El neoliberalismo, el liberalismo clásico y la búsqueda de la verdad en el diálogo político

Tomás Mandl

Analista Internacional, Freelance

tomas.manl@gmail.com

La utilización del concepto "neoliberalismo" tiene un efecto negativo en el debate político. Dado que no significa nada en concreto y que nadie levanta su bandera, el neoliberalismo distorsiona la validez de ideas y políticas relevantes para el desarrollo de los países. Para entender los problemas del neoliberalismo como concepto político y herramienta de persuasión es oportuno analizar lo que dice el liberalismo clásico sobre la búsqueda de la verdad en el debate político.

Es difícil encontrar un término más abusado por políticos y analistas latinoamericanos que “neoliberalismo”. No sólo es complicado saber bien qué es el “neoliberalismo” sino que nadie se auto identifica como “neoliberal”. A veces el término “neoliberalismo” es sinónimo de “capitalismo de amigos”, aquel en el cuál, políticos privatizan y liberalizan en favor de sus benefactores. Para los políticos del llamado “socialismo del siglo XXI”, el “neoliberalismo” es un concepto-chicle que explica cada uno de los actuales problemas y pasadas calamidades de la región. Otras veces, “neoliberalismo” equivale al llamado “Consenso de Washington”, el paquete de reformas del estado que se aplicaron vagamente durante la década de 1990.

En cualquier caso, el neoliberalismo como concepto resulta un serio escollo en la búsqueda de la verdad al generalizar incoherentemente diversas visiones que difieren notoriamente en su origen y alcance. El neoliberalismo recuerda al tango “Cambalache” cuando dice, “Vivimos revolcaos en un merengue y en el mismo lodo todos manoseados.” En consecuencia, su utilización en el discurso político enturbia las aguas y promueve un debate pueril sobre políticas públicas sumamente relevantes para el bienestar de las sociedades.

Consideremos un reciente ejemplo ecuatoriano. El 27 de febrero de 2010, Marlon Santi, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), convocó a marchar contra el gobierno del presidente Rafael Correa y explicó, “Se realizarán acciones de protesta concretas en contra de las políticas neoliberales aplicadas por el Gobierno Nacional"1. La acusación de Santi suena absurda frente a quien, como Correa, considera que los problemas de su país resultan de una “larga y triste noche neoliberal"2.

¿Cómo resolver tamaña confusión? Lamentablemente, ello no es posible, ya que la incongruidad del concepto neoliberalismo hace que tanto Santi como Correa puedan alegar que tal calificativo no les corresponde. El resultado es que un debate central del país—la explotación de recursos naturales—pierde lucidez y se empantana en una retórica inconducente a la búsqueda de la verdad.

La búsqueda de la verdad no tolera embusteros

Leer o escuchar las diatribas en contra del neoliberalismo recuerda a la tesis del filósofo estadounidense Harry Frankfurt, quien en su libro “On Bullshit” describió la diferencia entre los mentirosos y los embusteros (bullshitters)3. De acuerdo a Frankfurt, el embustero es nocivo para la sociedad ya que, a diferencia del mentiroso, no tiene respeto por la verdad. Como explica Frankfurt, es imposible para alguien mentir sin saber la verdad; el mentiroso responde a la verdad y, en este sentido, la respeta. El embustero, en cambio, no tiene respeto por la verdad y por eso no le importa si lo que dice tiene relación alguna con la realidad. Según Frankfurt, el embustero no necesariamente trata de engañar con respecto a la información que utiliza, pero si encubre sus verdaderas intenciones. La herramienta del embustero es la media- verdad, un artilugio que corrompe la búsqueda de la verdad.

En este sentido, es apta la descripción de Enrique Ghersi, para quien el neoliberalismo es una "palabra-comadreja". Como explica Ghersi, este concepto tiene su origen en FA Hayek, quien describió, "un viejo mito nórdico que le atribuye a la comadreja la capacidad de succionar el contenido de un huevo sin quebrar su cáscara. Hayek sostuvo que existían palabras capaces de succionar a otras por completo su significado."4 Algo similar establece Mario Vargas Llosa, cuando asevera que, "Un ‘neo' es alguien que es algo sin serlo, alguien que está a la vez dentro y fuera de algo, un híbrido escurridizo, un comodín que se acomoda sin llegar a identificarse nunca con un valor, una idea, un régimen o una doctrina. Decir ‘neoliberal’ equivale a decir ‘semi’ o 'seudo' liberal, es decir, un puro contrasentido. O se está a favor o seudo a favor de la libertad, como no se puede estar ‘semi embarazada', ‘semi muerto', o ‘semi vivo'“.5

En definitiva, ni la búsqueda de la verdad ni el bien común pueden construirse en base a necias generalidades o medias verdades. En este sentido, tal búsqueda no puede basarse en epítetos como "neoliberal" que buscan descalificar ideas sin preocuparse por el valor intrínseco y concreto de los argumentos de fondo. El neoliberalismo como táctica retórica que busca asimilar oponentes ideológicos/ filosóficos bajo un mismo paraguas, distorsiona la validez de argumentos sin atender sus fundamentos específicos. Es por eso que, para aquel inclinado a usar etiquetas a la hora del debate político, el liberalismo clásico liso y llano constituye un marco más claro y coherente que el neoliberalismo, y que además cuenta con promotores explícitos. Veamos entonces que tiene que decir el liberalismo clásico sobre la búsqueda de la verdad en el debate político.

¿Qué dice el liberalismo clásico sobre la verdad?

Con respecto a la verdad, la esencia del liberalismo es el reconocimiento de que justamente ningún individuo posee por si sólo la verdad absoluta. Por eso, los liberales ven al mercado como un sistema de información insuperable que a través del sistema de precios ha demostrado ser mejor que un líder político o que una oficina burocrática o que una comisión de tecnócratas a la hora de brindar información adecuada y coordinar las actividades que promueven la prosperidad de las personas.

Sin embargo, es igualmente central al liberalismo, aprehender que el mercado no es un medio para obtener fines específicos. El proceso de intercambio voluntario y descentralizado entre personas adultas conocido como "mercado" es para el liberal un fin en sí mismo como mecanismo fundamental de defensa de la libertad individual de las personas, pero también como una especie de contrato social menos malo que todos los otros que se han probado6. En consecuencia, para el liberalismo lo más relevante es que se respete el proceso espontáneo y descentralizado que define al mercado y no tanto sus resultados concretos.

En efecto, el concepto de neoliberalismo que sale de las bocas de varios líderes latinoamericanos es el de un sistema construido intencionalmente por un grupo de personas que, en su versión más burda, buscan promover el dominio de una oligarquía a costa de una mayoría que vive en la pobreza. Sin embargo, uno de los puntos centrales del liberalismo es la protección de la espontaneidad de los procesos sociales. El liberal entiende que los procesos sociales son complejos y enmarañados en dinámicas que ningún ser humano individualmente puede controlar. En consecuencia, el neoliberalismo tal cual lo explican sus detractores es intrínsecamente "iliberal" en el sentido que viola el principio de espontaneidad que promueve el liberalismo. Por ejemplo, nadie decidió el por qué en Buenos Aires se escucha tango y en Santa Marta ballenato o por qué en Santiago se comen empanadas y en Caracas arepas. El liberal ve estas costumbres con indiferencia ya que entiende que son el resultado del agregado de voluntades individuales actuando en forma descentralizada. A diferencia del liberal, el supuesto neoliberal explícitamente decide quién come empandas y quien escucha ballenato.

Lo anterior es otra forma de expresar lo que el pensador escocés del siglo XVIII Adam Ferguson definió como conocimiento o instituciones resultantes de la acción humana y no del designio humano7. Dado que los fenómenos sociales resultantes de la acción humana colectiva son inextricables (no tienen valores uniformes pasibles de medición) e impredecibles (son basados en información que literalmente no existe), la acción política que busca moldearlos es sumamente problemática. Como lo describió F. A. Hayek en "El uso del conocimiento en la sociedad", el conocimiento que cimienta a los fenómenos resultantes de la acción humana es aquel de las "circunstancias particulares de tiempo y espacio". De acuerdo a Hayek, en estas circunstancias, "cada individuo tiene alguna ventaja sobre el resto ya que posee información única que puede usar para su beneficio pero que puede utilizar solamente si la decisión sobre su uso se supedita a la persona o se toma con su activa cooperación".8 Dicho de otro modo, todos podemos leer una receta de "arroz con leche" pero sólo nuestra abuela lo puede preparar bien.

El liberalismo clásico ante la visión romántica de la política

De todos modos, el liberal no es indiferente a los resultados político-económicos que el mercado produce. Dentro del liberalismo hay un debate fecundo sobre qué hacer con aquellas personas menos beneficiadas por condiciones que están más allá de su control, como las disposiciones genéticas, las discapacidades innatas o simplemente la suerte y que no le permiten beneficiarse plenamente del mercado. Pero justamente debido a que la búsqueda de la verdad es tan difícil, el liberalismo busca limitar la capacidad del poder político de determinarla, bajo el entendido de que ella no se puede decretar o aprobar por mayoría simple. Ciertamente, un liberal encuentra favorable las reformas promovidas por el "Consenso de Washington" porque promueven la preponderancia del mercado sobre el estado. Sin embargo, todo liberal sabe que la prosperidad económica no se alcanza siguiendo una lista de reformas dictadas por tecnócratas e impuestas coercitiva y unilateralmente sobre la sociedad.

El liberal parte de la premisa de que lo importante es lo que los individuos hacen y no lo que dicen que hacen/ harán. Así es que el liberal se alarma ante la tendencia a reclamar más intervención estatal sin detenerse en los serios problemas institucionales estructurales que existen a priori y que han marcado la experiencia de los países subdesarrollados. Fundamentalmente, los efectos nocivos que se le atribuyen al neoliberalismo en todas sus variantes son los mismos que afligen a cualquier sistema político- institucional en el que un grupo de políticos tiene poder incontrolado sobre la economía local. Específicamente, la inherente predisposición rentívora (rent-seeking) y "riesgo moral" (moral hazard) que determinan el actuar de los políticos, y que se le atribuyen al neoliberalismo, no desaparecen con mayor intervención del estado, sino que se amplifican.

Por ende, el liberalismo desconfía de todos los políticos por igual, sean de izquierda o de derecha, porque entiende que el sistema de incentivos que imponen las instituciones democráticas sobre los políticos es conducente a excesos y perversiones. En particular, el liberal tiene una visión realista de la naturaleza humana y concluye que cualquier persona puesta bajo incentivos viciados actuará en forma viciosa. Quizás el peor incentivo que tienen los políticos—y de los más temidos por los liberales—es el uso de recursos económicos ajenos, el cual históricamente ha dado lugar a enormes despilfarros y a consecuencias negativas para los miembros más infortunados de la sociedad. Consecuentemente, el liberal es activamente pesimista sobre la capacidad de los políticos de promover objetivos abstractos, como "prosperidad nacional" o "buen vivir", que suponen el uso forzoso y extensivo de los ingresos de los ciudadanos por parte del estado.

En este contexto, es erróneo asumir que la acumulación de tareas por parte del estado no es potencialmente problemática y pretender que el único obstáculo para políticas públicas efectivas son líderes o partidos políticos específicos. La solución a los problemas sociales no reside simplemente en elegir al líder o partido político "correcto". Así es que tiene poco sentido afirmar que las políticas estatistas intervencionistas aplicadas en el pasado fallaron porque no se aplicaron "adecuadamente" o por falta de liderazgo visionario.

Además, es necesario tener en cuenta que la aplicación de políticas públicas sobre el resto de la sociedad tiene consecuencias concretas en términos de ganadores y perdedores. El crítico del neoliberalismo tácitamente sostiene que las acciones humanas, y fundamentalmente las políticas públicas, no necesariamente tienen que renunciar a un objetivo en pos de otros objetivos (lo que en inglés se llaman "trade-offs"). En estos términos, el neoliberalismo sería especialmente nefasto ya que, a diferencia de otros sistemas e instituciones, busca promover políticas que sólo benefician a una parte de la sociedad. Sin embargo, las políticas neutras en su impacto societal o que beneficien a toda la sociedad por igual o promuevan un supuesto bien común son la excepción. De hecho, lo que manifestó Adam Smith en 1775 continúa siendo atinado en 2010: "Poco más es requisito para llevar a un estado al máximo grado de opulencia desde el más bajo nivel de barbarismo que paz, impuestos bajos y una administración tolerable de justicia. Todo el resto llega a través del curso natural de las cosas."9

Derechos universales y "colonialismo intelectual"

Algo que une a los críticos del neoliberalismo y que los diferencia del liberalismo clásico es su visión restringida de los derechos humanos, la cual prescribe el valor de ciertas ideas de acuerdo a su origen geográfico. Contrariamente, el liberalismo es apátrida en su concepción universal de derechos humanos básicos como la vida, la libertad y la propiedad privada. Es decir, el liberalismo no cree que estos derechos se apliquen a una región geográfica ("el Norte" o el "Tercer Mundo") y a otras no. Claramente, las instituciones que emergen en un país dado tienen su origen en determinada cultura y dinámicas históricas locales, pero ellas no alteran la validez e intemporalidad de estos derechos independientemente de su cultura, etnia o género. Dado que el liberal se toma en serio las libertades individuales de todos los seres humanos, desconfía de conceptos que otorgan cheques en blanco a estados nacionales como "política patriótica", "interés nacional" o "soberanía económica" y que buscan imponer una visión centralizada del comportamiento humano y restringir todos o algunos de estos derechos básicos.

En este sentido, acusaciones que se le estampan al neoliberalismo como "colonialismo intelectual" o "ideas del Norte", representan para el liberal una falacia que surge de premisas desinformadas. Como fue dicho anteriormente, conceptos que incluyen al colectivo en su bienestar son imposibles de determinar por designio humano ya que resultan de la acción humana individual y descentralizada ex post. Por ejemplo, en un mundo ideal liberal, los ciudadanos serían completamente libres de elegir con quien comerciar, y en igual condiciones, con personas que se encuentran dentro de los límites territoriales de un país o con personas que se encuentran fuera de ellos. El resultado agregado de estas transacciones al cabo de un año constituiría la única muestra cabal del interés nacional con respecto al comercio.

Vale decir que la universalidad del derecho a comerciar libremente se asienta en evidencia empíricamente irrefutable—que ya Adam Smith en el siglo XVIII señalara—que indica que la división del trabajo posible dentro de una economía ampliamente libre es la fuente principal de prosperidad del ser humano. Cuanto más amplio el mercado, más amplia la división del trabajo y mayor el número de productos y servicios disponibles. Tiene poca relevancia si la amplitud del mercado se basa en el comercio entre miembros de ciudades vecinas dentro de un país dado, o entre países de una misma región o entre distintos continentes. Esta concepción universal del derecho humano a comerciar libremente se aplica de igual modo al derecho del ciudadano a cambiar sus preferencias de consumo. Si fuera lógico o necesario restringir el comercio entre países bajo la justificación de un supuesto impacto negativo sobre el mercado laboral, sería coherente restringir también el cambio de opinión de las personas con respecto a bienes y servicios y cuyo impacto en los mercados laborales es tan o más grande.

La presunción de que la libertad individual de comercio es valiosa para toda la sociedad no es una necia ideología. De lo contrario, más de 100 años de intentos fallidos de controlar el ciclo económico y de promover objetivos colectivos a través del estado han demostrado que la mejor estrategia consiste en facilitar la iniciativa individual. Dos ejemplos contundentes de los últimos años así lo demuestran. En 2008 la Comisión de Crecimiento y Desarrollo del Banco Mundial liderada por dos premios Nobel en Economía (Michael Spence y Robert Solow) publicó sus resultados luego de varios millones de dólares en investigación y llegó a la siguiente conclusión: "Es difícil saber cómo una economía responderá a una política pública dada, y la respuesta correcta actual puede que no se aplique en el futuro"10. Mientras tanto, una reciente recopilación de estudios del desarrollo por parte de las luminarias académicas del tema concluyó: "Quizás hacer que el crecimiento suceda está definitivamente más allá de nuestro control"10.

Reflexiones finales

En el mundo del siglo XXI el conocimiento se encuentra disperso y en niveles de complejidad jamás experimentados. Gracias a nuevas tecnologías e innovaciones cada ser humano tiene acceso y capacidad de procesar información como nunca en la historia de la humanidad. No obstante, la cantidad y la calidad de las ideas políticas no han variado radicalmente en los últimos dos siglos. La caída del Muro de Berlín hizo dejar de lado la versión más extrema de ideas añejas que proponen restringir la libertad individual de las personas en pos de objetivos colectivos. Empero, en América Latina muchas de estas ideas restrictivas de la libertad han recobrado en la actualidad un nuevo impulso.

Lamentablemente, el viejo debate entre ideas que promueven la libertad e ideas que la restringen en nombre de otros valores ha perdido claridad debido a la aparición de conceptos que lo enturbian y previenen su dilucidación. Fundamentalmente, el uso del término "neoliberalismo" ha rebajado el debate político a una reyerta de epítetos con graves consecuencias para la delicada búsqueda de la verdad. He ahí la razón por la cual es necesario que el neoliberalismo expire como elemento constitutivo del debate político. El neoliberalismo es inconducente al diálogo político efectivo porque pretende sustituir o confundir un grupo de ideas filosóficas que existen hace más de 200 años (liberalismo) con políticas relativamente recientes que en muchos casos son "iliberales". Por eso, quienes aspiran a un debate relevante de ideas debieran prescindir del neoliberalismo como herramienta de persuasión. En definitiva, la presencia del concepto neoliberalismo en el debate político sólo sirve para confirmar los argumentos liberales sobre el sombrío rol del estado y los políticos en la búsqueda de la verdad.

Referencias

1 El Comercio, “La Conaie anuncia un paro progresivo”, Sábado 27 de febrero de 2010. Dirección URL:http://www. elcomercio.com/noticiaEC.asp?id_noticia=337472&id_ seccion=3[Consulta: 27 febrero 2010]

2 Ver Rafael Correa, Ecuador: de Banana Republic a la No República, Debate, 2009.

3 Harry G. Frankfurt, On Bullshit, Princeton University Press, 2005.

4 Enrique Ghersi, “El mito del neoliberalismo”, Instituto Independiente, Marzo de 2007. Dirección URL: http://independent.typepad.com/elindependent/2007/03/el_mito_del_ neo.html[Consulta: 17 marzo 2010]

5 Mario Vargas Llosa, “El liberalismo entre dos milenios”, 1998. Dirección URL:http://espanol.groups.yahoo.com/group/Gran-Colombia/message/1397 [Consulta: 7 marzo 2010]

6 Parafraseando una frase que se le atribuye a Winston Churchill y que define a la democracia como, “el peor de los sistemas excepto todos los demás”.

7 Adam Ferguson, “An Essay on the History of Civil Science”, 1767. Dirección URL: http://socserv2.socsci.mcmaster.ca/~econ/ugcm/3ll3/ferguson/civil3 [Consulta: 17 marzo 2010]

8 F. A. Hayek, “The Use of Knowledge in Society”, Septiembre 1945. Dirección URL: http://www.econlib.org/library/Essays/hykKnw1.html [Consulta: 17 marzo 2010]

9 Citado en C. Peter Timmer, “How Countries Get Rich”, Center for Global Development Brief, Febrero 2006, página 1. Dirección URL: http://www.cgdev.org/files/6238, file_How_Countries_Get_Rich.pdf [Consulta: 1 abril 2010]

10 Commission on Growth and Development, “The Growth Report. Strategies for Sustained Growth and Inclusive Development”, The International Bank for Reconstruction and Development / The World Bank, 2008, página 29. Dirección URL: http://cgd. s3.amazonaws.com/GrowthReportComplete.pdf [Consulta: 10 marzo 2010]

11 Abhijit Vinayak Banerjee, “Big Answers for Big Questions: The Presumption of Growth Policy” en Jessica Cohen y William Easterly (editores), What Works in Development? Thinking Big and Thinking Small, Brookings Institution Press, 2009, página 219.