Al parecer, decir que el lenguaje es performativo, que tiene consecuencias concretas en la realidad o que produce efectos en las personas, en la sociedad y en el mundo, que nos constituye y nos produce como sujetos individuales, sociales o políticos, o que da forma a nuestros modos de ser, de actuar o de sentir, ha dejado de requerir una prueba o una explicación desde hace tiempo. Esta potencialidad performativa del lenguaje es extrapolable a la producción de contenidos comunicacionales o periodísticos. En la era de las noticias falsas (fake news), la performatividad del lenguaje parece ahora tener una cualidad casi axiomática, no necesita de una comprobación. Tanto los medios privados como los públicos, los medios convencionales como los nuevos medios, los medios independientes, aquellos con prácticas y objetivos comunitarios o activistas, o aquellos que sirven a los intereses de una causa reivindicativa, son tan conscientes de ello como los que se alinean a los intereses de un Gobierno, de una ideología o de una tendencia política o económica.
Escribo estas ideas en octubre de 2019, pocos días después del paro convocado por movimientos indígenas ecuatorianos en contra de las medidas económicas emitidas por el Gobierno que, entre otros aspectos, eliminaban el subsidio a la gasolina extra y al diésel. El paro, que duró más de una semana y media, bloqueó el país de formas inesperadamente violentas y evidenció una enmarañada red de actores sociales cuyos intereses en juego pusieron al descubierto, y mediante sus productos comunicacionales, profundas diferencias entre sí. Aunque aparentemente el paro era una lucha entre el Gobierno que anunció las medidas y los indígenas que se opusieron a ellas, fue evidente que otros actores involucrados intentaron exacerbar el caos o tomar ventaja de él.
Y justamente, haciendo un uso bastante consciente del potencial performativo del lenguaje, es que cada uno de estos actores hizo uso de determinadas estrategias comunicacionales para producir efectos en sus públicos objetivo, en la sociedad en general, e incluso en espacios de discusión internacionales. Aunque un análisis más extensivo, profundo y exhaustivo de estas estrategias sobrepasa los objetivos de estos párrafos introductorios, basta con decir que no todos los actores enfatizaron las mismas estrategias. La perspectiva del Gobierno fue acusada de proceder a través de formas de ‘periodismo incorporado’ (Butler, 2010) con ciertos medios de comunicación masiva privados locales (televisión, prensa escrita) que minimizaron visual y narrativamente las perspectivas de los indígenas y de sus aliados mientras intentaban crear adhesiones a la postura gubernamental. Por su parte, los grupos activistas a favor de la protesta de los indígenas, altamente suspicaces de los medios de comunicación privados, se volcaron a los medios internacionales, a los medios independientes y comunitarios y a las redes sociales para construir visual y narrativamente un panorama que suscite adhesiones a sus causas. Y para enfatizar el nivel de consciencia de los actores involucrados acerca del potencial performativo que tienen los medios de comunicación en situaciones como esta, sectores más radicales provocaron situaciones mucho más extremas, como la retención involuntaria y agresión incluso física a varios periodistas, el intento de quemar y destruir un canal de televisión, o el intento de ingresar violentamente y destruir un medio de prensa escrita.
Nada de lo expuesto implica que el uso de una estrategia excluya a las otras. De hecho, para buscar información que pudiera ser utilizada para fines de una y otra perspectiva, era necesario recurrir simultáneamente a varias fuentes, incluyendo tanto a los medios masivos convencionales como a los nuevos medios. Sectores de la sociedad que buscaron protegerse de los excesos violentos de otros sectores, lo hicieron compartiendo información autogenerada a través de redes sociales. Por supuesto, la producción y circulación de información falsa, de fake news, estuvo presente durante todo el evento, provocando formas de intimidación y miedo, exacerbando posturas antagónicas que profundizaron las diferencias y las divisiones. Complejos fenómenos comunicacionales se pusieron de manifiesto, de formas particularmente intensas, durante las protestas de octubre de 2019 en nuestro país. La mayor consciencia de su potencial performativo exige repensar la comunicación. Estos fenómenos dejaron muy claro que es imprescindible crear nuevos marcos analíticos y críticos, tanto de los procesos y mecanismos como de los posibles efectos del ejercicio de la comunicación y de la producción de información.
Referencias
Butler, J. (2010). Marcos de guerra: las vidas lloradas. Buenos Aires: Paidós.