Stella de la Torre
Colegio de Ciencias Biológicas y Ambientales Universidad San Francisco de Quito Fundación VIHOMA
stella@usfq.edu.ec
El modelo de turismo comunitario se caracteriza porque las comunidades rurales (indígenas o mestizas) se encargan de al menos una parte del control de esta actividad y reciben también una parte de sus beneficios económicos, Es una de las estrategias de conservación más aplicadas en el Ecuador y en otros países tropicales, al considerársela una alternativa económica que podría frenar la deforestación y otras formas de sobre-explotación de recursos en las comunidades, contribuyendo además al rescate de las culturas locales, Sin embargo, hay varios problemas que afectan al desarrollo de esta actividad, En este artículo presento un análisis simple y objetivo de algunos de los factores que influyen en el éxito o fracaso de estos programas, Este análisis incluye una caracterización de la oferta, demanda, seguridad y facilidad de acceso de los programas, y una evaluación de la gestión de sus principales actores, Con ello espero motivar al lector a cuestionar la efectividad de las estrategias de conservación que están en boga y a proponer nuevas alternativas que las reemplacen o complementen,
“El turismo comunitario será el vehículo para proteger el hábitat, la naturaleza y la pacha mama”. Con estas palabras, el Ministro de Turismo, Freddy Ehlers, expuso hace poco lo que podría ser una línea de acción del actual gobierno, que ve al turismo como un sector estratégico que se enmarca dentro de los objetivos del plan nacional para el buen vivir. Esta línea de acción parecería estar bien sustentada si se considera que el turismo es una actividad que está experimentando un crecimiento continuo en todo el mundo, incluyendo el Ecuador. Es evidente, sin embargo, que para lograr estos objetivos es necesario trabajar en varios frentes sobre la base de información concreta y no de estereotipos que no van a dejar de ser irreales, aunque se repitan hasta el cansancio. En este artículo presento datos bastante simples y objetivos para tratar de evaluar la factibilidad de los programas de turismo comunitario, una de estrategias de conservación más difundidas y aplicadas en el Ecuador y otros países tropicales afectados por la pobreza y el mal manejo de los recursos.
La diversidad biológica y cultural del Ecuador es, sin duda, un atractivo potencial para el turismo; los 256 000 km2 de nuestro territorio representan apenas el 0,17% de la superficie de la Tierra, pero en ellos habitan cerca del 12% de todas las especies de vertebrados terrestres (mamíferos, aves, anfibios y reptiles), 16.000 especies de plantas vasculares y un número enorme y todavía desconocido de invertebrados. Un breve cálculo matemático nos permite concluir que, considerando su extensión, nuestro país tiene la mayor diversidad biológica por kilómetro cuadrado en el mundo. Esta diversidad de ambientes, especies y recursos, fue la base para el desarrollo de la también alta diversidad de culturas que, en la actualidad, incluye a 27 nacionalidades y pueblos indígenas y afro ecuatorianos (Ministerio del Ambiente et al. 2001).
El turismo en el Ecuador empezó a desarrollarse en la década de los 80s y ha tenido un crecimiento relativamente constante hasta constituirse en una de las actividades económicas más importantes del país. En sus inicios, la mayor parte del turismo podía calificarse como “convencional” en el sentido de que sus programas y actividades eran diseñados, operados y promocionados por empresas privadas de turismo. Sin embargo, a finales de esa misma década (los 80s) algunas comunidades empezaron a incursionar en la actividad turística desarrollando una nueva propuesta: el turismo comunitario (FEPTCE 2010).
El turismo comunitario es un modelo de turismo que se caracteriza porque las comunidades rurales (indígenas o mestizas) se encargan de al menos una parte de su control y reciben también una parte de sus beneficios económicos (Ruiz et al. 2008). En este contexto, esta actividad ha sido propuesta como una alternativa económica que podría frenar la deforestación y otras formas de sobre-explotación de recursos en las comunidades, contribuyendo además al rescate de las culturas locales, al ser éstas uno de los atractivos de este tipo de programas.
En otras palabras, el turismo comunitario ha sido visto como una panacea del desarrollo y tiene el apoyo de estados, ONGs, agencias de cooperación y organizaciones internacionales. Sin embargo, este modelo de operación turística tiene algunos problemas; una breve búsqueda de bibliografía sobre el tema le permitirá al lector encontrar varios artículos que los analizan. Investigadores como el ecólogo Agnes Kiss (2004), han evaluado programas de turismo comunitario y concluido que muchos de estos programas tienen un impacto mínimo o nulo en las prácticas locales de uso de recursos, mejoran sólo modestamente los ingresos familiares y dependen excesivamente de ayudas externas no solo a corto, si no a largo plazo (y en algunos casos, indefinidamente). Al menos parte de estas limitaciones tiene su base en una concepción errada de lo que es la vida en una comunidad; muchas de las organizaciones que apoyan programas de desarrollo comunitario idealizan las relaciones que existen entre los comuneros, sin considerar que en cualquier grupo humano las personas tienen intereses distintos y, muchas veces, opuestos y difícilmente compatibles (Blackstock 2005); sobre todo si es que en la comunidad no existen líderes honestos y capaces (una rareza en cualquier comunidad humana en el planeta) que tomen a su cargo el minimizar los desacuerdos y logren la cooperación de la gente en este tipo de iniciativas.
En mis investigaciones sobre la ecología de los bosques amazónicos y de otros ecosistemas en el país, he visitado y conocido de cerca algunos programas de turismo comunitario. Recientemente, incluso he apoyado activamente al programa de turismo comunitario Sieco pai de la nacionalidad Secoya, una minoría étnica de apenas 500 personas que viven en el nororiente del Ecuador y que en los últimos años han experimentado una rápida inserción en el mundo occidental y el consiguiente proceso de aculturación de las nuevas generaciones. Durante algo más de 20 años he visto cómo unos pocos programas de turismo comunitario se han mantenido y afianzado, mientras que otros no han terminado de despegar y, otros más, se han extinguido.
Al estar apoyando con todo mi contingente al desarrollo de un programa de turismo, tengo la esperanza de que éste contribuya significativamente a la conservación de los bosques y las culturas ancestrales, por lo que la variabilidad en el destino final de este tipo de programas no ha dejado de preocuparme. ¿Cuáles son los factores que determinan su éxito o fracaso? En los siguientes párrafos, trato de responder a esta pregunta de la manera más objetiva posible, resaltando lo que creo que son incongruencias y errores en la concepción y ejecución de estos programas en el país. Mi análisis dista mucho de ser completo, pero espero que motive al lector a cuestionar la efectividad de las estrategias de conservación que están en boga.
Comienzo, entonces, haciendo un breve cálculo de la oferta y la demanda de este modelo de turismo. La Organización Mundial de Turismo (OMT), registró en el 2008 alrededor de 924 millones de turistas internacionales en todo el mundo, este número bajó a 880 por la crisis del 2009 pero en el primer semestre del 2010 se incrementó en un 7%, llegando nuevamente a los niveles del 2008 (OMT 2010). Según datos proporcionados por la FEPTCE (Federación Plurinacional de Turismo Comunitario del Ecuador), a escala mundial, el turismo comunitario representa un mercado aproximado de entre 7 y 10 millones de turistas por año (Ministerio de Turismo 2010); es decir, el 1% del total. Si asumimos que este porcentaje se mantiene en el Ecuador, país que registra un ingreso de algo más de 1 millón de turistas por año (Ministerio de Turismo 2010), podemos deducir que aproximadamente 10 000 de esos turistas son usuarios potenciales de los programas de turismo comunitario.
La lista de los programas de turismo comunitario que se ofrecen para ese mercado de 10.000 turistas en el país es bastante larga; solo en la FEPTCE están registradas 101 comunidades con programas en diferentes etapas de implementación, 16 comunidades en la Costa, 33 en la Amazonía y 52 en la Sierra (FEPTCE 2010). En otro portal de turismo comunitario, de la Redturs (Red de Turismo Comunitario de América Latina), se presenta una lista de 52 comunidades, muchas de las cuales no están incluidas en la lista de la FEPTCE (Redturs 2010). En conclusión, actualmente existen más de 100 programas reconocidos de turismo comunitario en el Ecuador y, de mi experiencia, muchos más en proceso de formación. Un simple cálculo matemático evidencia que el número de turistas que en promedio debería recibir cada uno de estos programas, considerando la demanda actual, es de alrededor de 100 por año u 8 turistas por mes.
Claramente, este número es insuficiente para mantener un programa de turismo por más simple que éste sea; más todavía si se considera que la distribución de los turistas no es equitativa pues existe en el mercado una preferencia por programas que ofrezcan experiencias únicas y que satisfagan los requisitos mínimos de seguridad y de facilidad de acceso para los turistas. Según un análisis realizado por técnicos de la FEPTCE (2010), la variedad de actividades que se ofrecen a los turistas en los diferentes programas de turismo comunitario del país es baja; en resumen, todos los programas ofrecen caminatas, visitas a bosques, observación de fauna y participación en eventos con la gente de la comunidad, incluyendo curaciones con plantas medicinales. Pocos programas ofrecen atractivos adicionales, como visitas a termas o sitios arqueológicos y, con ello, podríamos asumir que tienen una cierta ventaja competitiva sobre los demás.
En este punto, habrá quien diga que las comunidades que manejan cada programa tienen culturas diferentes y que esto es suficiente para dar a cada una un carácter único que sea atractivo en el mercado. Sin embargo, la mayoría de los turistas internacionales conoce poco sobre las particularidades de las diferentes culturas por lo que difícilmente van a usar este criterio para su selección. A esto se suma el que varias comunidades que realizan turismo comunitario pertenecen a una misma cultura o nacionalidad, sin mencionar los efectos ya comentados de la aculturación que se da en muchas de estas comunidades y que, en cierta forma, tiende a homogenizar las manifestaciones culturales que se presentan a los turistas.
Considerando, entonces, la baja variedad en la oferta de los programas, la seguridad de los turistas, la facilidad de acceso y las estrategias de promoción se perfilan como los criterios más importantes en el momento en que los turistas eligen el programa de su preferencia. Los niveles de seguridad en todo el país están disminuyendo en forma alarmante, con lo cual podría pensarse que todas las áreas en donde ahora se hace turismo comunitario son igualmente inseguras; sin embargo, existen regiones, como las que están en la frontera norte, que tradicionalmente han estado en "desventaja" pues han sido consideradas como zonas de más alto riesgo. Indudablemente, las comunidades que desarrollan sus programas de turismo comunitario en estas zonas han tenido que dedicar un esfuerzo extra para reducir los riesgos y para convencer a sus usuarios potenciales de que son efectivas en eso. Por otro lado, con algunas excepciones, los turistas tienden a escoger programas a los que es más fácil llegar, no solo porque los costos de transporte son menores sino también porque esos programas son usualmente más conocidos que aquellos que operan en áreas alejadas.
Al analizar, bajo estos parámetros, la ubicación geográfica de los programas de turismo comunitario en la página de la FEPTCE, es evidente que, desde sus inicios, algunos programas tendrán más dificultades que otros en atraer turistas, si alguna vez lo consiguen…
Si la demanda es baja, la oferta poco variada y la seguridad y el acceso, limitantes de importancia, ¿por qué entonces cada vez más comunidades incursionan en este modelo de turismo? Es posible que todos estemos, de alguna manera, embarcados en un sueño que ha funcionado pocas veces, con la esperanza de que nos funcione una siguiente vez. Sin embargo, sin excluir esta posibilidad, creo que este patrón obedece también a otras causas más concretas y que involucran a los intereses de dos de los principales actores del turismo comunitario: los dirigentes de las comunidades, y las organizaciones que dan apoyo externo - usualmente fundaciones y/o instituciones de los gobiernos locales y regionales.
Al incorporar al turismo comunitario en los planes de vida de las comunidades, los dirigentes han encontrado una forma relativamente fácil de incluir, al menos en papel, a una buena parte de la comunidad. En otras palabras, estos proyectos son una herramienta comúnmente usada por los dirigentes para demostrar su gestión. Pero, en la práctica, el nivel de compromiso, responsabilidad y participación de los comuneros en los programas de turismo comunitario es muy variable y no siempre se corresponde con el patrón de distribución de los ingresos provenientes del programa (ya sea durante su desarrollo o su ejecución). Esta inequidad es el resultado del juego de intereses contrapuestos que existe en todas las comunidades humanas y que sólo un liderazgo fuerte, sabio y honesto puede controlar.
La profusión de proyectos para capacitar, diseñar y evaluar programas de turismo comunitario por parte de fundaciones y organizaciones afines es sorprendente si se contrasta con la escasez de proyectos y actividades que efectivamente lleven turistas a los programas. El mismo Ministerio de Turismo no se escapa de esta tendencia, tres de los cuatro componentes de su programa Consolida - Turismo Comunitario, son de asistencia técnica, capacitación e implementación de estándares de calidad, solo el último componente es de promoción (Ministerio de Turismo 2010). A nadie se le ocurriría negar la necesidad de la capacitación, evaluación y desarrollo de estándares adecuados para el éxito de un programa de turismo.
Sin embargo, mi impresión es que muchas de las fundaciones y agencias de cooperación se quedan allí porque es una forma mucho más fácil de demostrar gestión al presentar un informe con los resultados de una evaluación de unos pocos días o de un típico taller de capacitación (de dudosos resultados, considerando las metodologías modulares antipedagógicas que utilizan), que el abrir y efectivizar nuevos mercados, llevando turistas a un programa.
En este afán de capacitar y continuar capacitando suelen darse solapamientos entre las actividades de distintas organizaciones con efectos contraproducentes; lo que está sucediendo con el programa de turismo comunitario Sieco pai es un ejemplo. Cuando comenzamos a diseñar este programa con la nacionalidad Secoya, teníamos ya algunos años trabajando en un programa de investigación, rescate cultural y educación ambiental por lo que muchos de los comuneros tenían un nivel de capacitación por sobre el promedio. Al incursionar en el turismo comunitario reforzamos la capacitación y la enfocamos hacia esta actividad para formar guías y personal administrativo, y para facilitar el involucramiento y la cooperación de los comuneros en esta iniciativa. Trabajamos en ello intensamente durante dos años mientras construíamos la infraestructura turística, diseñábamos los productos y el plan de negocios del turismo, y establecíamos alianzas para promocionar y posicionar el programa. Durante ese tiempo y, sobre todo al final de esos dos años, nuevas organizaciones, incluyendo gobiernos locales y regionales, ofrecieron su apoyo a esta iniciativa; sin embargo, ese apoyo, en su mayoría, ha sido para capacitación en los mismos temas que ya fueron cubiertos. Me pregunto, ¿cuándo los comuneros van a aplicar sus extensos conocimientos teóricos si ninguna de estas organizaciones contribuye a aumentar el número de visitantes? ¿A qué tiempo los comuneros van a mantener la infraestructura existente y a atender turistas si la mayor parte de su tiempo la dedican a asistir a nuevos talleres de capacitación que les dan más de lo mismo?
La falta de coherencia entre las acciones y políticas de desarrollo del gobierno central es otro gran problema. Por un lado, se habla de apoyar a los programas de turismo comunitario y se gasta en esto recursos económicos y humanos (aunque muchos de ellos se diluyan en las capacitaciones y diagnósticos ya analizados) pero, por otro, se prioriza la explotación petrolera y minera en las áreas donde se desarrollan estos programas. Es indudable que las actividades de explotación, sobre todo a gran escala, tienen impactos serios sobre los ambientes y las culturas, aun cuando se realicen bajo los más altos estándares de calidad (cosa que lamentablemente todavía no sucede). Estos impactos son desastrosos para el turismo comunitario que basa su oferta en permitir que el turista experimente la vida de una comunidad rural, con una cultura particular - diferente a la que existe en buena parte del mundo globalizado -, en ecosistemas naturales relativamente bien conservados.
¿Qué hacer, entonces, ante todos estos problemas y obstáculos para el desarrollo del turismo comunitario? Para comenzar, creo que es hora de poner los pies sobre la tierra y aceptar que muchos de los programas propuestos de turismo comunitario no tienen los atributos y fortaleza necesarios para despegar, mantenerse y crecer. Esta aceptación debe significar el destinar a otros fines los fondos y esfuerzos que les eran asignados. Es hora también de usar nuestra imaginación y originalidad para proponer otras alternativas de producción y desarrollo sustentable en las comunidades. Esa es una tarea de todos, pero quienes tienen la responsabilidad final de evaluarlas y ponerlas en práctica deben ser los miembros de las comunidades sin la influencia de organizaciones externas que, en algunos casos, se han beneficiado de mantener el status quo o han demostrado no tener la capacidad de cambiarlo.
Las comunidades tienen un gran reto por delante y sólo podrán afrontarlo con éxito si se preocupan lo más pronto posible por mejorar sus sistemas de educación. Este es un proceso complejo y a largo plazo que no se basa en hacer los talleres relámpago de siempre; su objetivo final debe ser enseñarnos aquello que no nacimos sabiendo: que debemos respetar a nuestro prójimo - no haciéndole lo que no queremos que nos hagan a nosotros - y que nuestro prójimo son todas las criaturas vivas del planeta. Esa es, en mi opinión, la principal y tal vez la única regla del buen vivir.
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