Incertidumbre. Esperanza. 

Durante los primeros meses de la pandemia, a mediados de abril del año en curso, compartí unas breves reflexiones en la plataforma virtual En Cuarentena (2020) acerca de cómo la tarea de planificar, habitual para quienes nos dedicamos a tareas administrativas, se había convertido en un desafío mayor. Ante la falta de respuestas fáciles y certeras, mucho de lo que tenía que ser cumplido de forma inmediata, en un futuro cercano, o a un plazo mayor, tuvo que ser postergado “hasta nuevo aviso,” o “hasta que la situación mejore,” o “hasta que las autoridades lo permitan,” o “hasta que podamos reanudar las rutinas habituales,” o “hasta que…”. 

La fecha de expiración de ese “hasta que…” era y sigue siendo tentativa.  Creímos que el confinamiento iba a durar un par de semanas. No fue así. Creímos que íbamos a reanudar nuestras actividades académicas presenciales, primero en mayo, luego en agosto, y tampoco fue así. Las expectativas para septiembre, al finalizar el estado de excepción, eran ya muy poco confiables. Aunque ahora esperamos volver a cierta presencialidad para enero de 2021, los rebrotes del virus en Ecuador y otras partes del mundo, así como la todavía incierta aparición de una vacuna, mantienen nuestras dudas en estado de alerta.  Algunos deadlines sí se han mantenido, otros se han extendido hacia una fecha futura (incierta) y otros simplemente ya se cancelaron porque su cumplimiento requería de certezas, imposibles en tiempos de una pandemia originada por un virus cuyo comportamiento todavía es científicamente impredecible. 

En abril, yo estaba dispuesto a creer que esta experiencia compartida de incertidumbre tenía la potencialidad de hacernos más humildes, más adaptables, más dispuestos a negociar y a mirar hacia afuera de nosotros mismos y de nuestras estrechas e inflexibles certidumbres. Ahora ya no estoy tan seguro. Lamentablemente, conforme pasaron las semanas y los meses, la situación del coronavirus se volvió más difícil, tanto en nuestro país como en otras partes del mundo. Encontrar destellos de esperanza en el contexto de una situación mundial que nos forzó al confinamiento, y desde el cual atestiguamos la fragilidad de la salud, de la economía, de la sociedad y de la vida misma, se convirtió en una tarea extremadamente difícil.  

En uno de los videos de la serie titulada The World After Coronavirus, producida por Pardee School of Global Studies de Boston University (2020), la filósofa Judith Butler reflexiona sobre el futuro de la esperanza después de la COVID-19. En el video, titulado The Future of Hope y subido a YouTube en el mes de julio, Butler dice que preguntas sobre la esperanza emergen de dos fuentes: o bien de situaciones de desesperación, las cuales buscan algún tipo de consuelo frente a la desolación; o bien de aquellas acciones llevadas a cabo por personas y grupos que enfrentan las dificultades o consecuencias de situaciones desfavorables. La esperanza no siempre está ahí para hacernos compañía cuando la enfermedad y la muerte están cerca de nosotros, o cuando las incertidumbres sanitarias, que no solo han afectado individuos sino poblaciones enteras, resuenan con incertidumbres económicas, políticas y sociales preexistentes y las amplifican, haciéndolas más crudas y más evidentes. 

Pero el segundo tipo de esperanza que menciona Butler es al que tenemos que ponerle más atención. Esta forma de esperanza se evidencia, por ejemplo, en los activismos y en los movimientos sociales que buscan la transformación del mundo a través de sus luchas en contra de la destrucción del medio ambiente, la discriminación, la violencia o las injusticias de todo tipo; en los gestos de solidaridad que emergen lateralmente entre individuos, grupos y comunidades quienes, más allá de los vínculos familiares, se organizan espontánea y desinteresadamente para ayudarse y cuidarse mutuamente; o también en las comunidades científicas que han establecido lazos internacionales de cooperación para estudiar el virus y para encontrar tratamientos y vacunas. Los intentos de luchar por un mundo mejor, la solidaridad, las manifestaciones de cuidado mutuo y de cooperación son claros signos de esperanza.

Y me atrevo a decir que la esperanza también está aquí, en los esfuerzos de quienes organizan y participan en eventos como Periodismo en Debate año tras año. La esperanza anima el ejercicio y la reflexión sobre el periodismo y, en este volumen, hay claras evidencias de gente que lucha por un mundo mejor, que manifiesta formas de solidaridad y cuidado en medio de la COVID-19, o que teje lazos de cooperación y ayuda mutua. Butler nos advierte sobre formas de esperanza que emergen de la negación de la realidad y, en Formatos periodísticos del siglo XXI: edición especial COVID-19, también hay artículos que examinan, de forma crítica, intentos puntuales por encubrir, tergiversar o negar realidades  a través de fake news. Y hay también análisis sobre las polarizaciones ideológicas que emergen de aquellas estrechas e inflexibles certezas que nos conducen a considerar el posible valor de la incertidumbre. Invito a quienes tienen en sus manos esta cuarta edición de #PerDebate a tener en mente la esperanza al momento de sumergirse en la lectura de los artículos aquí publicados.

Referencias

BU Pardee Center. (24 de julio de 2020). The World After Coronavirus: The Future of Hope | Judith Butler [Video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=6K-rYp4mqsw

En Cuarentena. (2020). Recuperado de https://encuarentena.life/es/