Pese a que la frontera colombo-ecuatoriana ha sido objeto de tensiones desde la implementación del Plan Colombia en 2000, la firma del proceso de paz del Estado colombiano con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016 (EFE, 2018) y la aparición de grupos disidentes de la guerrilla colombiana en el territorio han traído nuevas tensiones a las provincias limítrofes ecuatorianas (El Comercio, 2018). Esto ocurrió cuando en enero de 2018, un coche bomba explotó frente al Comando Policial de San Lorenzo, Esmeraldas (La Hora, 2018).
El autor del atentado, el grupo disidente de la guerrilla colombiana Frente Oliver Sinisterra (FOS), también fue responsable del secuestro y asesinato de los tres miembros de un equipo periodístico de diario El Comercio. Este hecho, en particular, ha convertido a la zona en un escenario donde los medios de comunicaciónpasaron de narradores a formar parte de la acción.
Militares y policías resguardan el último retén antes de Mataje Nuevo. Nadie puede ingresar al pueblo sin una autorización explícita y una escolta militar.
En la academia ecuatoriana la cobertura mediática de la frontera norte ha sido también objeto de interés. Así, Cerbino, Ramos y Rodríguez (2015) sostienen que esta se caracterizó por una agenda alrededor de temas como narcotráfico, explotación de recursos, terrorismo y contrabando. Esos autores mantienen que “al intentar representar la frontera, el criterio casi único de lo mediatizable es la violencia” (p. 253). El estudio, realizado como un análisis de los contenidos de medios escritos nacionales, regionales y locales, se centra en los contenidos, la agenda periodística y la influencia de los medios en la construcción de discursos sobre la frontera.
A escala mundial, en cambio, hay trabajos que abordan los peligros del ejercicio periodístico, las dinámicas alrededor de la cobertura periodística y prácticas periodísticas. Un análisis de la cobertura transfronteriza entre México y Estados Unidos alrededor del tema del narcotráfico concluyó, en cambio, que en sitios donde la influencia de grupos narcotraficantes es fuerte, se crean zonas de silencio por la censura que estos grupos imponen mediante la violencia, así como la falta de acceso de información a fuentes oficiales (Medel, 2010). En este sentido, las prácticas se han visto afectadas desde la pérdida del principio de competitividad entre medios, las fuentes que se cubren y los protocolos para hacer las coberturas.
En el caso colombiano, los periodistas locales ponen su vida en riesgo por la falta de formación profesional adecuada y han cedido independencia informativa a cambio de acceso a las fuentes oficiales, paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes; esto los ha convertido en cajas de resonancia que reproducen información sin análisis (Tamayo y Bonilla, 2013). Al igual que en México, se han desarrollado protocolos de seguridad periodística.
De ambos estudios internacionales se concluye que la violencia hacia periodistas por parte de grupos guerrilleros y narcotraficantes tiene un profundo efecto en las prácticas periodísticas, llevando en algunos casos a la autocensura.
Pocos estudios se han enfocado en los cambios que la influencia del narcotráfico, la presencia militar de ambos países y el actuar de grupos guerrilleros en la zona de la frontera norte ecuatoriana han provocado en las prácticas periodísticas de los medios de la región.
Se debe considerar la importancia de la frontera como espacio de encuentro cultural entre dos países y a los fronterizos, incluidos los periodistas, como creadores de imaginarios y prácticas que influencian en la concepción global de la frontera desde la política, economía y cultura (Tobar Subía, 2010).
En un contexto en el que la violencia contra los periodistas regionales, especialmente de la provincia de Esmeraldas, ha aumentado exponencialmente, así como la demanda de estos temas violentos, es posible que las prácticas de los periodistas locales se hayan visto afectadas como en los casos de Colombia y México.
De allí la necesidad de ampliar el estudio respecto a las prácticas periodísticas, la seguridad de quienes ejercen el oficio en la región y las consecuencias del incremento de la violencia en la frontera norte ecuatoriana. Se espera que esto ayude a mejorar la calidad de la producción periodística de la zona y permita a los periodistas encontrar alternativas para cubrir temas en zonas de violencia, en especial en dicha zona fronteriza.
Así, el objetivo de la presente investigación es determinar si las prácticas de los periodistas locales ecuatorianos se han visto modificadas a partir de la violencia transfronteriza, especialmente desde la explosión del coche bomba en San Lorenzo, o si no han sufrido alteraciones que afecten su producción periodística.
La perspectiva metodológica que guio este trabajo fue la entrevista a profundidad complementada por la etnografía para responder a la hipótesis sobre si las prácticas de los periodistas locales ecuatorianos se han visto modificadas a partir de la violencia transfronteriza, especialmente desde la explosión del coche bomba en San Lorenzo, o si no han sufrido alteraciones que afecten su producción periodística. La etnografía se define como un proceso de investigación en el que el investigador observa la vida cotidiana del objeto de estudio y participa en ella (Marcus y Fischer, 2000).
El uso de la etnografía para la presente investigación buscó establecer las actuales prácticas cotidianas de quienes están involucrados en todo el proceso de la producción de contenidos periodísticos en la frontera colombo-ecuatoriana. Por prácticas periodísticas se entiende todo el proceso de generación de contenidos para los medios de comunicación basados en información veraz y relevante para la ciudadanía (Rodríguez, 2005).
Ese método ayudó a determinar quiénes son los actores en la dinámica de riesgo y seguridad periodística en la zona de frontera, cómo han cambiado las relaciones entre estos actores antes y después de la explosión del coche bomba y cómo la secuencia de eventos en los que la violencia y la proximidad de grupos guerrilleros en la frontera influyó en la organización de la actividad periodística. Estas preguntas corresponden a los criterios de interés de la investigación etnográfica (Becker, 1996).
Los actores sociales del tema fueron:
Estos actores fueron seleccionados siguiendo el tercero y el cuarto criterios propuestos por Taylor y Bogdan (1975) para la selección de informantes, según los cuales son seleccionables los actores especialmente afectados por el tema de observación y por el grado de entrenamiento profesional. Todos los entrevistados han trabajado en la zona durante al menos una década.
La observación etnográfica se combinó con entrevistas a profundidad con los actores sociales mencionados. Esto tuvo como objetivo utilizar el segundo tipo de entrevista de profundidad establecido por los mismos autores, el cual busca el aprendizaje de acontecimientos que no se pueden observar directamente (Taylor y Bodgan, 1975). Las entrevistas permitieron establecer la percepción de los actores respecto a su propia seguridad, acceso a la información y eficacia en la generación de contenidos después del atentado.
De acuerdo con lo observado en casos similares de zonas afectadas por violencia y narcotráfico en Colombia y México (Tamayo y Bonilla, 2013; Medel, 2010), las preguntas de estas entrevistas giraron en torno a los siguientes temas: implementación de redes de colaboración con reporteros de otros medios de la zona, existencia de zonas de ‘apagones informáticos’, regulaciones de seguridad establecidas como política del medio de comunicación, relación con las fuentes y percepción de niveles de riesgo de acuerdo con el medio para el que trabaja el periodista.
La sistematización de la información lograda por las entrevistas proveyó de insumos para la comparación de las prácticas periodísticas antes y después de la explosión del coche bomba.
Los niños de Mataje están acostumbrados a la presencia de uniformados. Todos los días van a la escuela de fútbol de las Fuerzas Armadas.
Aunque todos los entrevistados coinciden en que hacer coberturas en frontera conlleva un gran riesgo para los periodistas, hay discrepancias respecto a qué evento disparó el inicio de la violencia.
En particular, Víctor Gómez, de Radio Sucumbíos en la provincia de Sucumbíos, y Daniel Hidalgo de Canal 20, en Esmeraldas, consideran que el nivel de violencia en la zona no se ha incrementado de manera significativa. Ambos entrevistados, a diferencia del resto, no trabajan para medios nacionales, sino locales. “Como le digo, no ha cambiado mucho la cosa aquí, siempre ha sido peligroso para nosotros” (Hidalgo, entrevista personal, 2018). Por su parte, Gómez señala que, incluso con el cambio de actores del conflicto armado colombiano, se mantienen ciertas dinámicas de espionaje por parte de estos grupos que, tanto antes como después del atentado en San Lorenzo, han conllevado un riesgo significativo para los periodistas.
Como grupos armados tienen mucha inteligencia. Ellos tienen a mucha gente en cada pueblo actuando de civil; son gente que está de común y corriente en las calles, en los recintos. Entonces, ahí están escuchando, están viendo quién entra... en una entrevista con quién conversa, qué dice [...]. Esa ha sido la dinámica siempre. (Gómez, entrevista personal, 2018)
Los periodistas que trabajan en la provincia de Carchi coinciden con esta visión. Tanto Washington Benalcázar, coordinador de El Comercio en la Sierra norte, como Ricardo Cabezas, de La Hora, consideran que la violencia en la zona ha venido en aumento al menos desde la última década.
Para Cabezas (entrevista personal, 2018), el factor desencadenante de la violencia es el abandono de las poblaciones fronterizas por parte del Estado ecuatoriano, lo cual ha permitido una proliferación de actividades ilícitas por parte de varios grupos en la zona. Según este entrevistado, la situación solo ha ido empeorando desde entonces.
Por su parte, Benalcázar considera que el atentado en San Lorenzo fue solo un evento más en una serie de factores que han complicado la labor periodística en la zona de frontera en la última década. Esta serie incluye la migración colombiana, la firma de paz con las FARC y la aparición de grupos disidentes. Benalcázar fue el único de los entrevistados que mencionó una situación externa al conflicto armado que han problematizado la producción periodística: la Ley Orgánica de Comunicación. “[H]abía un discurso del Gobierno contra los periodistas [...], personalmente, me iba a realizar trabajos en algunas localidades cercanas y había personas que me decían [...] ‘No, no, no con la prensa porque la prensa es corrupta’” (Benalcázar, entrevista personal, 2018).
Finalmente, Manuel González, editor de diario La Hora Esmeraldas, y Jesús Castillo, periodista freelance del departamento colombiano de Nariño consideran que existe un claro antes y después en la zona de Esmeraldas y Nariño. Para Castillo, esto está marcado por la firma de la paz, mientras que para Gonzáles, (entrevista personal, 2018) el atentado en San Lorenzo fue el punto de quiebre. “El 27 [de enero] marcó un antes y un después en el periodismo”.
Miembros del Grupo de Intervención y Rescate de la Policía vigilan Mataje.
Un punto en el que coincidieron todos los entrevistados fue en que la relación con las fuentes se ha visto severamente modificada en los últimos meses. Esto surge a raíz del cambio en los actores del conflicto armado colombiano.
Todos los entrevistados describieron un proceso similar para entrevistar a miembros de la guerrilla colombiana cuando las FARC operaban en la zona: tener una persona que hiciera el contacto con el mando del grupo; describir claramente lo que se esperaba lograr de la entrevista; entrar en territorio, hacer lo descrito y salir.
Sin embargo, la aparición de nuevos grupos en la zona ha generado incertidumbre sobre los procesos que se deben seguir para dialogar con los actores del conflicto armado. El cambio en la ideología política de estos grupos ha hecho que la prensa les resulte incómoda (Cabezas, 2018, entrevista personal). Por otra parte, “de las FARC sabíamos que tenían su declaración de que no actuaban bélicamente en Ecuador, que respetaban el territorio y que nunca iban a hacer un atentado contra las Fuerzas Armadas o un atentado contra los civiles” (Gómez, entrevista personal, 2018).
Esa incertidumbre es la principal fuente de temor en los periodistas que trabajan en la zona; Víctor Gómez admite que él no tiene ningún interés en establecer una relación con estas fuentes tras lo ocurrido con sus colegas de El Comercio .
De lo observado en la etnografía, cabe destacar que los temas relacionados directamente al conflicto armado no reciben una cobertura diaria, en promedio, Gonzáles accede al territorio fronterizo cada tres meses. Solo uno de los temas que cubrió el periodista en el período de observación estuvo relacionado con el narcotráfico. Para este tema no se utilizaron fuentes relacionadas al conflicto o actores del narcotráfico.
Esta mujer ha vivido toda su vida en Mataje. Ni la violencia de los disidentes ni la intervención militar han sido suficientes para motivarla a salir.
Acerca de la relación con otras fuentes, existen dos tendencias marcadas. La primera, es compensar la falta de acceso a agentes del conflicto armado y a zonas de riesgo por medio del uso de una polifonía de voces locales. La segunda, es utilizar fuentes oficiales, citadas de forma directa, para evitar represalias por parte de los grupos armados.
Los periodistas en la zona de Esmeraldas y Nariño son quienes se adhieren a la primera tendencia. Gonzáles desconfía de las fuentes oficiales, las cuales, explica, podrían ser informantes de grupos delictivos (entrevista personal, 2018). Tanto él como Jesús Castillo coinciden que el mejor método para verificar una información y lograr un panorama completo de un hecho consiste en recurrir a varias fuentes locales, incluso si estas no son citadas en el producto final (Castillo, 2018; Gómez, 2018, entrevistas personales).
Cuando una fuente da su versión de un hecho “alguien más tiene que haber sufrido un contexto similar. Porque, por lo general en frontera no hay un hecho particular, son hechos masivos. O sea, ocurre en una comunidad” (Gonzáles, entrevista personal, 2018). Castillo (entrevista personal, 2018) afirma que no es necesario hablar con los autores de los hechos violentos, sino con las comunidades afectadas por los mismos, pues su información también es de primera mano.
Durante la etnografía se observó que la mayoría de las fuentes a quienes Gonzáles entrevistó, ya sea para temas relacionados a narcotráfico o no, fueron personas locales. En particular, un tema respecto al robo de lanchas de pescadores por parte de grupos relacionados al narcotráfico se centró principalmente en un pescador víctima de un atraco. Temas relacionados a la comunidad como salud o la reubicación de familias en un albergue también tuvieron a los pobladores de la zona como fuentes destacadas.
Al menos dos fuentes oficiales entregaron información de manera extraoficial, con solicitud previa de la información; las autoridades oficiales fijaban cita para una entrevista o rueda de prensa sobre el tema. Uno de los temas se publicó sin la versión oficial, pese a que se obtuvo comentarios de un funcionario de manera extraoficial. En otro tema, las fuentes oficiales se pronunciaron luego de una publicación en redes sociales que denunciaba negligencia por parte de las autoridades.
Un hallazgo interesante en este tema fue el poder observar que, mientras el periodista realiza una cobertura en territorio, las autoridades se acercan al periodista con información extraoficial pese a que esta no ha sido solicitada o ya se ha concretado una entrevista posterior con otra fuente oficial. La información que proveen estas fuentes, según lo observado, intenta mitigar las críticas que las otras fuentes puedan hacer con respecto a las autoridades. Gonzáles (entrevista personal, 2018) señala que es común este tipo de encuentros, ya sea por parte de fuentes oficiales o personas vinculadas con el narcotráfico.
Daniel Hidalgo, quien también afirma que sus principales fuentes son habitantes de la zona, sostiene que esto ha marcado un cambio en el enfoque de las historias. “La gente de aquí está harta de que se cubra solo lo malo: la violencia, el narcotráfico [...] y piden que se hagan historias sobre las otras cosas que suceden aquí” (Hidalgo, entrevista personal, 2018).
Por otra parte, los periodistas de Carchi y Sucumbíos señalan una tendencia problemática que ha cambiado la relación con las fuentes locales y ha llevado a buscar voces oficiales en su lugar: el temor de las fuentes a hablar por miedo a represalias. Este temor se manifiesta, en algunos casos, como señala Ricardo Cabezas, en un silencio total de las fuentes, pese a que haya hechos que sean vox populi (entrevista personal, 2018). Gómez comenta que esto no es nuevo: “‘Para vivir tranquilos en la frontera, nosotros tenemos que ver, oír y callar’. Esa es la fórmula de vida, en ciertos puntos de la zona de frontera” (Gómez, entrevista personal, 2018).
En instancias en las que las fuentes eligen hablar de manera extraoficial, los periodistas acuden con esa información a autoridades oficiales que puedan afirmar algo similar, aunque con menos detalles (Benalcázar, 2018; Gómez, 2018; Gonzáles, 2018; entrevistas personales). Otras técnicas son el uso de seudónimos, entrevistar a la fuente por teléfono o WhatsApp o, para radio, modificar la voz de la fuente.
Además, tres periodistas afirmaron que se trata de no parafrasear lo que dicen las fuentes oficiales y se coloca siempre el crédito de estas para evitar represalias por parte de grupos armados (Gómez, 2018; Gonzáles, 2018; Hidalgo, 2018; entrevistas personales).
Por otra parte, Ricardo Cabezas asegura que la mejor técnica para evitar el riesgo es utilizar fuentes conocidas, quienes, además de informar sobre hechos específicos, son quienes ayudan al periodista a saber si puede o no acceder a una zona o si investigar un tema es demasiado peligroso. Jesús Castillo está de acuerdo con esta perspectiva:
Créeme que la gente es la que a uno en muchas, muchas ocasiones, le salva la vida o le brinda la información. Hasta cuando a uno le dicen ‘vea no se meta por allá porque por ahí es peligroso, y, si los miran, les van a hacer algo’; entonces, lo que hacemos es obedecer y tener en cuenta las recomendaciones que le hace la gente. (Castillo, entrevista personal, 2018)
El contrabando de Diesel subsidiado desde Ecuador a Colombia es uno de los negocios más lucrativos en San Lorenzo y toda la zona de frontera.
El ámbito donde menos cambios se registran es acerca de la implementación de protocolos de seguridad. Aunque Washington Benalcázar y Manuel Gonzáles aseguran haber recibido capacitaciones como política del medio (diario El Comercio también contrató un seguro de vida para todos sus corresponsales en la frontera); son los únicos que mencionan protocolos de seguridad implementados por sus propios medios.
De lo observado con respecto al trabajo de Gonzáles, el periodista accede en auto a todas las zonas de la ciudad de Esmeraldas sin mayor problema, tanto el vehículo como su vestimenta llevan el logo del medio. Cabe agregar que el uso del logo se reimplementó de manera reciente a partir de la muerte de alias Guacho.
Sin embargo, todos los entrevistados tienen técnicas para minimizar el riesgo basadas en la experiencia y el conocimiento del territorio. “Nos hemos familiarizado tanto con el conflicto armado que para nosotros ya es como un llegar a una zona y saber lo que uno tiene que hacer” (Castillo, entrevista personal, 2018). Ya que estas técnicas se han desarrollado por experiencia a lo largo de toda la carrera del periodista, no han sufrido modificaciones severas. Al igual que cuando las FARC dominaban el territorio, una de las estrategias más aconsejables sigue siendo no ingresar al territorio sin la guía de un contacto local (Cabezas, 2018; Castillo, 2018; Gómez, 2018; entrevistas personales).
Un hallazgo inesperado de la investigación fue que algunos de los entrevistados tenían la expectativa de que, tras el asesinato del equipo periodístico de El Comercio, la implementación de protocolos debía provenir no de sus medios, sino de las autoridades estatales o locales (Gómez, entrevista personal, 2018). “Pensamos, de pronto, tras este incidente, el Ejército y demás, iban a generar algún tipo de manual. Pero, jamás sucedió aquello, quedó todo en anuncios hasta que enfríe el tema” (Cabezas, entrevista personal, 2018).
Los niños nadan cerca del muelle de San Lorenzo mientras se cargan las lanchas para el próximo viaje al norte.
Solo los entrevistados de medios locales admitieron ejercer la autocensura en cuanto a la información que difunden. “Nos autocensuramos por esos temas de cercanía, de que nos conocen, de que estamos acá todos los días” (Gómez, entrevista personal, 2018). Tanto Gómez como Hidalgo afirman que lo que difunden en su medio local omite muchos de los detalles que medios nacionales difunden. Hidalgo envía estos detalles a medios nacionales como Teleamazonas o Ecuavisa, y publica la misma noticia en su medio cuando ya se ha difundido a escala nacional; obviamente sin su firma (2018). Los editores entrevistados confirmaron que se ha reducido el número de equipos o viajes que se hacen a la frontera (Benalcázar, 2018; Gonzáles, 2018; entrevistas personales).
Sin embargo, los otros entrevistados notaron que su temor de ingresar en territorio caliente podría denominarse autocensura. Cabezas (2018) incluso afirma que este temor ha provocado que ciertos medios nacionales prefieran tomar información o imágenes de medios colombianos en lugar de ingresar al territorio (entrevista personal).
Entre San Lorenzo y Palma Real se esconde un pueblo en el manglar.
Los resultados obtenidos en la investigación determinan que las prácticas de los periodistas locales ecuatorianos se han visto modificadas a partir de la violencia transfronteriza, especialmente a partir de la explosión del coche bomba en San Lorenzo.
Sin embargo, al ver cómo han sucedido estas transformaciones, es posible afirmar que el proceso ha sido determinado por dos factores clave: la provincia donde trabaja el entrevistado y el medio para el cual trabaja. De esta manera, es posible observar que Jesús Castillo y Manuel Gonzáles, quienes pertenecen medios nacionales desde la zona de Nariño tienen perspectivas similares sobre la violencia, la relación con las fuentes y la forma de proceder en la zona.
Aunque los periodistas de Sucumbíos y Carchi en general mostraron también una concordancia respecto a sus visiones, cabe recalcar que hay una marcada diferencia en los testimonios de Víctor Gómez y Daniel Hidalgo con respecto a los otros periodistas. Sus conclusiones respecto a la autocensura permiten inferir que los periodistas locales, por su cercanía con el peligro, se exponen a mayor riesgo que los periodistas nacionales. Este hallazgo es consistente con lo que estudios similares en México y Colombia determinaron: los medios locales no difunden la información con el mismo nivel de detalle que los nacionales, pues su presencia en territorio y la falta de anonimato los expone a un mayor riesgo para sí mismos y sus familias (Tamayo y Bonilla, 2013; Guerrero, 2010; Medel, 2010).
Los entrevistados son conscientes de este problema: “es diferente que venga un periodista de Quito o Guayaquil. Viene, ingresa en un día, dos, hace su reportería, constata la situación, sale a Quito, redacta la noticia y la difunde” (Gómez, entrevista personal, 2018). Según Castillo, el periodista local se tiene que autocensurar no sólo por su proximidad a los grupos armados, sino a los grupos militares, quienes también podrían tomar represalias (entrevista personal, 2018). En el caso de Sucumbíos, esto es especialmente problemático, ya que no hay corresponsales permanentes de ningún medio nacional, sea digital, prensa, radio o televisión (Aguilar, entrevista personal, 2018).
Sin embargo, un hallazgo que no indican las investigaciones de Colombia y México es que esta autocensura por parte de los periodistas locales no solo cumple el objetivo de minimizar el riesgo para el periodista, sino para la comunidad. Al menos dos de los entrevistados aseguran que hay temas o testimonios que no se publican por el impacto negativo que podrían tener para la comunidad o las fuentes (Gómez, 2018; Gonzáles, 2018; entrevistas personales). Durante la etnografía, en el tema de narcotráfico, Gonzáles sugirió mantener el anonimato e hizo varias fotografías a contraluz o donde no se viera el rostro del entrevistado.
No obstante, también existe la perspectiva de que, por su experiencia en territorio, los periodistas locales se exponen a menor riesgo: tienen contactos que velan por su seguridad, saben cómo manejarse en territorio hostil y no llaman la atención por ser extranjeros: “el periodista de la frontera conoce los temas, los domina. Sabe de minería, sabe de narcotráfico, sabe de disputas, sabe de grupos, sabe de muchas situaciones” (Cabezas, entrevista personal, 2018).
Esta misma versatilidad de los periodistas locales hace que se conviertan en fuentes importantes para los corresponsales nacionales, algo que coincide con lo que el estudio de Medel encontró sobre el periodismo de narcotráfico en México (2010). En el lado colombiano de la frontera, esto ha creado un ejercicio de colaboración entre los periodistas (Castillo, entrevista personal, 2018).
Aunque en el lado ecuatoriano todavía no se ha difundido esta práctica, tanto Gómez como Hidalgo están conscientes de las ventajas que este tipo de colaboraciones podrían traer: “es importante que se pudiera tener esas alianzas, si se quiere, estratégicas, de poder comunicarnos, de tener ese respaldo, inclusive, de medios nacionales, donde uno pudiera servir como fuente” (Gómez, entrevista personal, 2018).
Por otra parte, la falta de cambios en los protocolos de seguridad, capacitaciones y lineamientos para la publicación de la información lleva a concluir que la transformación en las prácticas periodísticas de la zona ha estado determinada por circunstancias empíricas, más que mandatos estructurales por parte de los medios o las autoridades estatales. De ahí que las diferencias que se observan están más determinadas por el territorio donde trabajan los periodistas, que por el medio al cual pertenecen. En ese sentido, también se explica que, pese a que tres de los entrevistados trabajan para medios audiovisuales y tres para la prensa, no se observan discrepancias significativas entre ambas plataformas.
A partir de lo observado es posible concluir que las modificaciones a las prácticas en la franja fronteriza no han sido severas ni súbitas, sino más bien una transformación gradual determinada por el contexto político y social del lugar.
Un niño juega en la entrada de su casa en Palma Real
La seguridad periodística es un requisito primordial para el ejercicio de la libertad de expresión y un trabajo informativo de calidad. Este tema cobra vigencia en el nuevo escenario de la cobertura mediática de la frontera colombo-ecuatoriana, donde la presencia de grupos disidentes de la guerrilla colombiana y el narcotráfico han problematizado las coberturas de temas de riesgo.
El análisis de este escenario no solo trata de establecer las modificaciones que el ejercicio periodístico en frontera ha sufrido a raíz de los cambios en el juego político de la región, sino de crear paralelismos con las prácticas periodísticas de quienes se encuentran en situaciones de violencia similares para poder determinar patrones que a futuro permitan mejorar estas prácticas.
A partir de la reconstrucción histórica de los hechos que llevaron a la problematización del riesgo al que se exponen los periodistas que cubren la frontera norte ecuatoriana, se puede observar que se trata de un proceso que tiene su origen en las políticas que tanto Colombia como Ecuador han adoptado frente al conflicto armado colombiano y al flujo del narcotráfico entre ambos países.
La negativa del Estado ecuatoriano a negarse a reconocer como guerrilla a los grupos armados en Colombia durante el gobierno del expresidente de la República, Rafael Correa, ha agravado la presencia del narcotráfico en la frontera norte ecuatoriana e incluso en las principales ciudades del país, pues la negativa de combatir a los grupos guerrilleros muchas veces resulta en una negligencia al enfrentar el narcotráfico, por el nexo cada vez más complejo que existe entre los dos fenómenos.
Sin embargo, el detonante que llevó la violencia de estas problemáticas a otro nivel fue la firma de la paz de Colombia con las FARC en 2016, pues dejó una serie de grupos disidentes que se disputan el control de la zona y el flujo del narcotráfico. Ecuador vivió esta violencia a partir de la explosión del coche bomba en San Lorenzo y el secuestro y asesinato del equipo periodístico de El Comercio. Estos hechos marcaron hitos de violencia sin precedentes en Ecuador y en contra de la prensa del país.
Este nuevo contexto político y social al que se enfrenta la frontera norte ha creado un nuevo escenario para las coberturas periodísticas en el que las reglas del juego todavía no están claras, pero el riesgo es evidente.
Las prácticas periodísticas entendidas como un proceso que va más allá de la producción de contenido y que engloba dinámicas sociales, políticas, culturales y económicas permiten entender cómo el contexto de violencia en la zona ha modificado los procesos laborales del personal de los medios de comunicación.
Estas modificaciones vienen dadas desde la firma de paz con las FARC, pues generó un cambio en los actores principales de la zona y la relación de estos con los corresponsales. Este cambio se ha traducido en incertidumbre respecto a los procesos necesarios para hacer una cobertura de la zona y en restricciones para ingresar al territorio, pese a que existía desde antes una precariedad de la presencia de medios, en especial nacionales, en la zona. Los cambios en la dinámica con las fuentes han obligado a los periodistas a establecer protocolos rigurosos para mantener su seguridad durante una cobertura, aunque no necesariamente han modificado el enfoque de estas.
La relación con las fuentes enfocadas en la recopilación de voces locales, con un menor énfasis en fuentes oficiales o actores del conflicto es uno de los principales resultados del incremento de violencia. Por otra parte, la autocensura se define como una falta de acceso al territorio, así como un método de protección no solo para el periodista y sus fuentes, sino para la misma comunidad.
Una niña pasea en un carro eléctrico con su mamá por una de las únicas calles adoquinadas de Palma Real.
Referencias
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