Colaboración transfronteriza y el futuro del periodismo investigativo

Hamish Boland Rudder

ACI Avances en Ciencias e Ingenierías

Universidad San Francisco de Quito, Ecuador

avances@usfq.edu.ec



i trayectoria por el periodismo colaborativo con ICIJ comenzó mucho antes de conocer sobre la existencia del Consorcio Internacional de Periodistas Investigativos (International Consortium for Investigative Journalism - ICIJ por sus siglas en inglés).

Trabajaba para un pequeño pero confiable periódico en la capital de Australia—era un nuevo trabajo, con un subeditor conocido por merodear por los pasillos de la sala de prensa para entablar lluvias de ideas con los reporteros y ayudarlos a mejorar sus historias.


1CIJfue fundado en el año 1997. En la actualidad, cuenta con aproximadamente 160 reporteros ubicados en más de 60 países

Antes de trabajar en The Canberra Times conocía a Gerard Ryle por su reputación. Él era un periodista investigativo y autor de alta consideración que había transformado en libro una reciente investigación de alto perfil.

Ese libro es realmente importante para comprender cómo llegó a ser la historia completa del ICIJ, o al menos la historia que yo conocí.

Firepower es el libro basado en la investigación de Gerard acerca de una floreciente compañía australiana que aseguraba haber inventado la píldora mágica para que la gasolina durase más tiempo, disminuyendo simultáneamente las emisiones tóxicas de un motor.

Sonaba demasiado bueno para ser verdad, y ciertamente lo fue. Pero antes de que se descubriese el engaño, la compañía ya había atraído a cerca de 1300 entusiasmados inversionistas, incluyendo personalidades deportivas de alto perfil, diplomáticos, doctores, contadores, y figuras largamente conocidas de los medios de comunicación. La compañía recibió especial es subsidios de impuestos por parte del gobierno australiano, así como el apoyo de la Comisión Australiana de Comercio—todo esto sin siquiera tener una simple fábrica, o incluso un producto para vender.


Publicado en 2009, el libro narra la historia de Tim Johnston, propietario de la compañía “Firepower”, responsable de una de las estafas de negocios más grandes de la historia de Australia

En el centro del ardid estaba una empresa registrada en las Islas Vírgenes Británicas hacia donde se canalizaba el dinero. Aunque Gerard no se dio cuenta en ese momento, se había tropezado con un mundo completamente nuevo de cuentas escondidas, de empresas de fachada, y de jurisdicciones en las que reinaba el sigilo. Y si usted sabe algo sobre el trabajo de ICIJ, probablemente sabe hacia dónde va esta historia.

Después de publicar su libro, un misterioso paquete le llegó por correo.

Era un disco duro.

Ese disco duro contenía la más grande reserva de información del mundo offshore nunca antes obtenida por un periodista. Los números eran grandes—2.5 millones de archivos secretos, 120,000 clientes, todo en una base de datos que, medida en gigabytes, era más de 160 veces mayor que los documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos filtrados en Wikileaks.

Esta filtración era resultado directo del exhaustivo reporte de Gerard sobre el escándalo de Firepower: una fuente anónima había leído su reporte y se había dado cuenta de que estos datos podrían ser cruciales, no solamente para ingresar en la empresa que Firepower utilizaba en las Islas Vírgenes Británicas, sino también para ingresar dentro de todo el complejo mundo de las finanzas offshore.

Pese a todas las potenciales dificultades para ingresar en los datos del disco duro, este era sin duda el sueño de cualquier periodista investigativo.

Si el disco duro tenía los datos que prometía, había potencial para muchas otras grandes historias, no solo sobre los detalles de la empresa Firepower, sino también para historias sobre algunos peculiares personajes de países como Estados Unidos, Rusia, o Canadá. Los reporteros descubrieron que los 120.000 clientes tenían vínculos con cerca de 170 países.

Pero hubo algunos problemas.

Primero, los datos mismos. Aunque los datos eran ricos en profundidad, la estructura de casi 30 años de records de firmas especializadas en colocar cuentas y compañías offshore era bastante confusa. Había emails, PDFs, documentos escaneados, hojas de cálculo, y demás. Búsquedas aleatorias a través de los datos revelaban algunos nombres importantes, pero no había forma fácil y sistemática de analizar la información para extraer historias.

El segundo problema era la sala de prensa tradicional. O debo decir, la tradicionalmente moderna sala de prensa de hoy en día, en la que los reporteros enfrentan plazos ajustados y demandas de múltiples historias por día, y los editores enfrentan una presión creciente para hacer más con menos. Pero ya hablaré de ello más adelante.

El tercer desafío es no perder de vista la verdadera historia.

Sin duda, había varios nombres importantes, algunas personas famosas, y muchos vínculos con escándalos de todo tipo—corporativos, gubernamentales, de celebridades, del crimen organizado, y muchos otros más. Y quizá una simple sala de prensa podría ser capaz de escribir esas historias en forma gradual, usando corresponsales y algunos stringers(?) para unir cabos sueltos en otros países.

Pero la verdadera historia de esos 2.5 millones de archivos era una historia global. Lo que tenía Gerard era, por primera vez, una mirada detallada de lo que sucede detrás de la gruesa cortina que oculta el mundo de las finanzas offshore, que por su misma naturaleza, es un mundo interconectado que usa y abusa de las diferencias entre jurisdicciones nacionales para subvertir, ocultar, y generalmente burlar las regulaciones, las leyes, o la ética que, por lo general, rigen las transacciones financieras tradicionales. Entonces, ¿cómo hace un solo periódico o medio de comunicación para contar una historia como esta?

La respuesta corta: imposible. Y si fuese posible, ¿tendría dicha historia el verdadero impacto que merece una filtración de esa magnitud?

Por sí mismo, el mundo offshore no es interesante. Mirar esos archivos—cargados de datos, con las complejas capas de cuentas, fideicomisos, fundaciones, empresas fantasma, y junto a las copias de correspondencia entre proveedores offshore y sus clientes—es difícilmente el tipo de asunto sexy que mantiene a los lectores en línea haciendo click. Pero es un tópico que vale la pena. Se estima que la mitad de todo el comercio mundial, y un tercio de toda la riqueza mundial, pasan por los paraísos fiscales. El escándalo de Enron, el Esquema Ponzi de Bernie Madoff, el desastre fiscal griego, la crisis bancaria en Chipre, todos tienen el mismo hilo conductor—el uso de paraísos fiscales offshore.

Estas jurisdicciones permiten a los individuos y a las corporaciones obtener ventajas fiscales masivas que no están disponibles para el ciudadano promedio, sin mencionar que también permiten cierto nivel de anonimato para aquellos que deseen mantener sus negocios bajo el radar.

Poco después de que Gerard recibiera este disco duro por correo, una oportunidad se abrió en el ICIJ.

Con sede en Washington DC, el ICIJ hace alarde de tener una red de los mejores periodistas investigativos en 50 países alrededor del mundo.

Gerardcambióunaciudadcapitalporotra, ydespuésde 18mesesconlargosdíasdearduo trabajo y una abultada cuenta de teléfono por las numerosas llamadas internacionales, nació Offshore Leaks.

El 4 de abril 2013, treinta y cinco de los mayores medios de comunicación mundial, junto con ICIJ, publicaban historias acerca de escándalos que involucraban a funcionarios de gobierno, a los mega ricos y a celebridades con agresivas estrategias de evasión de impuestos perpetradas con la ayuda de algunos de los bancos más grandes del mundo.

Era una historia enorme y genuinamente global. Se cambiaron leyes. El asunto subió al tope de la agenda de las reuniones del G8 y el G20. Las autoridades de muchos países utilizaron el trabajo de ICIJ para iniciar investigaciones por sí mismas, y tanto presidentes como primeros ministros, funcionarios de impuestos y políticos hablaron del asunto.

Pero esa es solo una de las razones por la que esta fue una hazaña sorprendente.

Es cierto que había 2.5 millones de archivos, 120,000 records, 170 países y territorios, y miles y miles de menciones en los medios.

¿Pero cuál era la cifra más grande en relación al futuro del periodismo? 35. Treinta y cinco medios de comunicación se involucraron activamente en una masiva colaboración conjunta con socios que, aunque en otras circunstancias hubiesen sido vistos como competencia, en este momento acordaron publicar juntos, como si fuesen uno solo. Este hecho no tenía precedentes.

Para los periodistas, esta es la otra gran parte de esta historia. Esta colaboración funcionó y ofreció un vistazo a lo que podría ser un modelo alternativo pare el futuro del periodismo investigativo.

Hoy en día hay muchas teorías sobre la muerte de los periódicos y la decadencia de la reportería seria, pero también hay teorías sobre la Edad de Oro de un periodismo impulsado por herramientas digitales y por un laborioso trabajo de datos.

Pero independientemente de si se cree que el periodismo está creciendo o decreciendo, lo que ICIJ hizo con Offshore Leaks pasó por alto ambas creencias.

El modelo colaborativo reconoció que las salas de prensa actuales presionan para producir más noticias con menos recursos y empujó a estos medios de comunicación a colaborar y a juntar esfuerzos. Además, el modelo se basó en una plétora de herramientas digitales de datos y de experiencias que abordaron esta compleja historia de una forma que antes hubiese sido imposible.

¿Es este un modelo que va a funcionar siempre igual de bien? Tal vez, no. Pero el éxito de ICIJ demuestra que este modelo de periodismo merece una seria consideración

Mientras Gerard conquistaba el mundo con Offshore Leaks y sus nuevas formas de hacer periodismo, yo estaba enfrentando la realidad en Canberra.


Estábamos en el proceso de convertirnos en la «primer sala de prensa digital», pidiendo a los reporteros enviar múltiples historias y actualizaciones al día. Y también nos vimos forzados a recortar el tamaño de la sala de prensa en un 20 por ciento.

Cuando ingresé al periódico yo era un joven y entusiasta reportero y productor en línea, pero rápidamente pasé a preocuparme por el futuro del periodismo. A mi alrededor los periodistas luchaban—luchaban contra los recortes que venían desde arriba, pero había también demasiados periodistas que luchaban en contra de las nuevas formas de periodismo que podían ser útiles.

Offshore Leaks evitó eso. Fue un periodismo de vigilancia a escala global. Tomó las destrezas, las herramientas, y la experiencia de un amplio equipo internacional y las puso a trabajar.

Durante mucho tiempo los periodistas y las organizaciones para las que trabajábamos luchamos contra el cambio. Y pese a toda esa lucha y ajetreo, parecía que estábamos perdiendo el barco. Estábamos tan ocupados mirando pasar la era dorada y los problemas del presente que nadie estaba realmente pensando acerca del potencial del futuro.

A menudo se echó la culpa al internet por la muerte del periodismo—fuese justo o no. Desde el nacimiento de bloggers que competían con los medios de noticias tradicionales, hasta los ridículamente baratos costos de publicidad en línea, varios periodistas de la vieja guardia y expertos de sillón aprendieron a despreciar el internet antes que a adoptarlo. Incluso los periodistas de salas de prensa escrita aprendieron a odiar a sus editores en línea (como yo) que fastidiaban por tener esa historia 10 minutos antes. Y editores en línea, como yo, aprendieron a temer aquellas reuniones frecuentes en las que editores jefes, jefes de ventas y gerentes generales fastidiaban con cifras y datos que pocos de nosotros entendíamos (tales como: vistas de página, visitadores únicos, o tiempo en la página).

¿El resultado? Más presión para todos. Podemos rastrear visitantes y cifras como nunca antes, pero no podemos comprender cómo hacer suficiente dinero con las ventas en línea. Aprendimos a conocer una audiencia hambrienta que chequea sus computado­ras, su teléfonos, o sus tabletas varias veces al día. Y tratamos de alimentar a la bestia, pero las ganancias seguían decayendo y la competencia de fuentes no tradicionales seguía creciendo.

Mientras los expertos de opinión se quejaban de la muerte del periodismo, yo sentía que no estábamos comprendiendo el verdadero punto. El internet puede ser, y ya ha probado ser, una de las mejores herramientas para el periodismo, si solo le diésemos la oportunidad (y si solo pudiésemos descifrar cómo ganar un poco de dinero con él). Algunos periodistas se quedaron tan atrapados en el problema del periodismo que se olvidaron de hacer el tipo periodismo que podía salvarnos.

Cuando de proveer noticias se trata, la confianza es importante. Las audiencias necesitan confiar en sus fuentes de noticias. Es más probable que los denunciantes y los filtradores busquen periodistas y organizaciones de noticias que conocen y en las que confían, si no personalmente, al menos por su reputación. Ellos necesitan saber que estarán protegidos y que la información que van a compartir será tratada con el respeto que merece.

El buen periodismo atrae buenas fuentes, lo cual significa historias más importantes. De acuerdo a The Guardian, quien hizo la denuncia de la vigilancia del NSA, Edward Snowden, eligió a Glenn Greenwald y a Laura Poitras porque sabía que ellos conocían el tema de la vigilancia gubernamental dirigida.

La base de datos de Offshore Leaks seguramente llegó a la puerta de Gerard Ryle por el reportaje comprehensivo que él hizo como parte de su investigación sobre Firepower. Lo cual nos trae a la era ICIJ de los Luxemburgo Leaks.

El Gran Ducado de Luxemburgo es un pequeño país europeo, miembro fundador de la Unión Europea, con una población de sólo 500,000 personas—un tercio de la población de la ciudad de Quito. Es un lugar diminuto. Pero también es, en el mundo, el segundo lugar de destino de los fondos de inversión—segundo después de Estados Unidos.

Al centro del sistema financiero de Luxemburgo estaban estos acuerdos llamados resoluciones fiscales avanzadas. Esencialmente, los contadores y especialistas de impuestos que trabajan para algunas de las más grandes compañías multinacionales del mundo pueden negociar con las autoridades de impuestos de Luxemburgo sobre cómo planificar la estructura de sus inversiones en el país. A menudo, estas inversiones son desproporcionadamente grandes en comparación con sus operaciones actuales en el país, y a menudo implican significativas exenciones de impuestos.

¿Pero por qué es esto tan importante? Primero que nada, porque era un secreto. Estas resoluciones fiscales eran enteramente confidenciales—la misma Unión Europea, que había tratado de meter sus manos en algunas resoluciones fiscales como parte de una investigación en curso, luchó para hacer que Luxemburgo las entregara.

En segundo lugar, todo era enteramente legal. Estos acuerdos estaban firmados y estampados por el gobierno de Luxemburgo. Y luego eran mantenidos en secreto.

Hasta que casi 550 de ellos fueron filtrados al ICIJ. Como dije antes, el buen periodismo hace que a nuestra puerta llegue mejor información.

Lo que teníamos era un tesoro de casi 1000 archivos, 28,000 páginas de documentos escaneados en PDF, de una de las más grandes firmas financieras del mundo — PricewaterhouseCoopers. Estos eran exactamente el tipo de documentos que la Unión Europea había tratado investigar, pero fracasó. Eran también documentos relacionados con algunas de las marcas más grandes del mundo — Pepsi, IKEA, FedEx, Vodafone, Caterpillar, y más.

Comenzamos la investigación LuxLeaks a principios del 2014, y ya desde el comienzo sabíamos que no iba a ser fácil. Los documentos eran increíblemente técnicos, escritos por especialistas de impuestos desarrollando complejas estructuras empresariales a través de capas de subsidiarias.


Otro de los casos de evasión de impuestos publicado por ICIJ fue "Lux Leaks". Esta es tan solo una de las muchas cartas filtradas en las que autoridades del país brindaron reducción de impuestos a más 350 compañías en todo el mundo.

Teníamos una historia global, con algunos ángulos locales excelentes, pero la tarea hercúlea frente a nosotros era desenredar los complicados arreglos dispuestos en estos documentos.

Así que hicimos lo que ICIJ hace mejor—llamamos al equipo global.

Lanzamos el proyecto de manera no oficial con una reunión de equipo en Bruselas. Cerca de 40 periodistas de todo el mundo se reunieron para escuchar a expertos discutir potenciales ángulos para las historias, y para discutir cómo enfrentar mejor este proyecto juntos.

Esa es la palabra clave—juntos. Y mientras ICIJ mejora en esto, también mejoran sus socios. Una vez más tuvimos un grupo grande (cuando lo publicamos trabajamos con más de 80 periodistas de 26 países), pero muchos de ellos ya habían trabajado juntos en proyectos previos. Este era un grupo en el que se podía confiar, y por esta confianza mutua se podía hacer una mejor historia.

Publicamos—juntos—a principios de noviembre.

Las historias provocaron una sesión de emergencia en el Parlamento Europeo para discutir los hallazgos. Las autoridades fiscales se comprometieron a usar la información para perseguir a algunas de las empresas multinacionales, y el asunto fue llevado a los líderes de la cumbre del G20 en Australia. Mucha de la atención se centró en el recientemente electo Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, quien fue primer ministro de Luxemburgo por casi 19 años, cuando todas estas resoluciones fiscales fueron aprobadas. Los miembros del Parlamento Europeo organizaron una votación para decidir si se debería o no permitir a Juncker continuar como presidente— voto que él subsecuentemente ganó.

Y otra vez ICIJ pudo contar la historia global. Estos archivos secretos ya habían sido reportados anteriormente por Edouard Perrin, periodista francés y reciente miembro invitado de ICIJ. Aunque él hizo la historia en 2012, Edouard creía firmemente que era una historia global y que se necesitaba de un equipo global para contarla y para que tenga impacto alrededor del mundo.

La idea de que es una historia global es muy importante, y no solamente por la historia misma y las fronteras que cruza. Lo es por el periodismo, y lo digo por tres razones clave. Primero, colaborar con un equipo global es una forma estupenda de compartir recursos. Para el proyecto LuxLeaks destinamos un foro seguro en línea, en el que literalmente había cientos de posts de periodistas que compartían información, recursos, o incluso entrevistas clave.

El trabajo de datos—llevado a cabo por el incansable equipo de datos de ICIJ—no tenía que ser repetido varias veces, sino solo una, bien, y compartida con todos. Reporteros de Bélgica, Francia, Alemania, y otros países podían acceder a fuentes y traducir entrevistas para otros socios en diferentes partes del mundo. Y todos podíamos intercambiar ideas entre nosotros, sabiendo que era un lugar seguro para comunicarse, además de ser un lugar en el que podías confiar en la gente con la que estabas colaborando.


El resultado eran mejores historias y una mirada mucho más comprehensiva al sistema global antes que una reportería superficial sobre las cifras superiores en dólares o las grandes marcas.

Segundo, las colaboraciones globales pueden ofrecer ciertas protecciones legales y legislativas. No pretendo ser un experto en esto—pero sé que Estados Unidos tiene protecciones más fuertes para periodistas que publican historias controversiales que países como Alemania, Australia y Ecuador, en los cuales los periodistas enfrentan duras restricciones.

La tercera razón por la que es importante contar una historia global es el impacto. Si usted tiene una historia con conexiones globales, no deje de explorarla. Tenemos las herramientas y la tecnología para que esto suceda—el internet permite la colaboración como nunca antes y los periodistas saben que funciona. Si usted tiene una historia global, pida ayuda—llame a ese reportero en otro país, póngase en contacto con ICIJ, busque el siguiente nivel de reportaje que catapultará su historia hacia el centro de la atención.

Si usted puede lograr la primera página en dos países en lugar de uno, ya tiene el doble de audiencia y el doble de impacto. Si puede lograr una primera página en 26 países alrededor del mundo, entonces es imposible que el mundo lo ignore.

Y finalmente, por eso nos hicimos periodistas. Estamos allí para revelar sistemas rotos, para traer luz a los lugares oscuros—en lugar de ser una simple antorcha que se asoma a través de las sombras, seamos un gran reflector de luz que ilumina la oscuridad.