Movimientos sociales: conciencia social y acción colectiva

Social movements: social awareness and collective action

Sofía Vallejo
Universidad San Francisco de Quito , Ecuador

Recepción: 05 Noviembre 2019

Aprobación: 04 Abril 2020



DOI: https://doi.org/10.18272/eo.v5i0.1577

Resumen: Los movimientos sociales representan la adquisición de identidades comunes dentro de colectivos que comparten aspiraciones y buscan reivindicar causas populares. Desde diversas perspectivas teóricas, se analiza como la movilización de dichos movimientos se da tanto en base a la memoria histórica colectiva, como a las condiciones del ambiente político en que se encuentra dicha colectividad. Se plantea la oposición entre la conciencia social como el reconocimiento de la realidad individual/colectiva y el “narcisismo herido de las clases dominantes” que ven a la protesta como una amenaza. Igualmente, se define la acción colectiva y se introduce de manera general como puede tornarse contenciosa en base a la imposibilidad del colectivo para encontrar canales institucionalizados que legitimen y escuchen sus demandas.

Palabras clave: movimiento social, conciencia social, acción colectiva, protesta social.

Abstract: Social movements represent the acquisition of common identities within groups that share aspirations and seek to claim popular causes. From different theoretical perspectives, it is analyzed how the mobilization of these movements occur both based on the collective historical memory of the people, as well as the conditions of the political environment in which said collective is found. The opposition between the social conscience as the recognition of the individual/collective reality and the wounded narcissism of the ruling classes that see the protest as a threat is introduced. Likewise, collective action is defined considering the way in which it can become contentious based on the impossibility of the collective to find institutionalized channels that legitimize and listen to their demands.

Keywords: social movement, social conscience, collective action, social protest.

El 16 de septiembre de 1973, la dictadura chilena de Pinochet asesinó a Víctor Jara. Dicen testigos de su muerte, que Jara cantó hasta el último minuto de su vida, y que, con su voz, mantuvo viva la esperanza de aquellos tomados como prisioneros en el Estadio Chile. Ahora, cuarenta y seis años después, desde mediados de octubre de 2019, se vuelve a escuchar su palabra en boca de miles de chilenos que se han movilizado, una vez más, como símbolo de protesta y de la necesidad de que se respete su derecho de vivir en paz. Así, Chile se configura como un claro ejemplo de lo que representan los movimientos sociales y portaestandarte de la memoria colectiva. Aquella que surge en los pueblos y sectores de la sociedad que adquieren, víctimas de las desigualdades estructurales, una consciencia social que los lleva a organizarse y emprender acciones colectivas, con el fin de que se escuchen y respeten sus demandas.

Así como en el caso de Chile, 2019 ha sido el año en que Latinoamérica, y todas las regiones del mundo, han visto sus calles llenarse de voces valientes que son reflejo de una sociedad herida que busca visibilizarse a través de la movilización. Este análisis se fundamenta en el paradigma teórico de los movimientos sociales, el cual se ha visto en la necesidad de repensarse en base a la inclusión de nuevos enfoques críticos de análisis que reconocen las dinámicas cambiantes del mundo moderno. El movimiento social representa el proceso a través del cual se adquiere una identidad colectiva enfocada en alcanzar un objetivo común, que ya no se limita al tradicional conflicto antagónico entre clases sociales entendidas desde la esfera económica, sino también desde la esfera política y sociocultural.

En este trabajo se analizan los puntos críticos de la articulación de la consciencia social con la acción colectiva, que constituyen la fuente de la producción del sentido societal de los sectores populares que son la base del capital político y social que nos rodea. En primera instancia, se trae a colación la teoría de los movimientos sociales, buscando alcanzar la definición que más se apegue a la realidad de los mismos. En el segundo punto, se plantea cómo la movilización de dichos movimientos se da en base a sucesos históricos y los medios sociales en que pueden surgir. En tercer lugar, se presenta el antagonismo existente entre la conciencia colectiva, propia de los movimientos sociales, y el “narcisismo herido de las clases” que a ellos se oponen. Cabe mencionar que el concepto de “narcisismo herido de clases” parte de la idea del narcisismo herido del individuo, planteado por Erich Fromm y que en este caso puede traducirse en términos colectivos. Finalmente, se analiza el porqué de la posible radicalización de la acción colectiva desde la teoría de la búsqueda de sentido.

La Teoría de los movimientos sociales

La teoría contemporánea de los movimientos sociales se plasma en la literatura de autores como Giddens, Laclau, Poulantzas[1] y Touraine quienes formularon diversos paradigmas sobre lo que constituye la conducta colectiva, la sociología de la acción y la movilización de recursos. Específicamente, Touraine (1984, 259) logra conjugar dichas teorías definiendo al movimiento social bajo tres principios básicos: el actor que lo constituye, la oposición que enfrenta, y el sistema de acción histórica en el que se fundamenta. Así, “el movimiento social es la conducta colectiva organizada de un actor de clase que lucha contra su adversario de clase por la dirección social de la historicidad en una colectividad concreta” (Touraine 1984, 255).[2]

En términos simples, los movimientos sociales son colectivos de individuos que comparten aspiraciones y desafíos comunes enfocados a la reivindicación de lo que, consideran, les ha sido arrebatado por fuerzas sociales dominantes. Parte importante de la conceptualización de los movimientos sociales, es también el reconocimiento de la memoria colectiva como elemento que da continuidad y estructura identitaria al individuo, pues, su memoria histórica lo hace “sentirse heredero de las luchas de sus antecesores y fundamentar en el pasado el proyecto futuro” (Camacho y Menjívar 2005, 18). Es decir, los movimientos sociales valorizan los recuerdos históricos de luchas específicas previas como fuente para empoderar sus ideales y crear nuevos planes de acción.

¿Cómo se da la movilización de los movimientos sociales?

Desde una perspectiva netamente teórica, se pueden reconocer dos paradigmas que pretenden explicar el cómo, en base a sucesos históricos, se movilizan los movimientos sociales: la Teoría de las Oportunidades políticas de Sidney Tarrow y la Teoría de la amenaza de Charles Tilly. La Teoría planteada por Tarrow[3](1997, 155) presenta dos dimensiones del ambiente político que favorecen el surgimiento de las clases populares: las elecciones y el conflicto entre élites. El autor reconoce en los procesos democráticos la posibilidad de que los colectivos se organicen y demanden cambios a ser aplicados en las nuevas agendas políticas.

Así mismo, los conflictos entre las élites demuestran cuáles son sus debilidades y dan paso a la posibilidad de atacarlas desde su propia vulnerabilidad. Usualmente, las oportunidades políticas representan la vinculación de ciertos movimientos con partidos políticos específicos que realizan propuestas electorales enfocadas en satisfacer las demandas populares. Ejemplo de esto es el caso de las elecciones presidenciales de 1992 en Estados Unidos, en donde Bill Clinton ganó apoyo de colectivos LGTBIQ al proponer la política Don't ask, don't tell[4], que permitía a todos los ciudadanos estadounidenses, fuera cual fuera su orientación sexual, servir en el ejército.

Por otro lado, la Teoría de la amenaza de Tilly (1978, 48) se enfoca en los aspectos negativos del ambiente político o amenazas latentes en las sociedades, siendo las principales las tensiones económicas (programas de austeridad y ajustes estructurales), el deterioro de derechos sociales y represión estatal. Esta teoría es la que más se asemeja a la realidad actual de las luchas sociales, precisamente porque denota la necesidad de luchar ante algún mal que aqueja a los diversos sectores de la sociedad. En el caso de las tensiones económicas, se puede tomar como ejemplo las movilizaciones populares históricas que tuvieron lugar este año en países como Ecuador, Chile o Grecia en contra de las reformas económicas planteadas a sus gobiernos por parte del Fondo Monetario Internacional. Por otro lado, en cuanto al deterioro de los derechos sociales, el movimiento feminista es ejemplo clave a nivel global, pues busca reivindicar los derechos de la mujer, usando la movilización como medio para reclamar la invisibilización de la discriminación y abusos estructurales propios de las sociedades patriarcales.

Conciencia social y el “narcisismo herido de clase”

Todo movimiento social se sustenta sobre la base de una identidad colectiva, la cual se forma a partir de la conciencia social del individuo. Esta conciencia se da por la reflexión individual a partir de la cual un sujeto adquiere la capacidad de comprender el estado del otro y de sí mismo dentro de la sociedad (Melucci 1985, 68). Esto quiere decir que, a través de valores humanos como la empatía hacia el otro o la propia frustración personal, el ser social se ve en capacidad de ver a la sociedad como un ente dinámico y que se fundamenta en estructuras de poder que perpetúan la relación dominación-subordinación entre sus actores. Esta conciencia nace usualmente en momentos de crisis políticas y socioculturales que se vinculan, a la vez, con el momento en el que un movimiento social se moviliza. De este modo, la visibilización de las causas sociales permite que “las sensaciones de malestar/bienestar individual se complementen y contrapongan con percepciones de bienestar/malestar societal” (Scribano 2009, 10).

En contraposición a la conciencia social, con los movimientos sociales ha surgido también lo que se puede denominar el “narcicismo herido de clase”, en referencia a la imposibilidad de los sectores dominantes de la sociedad en reconocer como legítimas las luchas sociales al sentirse directamente atacados por ellas. El paradigma del narcisismo herido del individuo planteado por Erich Fromm (1975, 207) puede traducirse a términos colectivos, en cuanto dichos grupos de poder se ven amenazados por “las críticas, la revelación de los errores cometidos de palabra, o la victoria del oponente en el juego.” Esta amenaza puede degenerarse en reacciones violentas y campañas de deslegitimación del movimiento.

Un ejemplo de estos dos estados de mente contrapuestos se puede ver en casos generales como el nacimiento de agrupaciones pro-familia tradicional y pro-vida en abierta oposición ante los movimientos de derechos humanos que luchan por la legalización de cuestiones como el matrimonio igualitario, la adopción homoparental o la legalización del aborto. Los grupos de oposición, buscan deslegitimar la protesta a través de discursos que defienden el mantenimiento del status quo y que ven en el progreso una amenaza para los valores tradicionales sobre los que se ha construido la sociedad.

Acción colectiva: radicalización y teoría de la búsqueda del sentido

Una vez que se ha consolidado una identidad compartida en base a la conciencia social individual, se da lo que se considera como el acto que subyace a la existencia de los movimientos sociales: la acción colectiva (Orgaz 2005, 61). En términos muy simples, la acción colectiva es la manifestación organizada de la interacción entre diversos actores sociales que buscan trabajar en conjunto para alcanzar un objetivo común. Esta acción colectiva puede llegar a ser contenciosa en el sentido de que los movimientos sociales, al no tener la posibilidad de expresar sus demandas por medio de canales institucionalizados, han encontrado en la protesta en las calles un medio para comunicar la inconformidad popular que sienten con respecto a aquellas causas que defienden (Tarrow 1997, 19).

Esto último no niega la posibilidad de que se den acciones colectivas no violentas, es decir, aquellas en las cuales impera la protesta pacífica y en las que no se recurre al uso de la fuerza ni por parte del movimiento, ni por parte de la oposición. Por ejemplo, varios movimientos sociales, como los ecologistas, han logrado transmitir sus aspiraciones a través de marchas pacíficas y campañas de concientización. No obstante, la teoría de la protesta no violenta, lamentablemente, no es aplicable para todos los tipos de movimiento social, pues dependiendo al objetivo que este defienda, la protesta se convierte en controversial y es vista como una amenaza que merece ser contrarrestada por parte del actor dominante.

La represión estatal, vinculada al uso de la represión policial y militar, es un claro ejemplo de cómo se controla a nivel institucional dicha amenaza de movilización. Tratando un caso en específico, se pueden tomar los sucesos ocurridos durante el Paro Nacional en Ecuador en octubre de este año, en donde la represión policial hacia los manifestantes en contra de las medidas económicas del gobierno, alcanzó niveles desproporcionados. Tanto así que la ONU (2019), a través de una misión de expertos en derechos humanos, determinó la existencia de casos de ataques y arrestos arbitrarios crueles, inhumanos o degradantes por parte de la policía, hechos que fueron respondidos por parte de los manifestantes en legítima defensa.

Además, la acción colectiva contenciosa se puede relacionar con la radicalización violenta de los movimientos sociales, la cual se puede fundamentar en lo que se conoce como la ‘Teoría de la búsqueda de sentido” o SQT según sus siglas en inglés (Significance Quest Theory[5]). La teoría incluye tres componentes clave: la necesidad de la persona por encontrar un sentido individual a través de la pertenencia a un colectivo, la narrativa ideológica que justifique o legitime las acciones colectivas y la red de seres sociales que funcionan en conjunto. Quien pertenece a un colectivo social popular, lo hace porque siente que su objetivo defiende una causa justa y porque lo ve como un modo de visibilizar las discriminaciones o abusos sistemáticos que ha sufrido personalmente. Dicha causa genera una narrativa que justifica el accionar del colectivo (incluso si fuese un accionar violento), y, finalmente, al haber una red de personas que suscriba esa narrativa le da a la radicalización veracidad y solidez. Una vez que la acción colectiva pacífica ha sido ignorada y deslegitimada, la vía natural de desfogue de la frustración colectiva es la calle, su mecanismo de acción es la protesta, y la violencia impera si no hay espacios de canalización de las exigencias.

Conclusiones

Los movimientos sociales se empoderan y ponen en manifiesto dicho poder cuando los individuos deciden trabajar en conjunto y unir sus fuerzas para enfrentarse a sus antagonistas sociales, sean estos las élites o las autoridades. El objetivo compartido nace tanto de la memoria histórica colectiva de aquellas injusticias que se han perpetuado y mantenido vivas durante varias generaciones, como también por la conciencia social de clase que surge tanto de la empatía como de la frustración, y que consolida una suerte de pasión ideológica[6] que se define como “una fuerte inclinación hacia una causa, ideología o grupo amado, valorado y autodefinido en el que las personas invierten considerable tiempo y energía.” (Rip 2011, 1146).

Respondiendo a la cuestión de la importancia de los movimientos sociales como fuente de capital social y político, se debe reivindicar su capacidad de crear identidades y solidaridades colectivas. Esto, porque cuando varios individuos logran legitimar y apoyar una causa social digna y justa, se crea lo que se denomina como voluntad colectiva. Y dicha voluntad permite que se “sintetice a las masas, sus intereses, sus frustraciones, sus deseos, sus reivindicaciones y, en el grado de mayor desarrollo, su proyecto político” (Camacho y Menjívar 2005, 20).

Así mismo, dicha voluntad se traduce en acciones colectivas que pueden adoptar muchas formas dependiendo a la situación espacial e histórica en la que se den. Las acciones colectivas pueden ser temporales o mantenidas durante largos periodos de tiempo, pueden encontrarse institucionalizadas a través de partidos políticos que las representen o ser disruptivas si no encuentran canales propicios para presentar sus demandas, y pueden ser también pacíficas o contenciosas en base al tipo de respuesta que reciban de su contraparte antagónica. Como se den, los movimientos sociales son la representación más pura de cómo la humanidad, de forma colectiva, tiene la capacidad de organizarse y luchar por causas comunes. Causas que han sido previamente reivindicadas por los antepasados del colectivo y por generaciones enteras que han visto a sus pares entregar su vida para proteger sus derechos y los del otro.

Referencias

Camacho, Daniel y Rafael Menjívar. 2005. Los movimientos populares en América Latina. Ciudad de México: Siglo Veintiuno Editores.

Fromm, Erich. 1975. Anatomía de la destructividad humana. Ciudad de México: Siglo veintuno editores.

Melucci, Alberto. 1985. “Las teorías de los movimientos sociales”. Estudios Políticos 5, no.2: 67-77. Universidad Nacional Autónoma de México: http://dx.doi.org/10.22201/fcpys.24484903e.1986.2.60047

Múnera, Leopoldo. 1993. "De los movimientos sociales al movimiento popular". Historia Crítica 1, no.7: 55-80. Universidad de los Andes: https://doi.org/10.7440/histcrit7.1993.09

Orgaz, Raúl A. 2005. “La Conciencia Social.” Revista Mexicana De Sociología 4, no. 4: 61–74. JSTOR, https://jstor.org/stable/3537189.

Rip, Blanka, Robert J. Vallerand y Marc-André K. Lafrenière. 2011. “Passion for a Cause, Passion for a Creed: On Ideological Passion, Identity Threat, and Extremism”. Journal of personality 80, no. 4: 1146. Wiley Online Library: https://doi.org/10.1111/j.1467-6494.2011.00743.x

Scribano, Adrián. 2009. “Acciones colectivas, movimientos y protesta social: preguntas y desafíos.” Revista del Programa de Investigaciones sobre conflicto social 2, no.1: 1-32

Tarrow, Sidney. 1997. El poder en movimiento: los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Madrid: Alianza Editorial

Tilly, Charles. 1978. From Mobilization to Revolution. Reading: Addison Wesley.

Touraine, Alain. 1984. « Les mouvements sociaux: objet particulier ou probléme central de l'analyse sociologique ». Traducido por Alfonso Torres y Luz Quesada, Revista Colombiana de Sociología, 254-278.

Walton, John y Jon Shefner. 1994. Latin America: Popular Protest and the State. Oxford: Blackwell.

Notas

[1] En obras como The Constitution of Society (1984) de Anthony Giddens, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (1993) de Ernesto Laclau, y Clases sociales y alianzas por el poder (1973) de Nicos Poulantzas; los autores plantean ideas clave sobre los fundamentos de la teoría contemporánea de los movimientos sociales.
[2] Esta cita es una traducción directa del texto original de Touraine, realizada por Alfonso Torres y Luz Quesada para la Revista Colombiana de Sociología.
[3] Tarrow (1997) estudia las relaciones existentes entre el poder y los movimientos sociales en Occidente durante los dos últimos siglos. Su estudio no es netamente histórico, sino que presenta un marco general sobre los movimientos, los ciclos de protesta y las revoluciones que se originaron a partir de ellos. Su principal aporte en este campo es la introducción del concepto de la acción colectiva contenciosa.
[4] La ley prohibía que se indague, o se exprese públicamente la orientación sexual de un miembro del ejército. Aunque representaba una suerte de progreso ante políticas anteriores, mantenía un fuerte fondo discriminatorio que impulso su derogación en el año 2010.
[5] La teoría de la Búsqueda del Sentido nace en el ámbito de la psicología y el psicoanálisis. Dicha teoría, al ser aplicada en el campo de las Relaciones Internacionales, explica como la radicalización violenta del individuo se puede extender a nivel grupal.
[6] Rip et all. Definen 2 tipos de pasión ideológica: armónica y obsesiva. En la teoría de los movimientos populares, el tipo de pasión ideológica responde al nivel de radicalización que alcance la causa. Sin embargo, la pasión obsesiva ideológica se relaciona más intrínsecamente con grupos extremistas, como son las agrupaciones de terroristas o supremacistas blancos.

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