tiene que ser interpretada como una forma de ser más sanos o verse mejor, esa relación no existe. La actividad física se expresa por medio del deporte que cumple un rol importante en la socialización, ya no es la fiesta. Son de mucha importancia los campeonatos especialmente de fútbol y vóley los cuales se desarrollan con un público eminentemente familiar, ya que la socialización hace que toda la familia se integre al juego, por esa misma razón al final del encuentro deportivo el alcohol -otro elemento de socialización - es tan importante.
Para el habitante urbano, el cuerpo tiene otra interpretación: es su identidad, lo que exhibe en el juego de la interrelación social, es su forma de asumir significado en el mercado, de hecho, en esto se fundamentan las modas, las marcas, los juegos de un poder social que se compra y se mide en el cuerpo. En la zona urbana se compite por ser, por aparecer, por significar y para eso está el cuerpo con sus parámetros de belleza, sensualidad, vitalidad, elegancia, moda; es la única arma que se exhibe.
Las excesivas preocupaciones por la imagen corporal surgen en el área urbana en función de los cambios de la sociedad, que crean una necesidad autónoma de mostrarse ante los demás y ser aprobado, mencionado, conocido, referido. También como necesidad urgente de autoconfianza y sentido de individualismo, tanto la confianza, como el individualismo se relacionan con eso llamado felicidad.
En el área urbana hasta la salud transfigurada significa belleza, capacidad deportiva, poder; los cuerpos anónimos empiezan la carrera por tener un cuerpo que se define como sano y bello por los medios de comunicación.
Al cuerpo se lo relacionó ya en principio con la salud, hubo una preocupación del cuerpo como medio de producción, a eso llevó la revolución industrial; el estado comienza a preocuparse más por la salud alrededor de intereses económicos, cuerpos saludables y productivos, eso crea incluso nuevas formas de cuidado corporal, de higiene. El cuerpo es una fuerza colectiva y hay control de la salud, de la demografía, de la higiene, de la alimentación, aparece un sistema de normalización y una distinción entre lo normal y lo patológico, se crea una forma de definir el comportamiento en la ciudad, es bueno lavarse las manos después de usar el baño, cortarse las uñas, bañarse con frecuencia, oler bien, no comer en puestos callejeros poco higiénicos.
Es el momento de la construcción del espacio urbano fundamentalmente, surgen estrategias higienizantes y la medicina cobra fuerza con un interés de prevención de enfermedades, todos los médicos son higienistas en esta época y luchan contra el carácter rural de una medicina casera, luchar por ejemplo con aquello de no bañarse 40 días después del parto.
Comienza también la preocupación por la indumentaria ya no solo como identificación de casta social, sino por la comodidad, el aseo y esto va también a las casas.
El estado ya no controla la higiene como forma de salud corporal, ahora es el mercado el que crea necesidades y redefine la salud, ya no hablemos de ausencia de enfermedad ahora la salud es juventud, sexualidad, dinero.
En las décadas finales del siglo anterior hay un importante cambio en la conceptualización del cuerpo, que pasa de cuerpo saludable productor a cuerpo saludable consumidor, los procesos de globalización son muy importantes en este cambio ya que generan una radicalización del discurso neoliberal, hay una mayor libertad individual y se presenta una nueva configuración incluso de la felicidad que se sustenta en el poder, en la capacidad de consumo, en la tendencia material de marcas y tecnologías como factor de identidad de cada individuo. El cuerpo ecuatoriano urbano quiere ser lo más parecido al cuerpo de la publicidad.
El cuerpo como tal siempre ha estado unido al concepto de belleza, desde la sencilla y erótica desnudez de los pies y tobillos capaz de causar respuestas eróticas a inicios del siglo XX, a la presencia cada vez mayor, de piel, de segmentos antes prohibidos, que ya no causan tanta respuesta. El ecuatoriano cambió la visión de su cuerpo de manera más bien rápida, aunque a veces aprendiendo pautas ajenas.
El concepto de belleza también ha cambiado, la mujer bella era así calificada juzgando no solo su apariencia física, su cuerpo, ya que una mujer bella era sinónimo de esposa, por eso la belleza femenina implicaba de manera indirecta también otro tipo de atributos no físicos como solvencia moral, capacidad para el trabajo casero y fundamentalmente la maternidad. La mujer ideal era de un cuerpo con un excesivo porcentaje de grasa, definitivamente gorda, "buena moza", casera -de su casa-, recatada en el vestir, y ese cuerpo representaba exactamente la función que cumplía social y culturalmente en la comunidad: reproducción, cuidado de la casa y de la familia.
En cuanto a belleza masculina, ni se consideraba lo corporal, ya que se conceptualizaba al hombre como trabajador, respetuoso, buen proveedor, buen padre y marido. Pensar en el cuerpo masculino era anormalmente pecaminoso y no tenía por esa misma razón una relación erótica destacable.
El cuerpo femenino ecuatoriano es el que más ha cambiado, la mujer ecuatoriana se ha hecho más visible corporalmente, ha dejado su espacio eminentemente casero, hogareño, de casa adentro, privado; se redescubre el cuerpo femenino, es juzgado, deseado, comienza con interés a ser utilizado como forma de comunicación, para vender cualquier producto lo que exige que se defina un patrón estético que se muestre vendible, agradable al mercado.
En el proceso de construir los patrones estéticos, se siguen normalmente reglas impuestas, las cuales por ajenas en términos de etnicidad no son fáciles de alcanzar ya que exigen un esfuerzo de desnaturalización, de alcanzar otra identidad.
La moda se establece como resultado de un mercado ávido de nuevas experiencias y espacio de creatividad y llega a las mujeres para imponer incluso características antropométricas específicas que se adaptan mejor a la exposición que la moda genera. La mujer ecuatoriana en la década de los 50 del siglo anterior procuraba una imagen a lo Greta Garbo, en el 60 a lo Brigiet Bardot, es decir esto de asimilar características corporales de belleza no es nueva en la sociedad ecuatoriana. Es a partir de finales de la década de los 80 que la preocupación urbana por el cuerpo femenino se hizo muy importante, el cuerpo ya más mostrado, establece reglas de belleza más claras, pero también más difíciles de alcanzar, se inicia el ritual por el cuerpo perfecto.
El crecimiento de la publicidad, especialmente en el siglo anterior y de la mano de la televisión, genera una visión nueva del cuerpo femenino ecuatoriano, aparece la seducción no oculta para influenciar en el mercado y, claro, como lo que la publicidad siempre muestra es un mundo ideal y perfecto, los cuerpos que se muestran también se venden con ese carácter de perfección y en el imaginario colectivo se suman características que definen la belleza del cuerpo: joven y seductor sin celulitis, sin grasa localizada, sonrisa perfecta, sin manchas en la piel.
Definir el cuerpo femenino perfecto es fácil, es definir a una mujer anglosajona, alta, extremadamente delgada, senos redondos e incomprensiblemente más grandes considerando la falta de grasa de su cuerpo, pero así aprendemos de cuerpos femeninos bellos cada día.
Esos rituales implican una preocupación que altera hasta hábitos de vida en la sociedad ecuatoriana urbana, aparecen con fuerza los gimnasios, las dietas, el cuerpo se expande y deja el carácter eminentemente biológico para ser poderosa forma de comunicación, de expresión, de socialización. Los productos de belleza y perfeccionamiento corporal juegan con lo subjetivo de la interpretación de nuestra imagen y se convierten, casi sin que nos demos cuenta, en productos de salud y se venden en droguerías o cadenas de farmacias.
Pero sigo con la interpretación de la belleza del cuerpo. Arranco con el hecho que la belleza es abstracta, la belleza humana interpretable, por lo tanto, hay muchas interpretaciones de belleza y como buenos ecuatorianos y ecuatorianas no nos pondríamos de acuerdo en lo específico de la belleza limitada, descrita, definida. Sin embargo, hay algo innegable que nos enseñan y aprendemos a calificar la belleza. Desde muy pequeños estamos expuestos a grandes escenarios en los cuales se presentan las cosas bonitas, los ideales y claro en esos escenarios solo aparecen las personas bellas, los rostros bellos, los cuerpos bellos. Esos escenarios cautivantes e insustituibles son los medios de comunicación, la publicidad.
Lo único realmente nuestro es la imagen corporal, tener un cuerpo perfecto es parte de un sueño de promoción y reconocimiento social aprendido de personas exitosas y de comerciales, es un producto ofrecido por la publicidad, es exitosa esa presencia en la medida que se ajusta a lo estético y a la moda.
Hay aquí una reacción interesante, una excepción en esa escala estética de blanca delgadez, lo constituye la exuberancia como tal, especialmente en sectores más populares: una tecnocumbiera no puede ser delgada. Lo que deja al descubierto las modificaciones culturales que se dan al interior mismo de la sociedad ecuatoriana, otros grupos sociales desprecian esa música y esa presencia exuberante y de moda, considerándola de mal gusto.
Desde siempre el cuerpo del ecuatoriano se ha mostrado obligatoriamente en los medios de comunicación como el cuerpo del blanco y eso, impuesto como modelo, crea personas ecuatorianas, seres ecuatorianos, viviendo la frustración de no alcanzar el cuerpo, la belleza o el poder de esa persona tan artificiosamente vendible, comestible, transfigurable y sobre todo ajena. El promedio de talla de la ecuatoriana es de 154cm. el promedio de talla del ecuatoriano es de 163 cm… ser tan distintos al modelo obliga a esconderse, avergonzarse, sentirse inferior, obliga a ser otro. Se aprende que bella es: ser alta, rubia, piernas largas, la delgadez, los ojos claros, senos grandes, definitivamente bellas; lo único malo es que mayoritariamente las ecuatorianas no son así y se establece una belleza en base a modelos ajenos a nuestra condición.
Pero todos son blancos desde el bebé del anuncio de pañales, hasta el jubilado que puede viajar con facilidad, desde la mamá que espera a su hijo blanco que llega a la escuela a tomar un jugo artificial, hasta la mujer con poca ropa anunciando un nuevo teléfono celular.
No solo nos interesa el cuerpo sano, sino también y dolorosamente más importante: el cuerpo joven, la juventud es entonces objeto de consumo interpretado en diversas formas de traducir ese sentido de conservación de la juventud ya sea vinculándole a la belleza, a la práctica de deportes, a la vida sexual.
Y ese miedo de perder la juventud hace que cuerpos cada vez mayores se impongan dolorosas rutinas de ejercicios de elongación, musculación y resistencia, los resultados son variados a veces no sé ni cómo calificarlos, yo los llamo "deportistas por miedo": El miedo a verse viejos, con sobrepeso, con niveles altos de colesterol en medio de una comunidad que expone la juventud del cuerpo como marca de consumo.
Hace unos años cuando inicié investigaciones de somato tipología, un estudio con respecto a la importancia de los segmentos corporales, demostré que las respuestas masculinas se orientaban a juzgar las piernas como el segmento corporal más llamativo, luego las respuestas cambiaron hacia las nalgas y ahora están más populares las respuestas que priorizan a los senos femeninos. En cuanto a las mujeres ellas contestaban que la musculatura masculina era el elemento corporal que más impresionaba, luego las respuestas fueron cambiando y comenzaron a describir solo la musculatura abdominal y actualmente le dan más importancia a las nalgas masculinas. Estas respuestas muestran no un cambio de preferencias de los ecuatorianos y ecuatorianas, sino simplemente una más abierta aceptación de la relación cuerpo-sexo.
"Las personas son libres de escoger lo que quieren hacer con su cuerpo", es una libertad mentirosa, la sociedad obliga a ser, a aparecer en medio de todos, a destacarse y se tiene que ser lo más parecido al modelo corporal creado por la publicidad, ese que ya existe en la memoria colectiva y que es típicamente californiano, berlinés o londinense, entonces las opciones no existen, son discursos poco inteligentes que marcan rumbos ya conocidos, más bien consolidamos aquello de un cuerpo unificado en la belleza, la aptitud física.
Ser un deportista obligado por ser delgado no es nada saludable, someterse a cirugías plásticas para ser lo más parecido a otro ser humano, no es nada saludable. Construyamos nuestro cuerpo, nuestra imagen corporal desde la base de la aceptación, de reconocer nuestro cuerpo como lo que es, un privilegio material del universo para traspasar los días y los años.