Entre revueltas, rebeliones y revoluciones: de Octavio Paz a Erich Fromm

Vladimir Serrano Pérez

La crisis económica seguramente o el atavismo psico-cultural de la América Latina llevó a que los últimos años del siglo XX Ecuador, Venezuela, Perú y Argentina constituyeran escenarios de alteración de los períodos constitucionales y prácticamente del Estado de Derecho. Las revueltas o rebeliones que caracterizaron a estos países durante décadas o más bien dicho que fueron el matiz de su historia, perdieron expresión en los años ochenta - noventa y si bien los problemas sociales y políticos eran agudos los presidentes y parlamentos concluían con censura pero en paz los mandatos para los que habían sido electos.

A todo esto Colombia constituye una excepción, pues su historia republicana ha sido particularmente violenta. Una vez que la ANAPO perdió elecciones a principios de los setenta, aparecieron en su territorio grupos guerrilleros que en el decurso del tiempo terminarían haciendo alianza con el narcotráfico. Sin embargo aquello ocurre paradójicamente bajo un supuesto estado constitucional de derecho que apenas si se altera con la declaración de emergencia, mientras conservadores y liberales se alternan en el poder, sin que tan siquiera Samper pese a las constantes demostraciones de corrupción de su gobierno fuera depuesto. En el Perú el ciudadano de origen japonés Alberto Fuchimori, aniquiló la sangrienta guerrilla de sendero luminoso, colocando a su líder Abimael Guzmán en encierro bajo el mar, para lo cual proclamo una dictadura, la que rigió un año entero, bajo la mirada cómplice de la opinión pública internacional.

Las revueltas, rebeliones y revoluciones, una vez que concluyo la segunda guerra mundial, parecían haberse reservado únicamente al tercer mundo. Norteamérica con sus doscientos años de institucionalidad jamás conoció las epidemias de los Coup d’etat golpe de estado y aquellos que se eligieron como líderes buscaron su asenso al poder a través de las elecciones. La Europa del norte y la del tratado de Roma habían superado cualquier tentación dictatorialista o totalitaria y mientras disfrutaban del BIENESTAR, socialistas y demócrata cristianos ocupaban cancillerías y jefaturas de gobierno, sin más violencia que la verbal típica de las campañas electorales. A partir de 1949 el mundo se había dividido según Winston Churchill por un telón de hierro y detrás de él, las revueltas de Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968) habían sido aplastadas con brutal eficacia. Reapareciendo la insurgencia en Polonia, gracias al rebelde Lech Walesa a principios de la década de los ochenta, con lo cual se iniciaría la caída como de un castillo de naipes de los países de régimen marxista-leninista. Aunque obviamente intervino en esto un reformador Mijail Gorvachov, a quien se le fue su reforma de las manos, dando lugar a la liquidación de la Unión Soviética y el aparecimiento de gobiernos liberales capitalistas, en lo que antes fue el área del Pacto de Varsovia.

El singular entramado de la historia humana de los últimos tiempos que acabamos de describir, se inició con la Edad Contemporánea y habiendo sido motivo de reflexión y teorización, pues al no dudarlo esta es la etapa de mayores rebeliones y revoluciones del transito de la humanidad sobre este planeta. Pero el mismo ejercicio teórico ha obligado a establecer la diferencia entre estas dos actitudes, sobre todo a partir de la revolución cubana, cuando el rebelde Fidel Castro se convirtió en revolucionario, estableciendo un radical socialismo en Cuba, que contrastó con los golpes de estado de opereta que se generaban en los otros países centroamericanos, Así el premio Nobel de literatura Octavio Paz y el sicoanalista alemán - norteamericano Erich Fromm han incursionado a su manera en las sutiles diferencias de estos dos conceptos; el primero desde la semántica, con afán esclarecedor, para ubicar las diferencias escénicas de uno y otro acto en la turbulenta Latinoamérica de ese tiempo y el segundo orientado a descubrir el sentido de estos términos en aquél espacio de la psique humana que relaciona a las personas, con el mundo que la rodea y que se denomina carácter y su influencia en las transformaciones sociales. El carácter para Fromm separará claramente a un rebelde de un revolucionario, ubicándolos en campos muy distintos del obrar humano. Los autores mencionados abordan con brillantez y profundidad al tema, de tal manera que contribuyen a nuestra orientación en estas peculiares formas de manifestarse cultural y políticamente el hombre contemporáneo. Exploremos entonces sus teorías.

Los latinoamericanos rebeldes revoltosos y revolucionarios.

Sin duda la procedencia mexicana de Paz le acredita para entrar en la temática. Nacido en 1914, en que el rebelde Huertas derroca mediante asesinato al gobierno constitucional del presidente Francisco Madera. A partir de entonces, por quince años la sangre correrá en México hasta los tobillos y la violencia social permanecerá como secuela de la turbulencia por muchas décadas más. El constante aparecimiento de caudillos violentos haría de México un absoluto campo de batalla, que debe haber constituido una fuente de inspiración dolorosa y depresiva, para el entendimiento en el mismo escenario de lo que tienen de agresivo y destructivo los cambios sociales. Aunque los inicios de Paz serán literarios en sentido estricto, se verá influenciado por marxistas y existencialistas, que le llevaron a participar en las Guerra Civil Española, fruto de la cual fue su NO PASARAN. Será solamente en 1950, con el Laberinto de la Soledad cuando se

abre a una comprensión mayor de la psicología social. El hombre mexicano y por qué no decirlo el hispanoamericano, aparece en estas páginas en dimensiones mágicas y míticas, en las que el mestizaje asume la forma de un laberinto existential, en el que la soledad, por incomunicación, se toma en el ser en el mundo de los habitantes del continente americano a partir del sur del río Grande.

La mujer aparece en esta obra como destinada a la violencia y a la penetración y por lo mismo no puede mantener la dignidad en sí, del no me tocan, del estoy profundamente encerrada. Esta es la Malinche, traductora y amante de Cortés, sumisa, que además más tarde llorará el abandono de su opresor amante dando lugar al despectivo término de malinchista para todo aquel que se abra al mundo externo, sin la prudente restricción del introvertido. La Malinche contrasta con el noble Cuauhtémoc, encerrado en sí mismo, que soporta la tortura, rebeldemente o más bien dicho de manera beligerante, limitándose a contestar a uno de sus lugartenientes, yo no estoy en un lecho de rosas. Ahí estaría entonces el arquetipo del rebelde para el mexicano, varón, cerrado y sufriente, fluctuando entre la resistencia y el desafio. Bajo esta tónica aparecerán más tarde un Miguel Hidalgo, mártir igual de la causa mexicana. Emiliano Zapata y los cristeros. ¡Rebeldes! ciertamente que han sido los mexicanos, revoltosos, sin duda. ¡Revolucionarios!, esa es la pregunta y por lo mismo el campo propicio para la teorización de Octavio Paz.

En un pequeño ensayo, denominado Revuelta Revolución y Rebelión, que se halla insertado en Comente Alterna, conjunto de artículos, publicados de 1959 a 1967, en los que intenta descubrir un hilo conductor en la cultura contemporánea, analiza la acepción de revoltoso que la toma del diccionario de Joan Coraminas, crítico etimológico de la lengua castellana, que compuso su obra allá en los inicios del siglo XII y demuestra el gran temor, al alboroto, a la transformación del orden representado por los reyes y al caos típico de la época. Al parecer revuelta se originó en el italiano rivolare (volver del revés) (1), es decir regresar a épocas amorfas de canibalismo y horror. El orden había significado una superación humana y por lo mismo la palabra no era de por sí simpática.

Pero a fines del siglo XVIII todo cambiaría. Ya no era cosa de simple revuelta caótica, sino de un nuevo orden basado en la justicia, al que se le llamó revolucionario y como todo el posterior tiempo, es decir la Edad Contemporánea, estaría matizada por constantes cambios y transformaciones político-sociales, se volvió fundamental la especificidad de los términos; por eso es que el autor al que seguimos remarca las diferencias entre, el revoltoso, el rebelde y el revolucionario. Para Paz: el primero es un espíritu insatisfecho e intransigente, que siembra la confusión; el segundo es aquél que se levanta contra la autoridad, el desobediente o indócil, el revolucionario es el que procura el cambio violento de las instituciones. A pesar de estas diferencias hay una relación intima entre las tres palabras. La relación es jerárquica: revuelta vive en el subsuelo del idioma; rebelión es individualista, revolución es palabra intelectual y alude, más que a las gestas de un héroe rebelde a los sacudimientos de los pueblos y a las leyes de la historia. Rebelión es voz militar; viene de bellum y evoca la imagen de la guerra civil las minorías son rebeldes; las mayorías son revolucionarias.(2)

El acercamiento es entendible, pues el héroe revolucionario representa el arquetipo del tiempo. Los marxistas, entre ellos se acusan unos a otros de no ser lo suficientemente revolucionarios; los modelos son Marx, Engels y Lenín y posteriormente Mao Tse Tung, Fidel Castro y el Che Guevara. Ya los bolcheviques acusaron a los social-demócratas austríacos y alemanes de reformistas, es decir contemporizadores con el orden de cosas establecido, pues no eran capaces de acelerar a fondo para conseguir una verdadera revolución. Muy seguramente el propio Paz, como todo intelectual de su tiempo tendió a las izquierdas, donde el mito revolucionario habría hecho carne, siendo un problema de honor el ser calificado de reformista, pues aquello sonaba a una expulsión de la conciencia histórica colectiva. Por ello se tomaba indispensable aclarar las propias posiciones políticas sutilmente en ensayos literarios, valiéndose de la palabra como espada ideológica.

Pero más allá de esto, el tiempo en que se expresó la creatividad de Paz también hacía surgir en otros lares literatura en la que aparecía el personaje del rebelde. Así Gabriel García Marqués pintaba en Cien Años de Soledad a unos Buendía, perpetuamente inestables y rebeldes o quizás simplemente revoltosos, siguiendo la exactitud de los conceptos de Paz.

Continuando esta línea literaria encontramos constantemente el motivo del tirano-revoltoso, como típico de la América Latina republicana, aunque en honor a lo estricto, las revueltas se inician con la propia conquista. Por ahí no es de asombrarse que Facundo, estereotipo de Juan Manuel Rosas, ha tenido su antecedente en un Francisco Pizarra, cabecilla de la revuelta de la encomiendas o que Tupac Amaru ya fue precedido por varios caciques. Una vez instalados en el poder tiranizaban y fuera de éste conspiraban.

Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos, describe a Gaspar Rodríguez de Francia con la disposición de poner orden, de aniquilar la revuelta, pero siempre dispuesto a liquidar a quienes hicieran lo mismo que él. En igual dirección irán el Señor Presidente de Miguel Angel Asturias, Tirano Banderas, El Santo del Patíbulo y El pueblo soy yo. En todos ellos, Don Juan y el conquistador van de la mano y el precario orden se fundamenta únicamente en la voluntad dictatorial del gobernante de tumo, lo que suscita al rebelde. Las leyes se acatan y no se cumplen y son insuficientes para el buen gobierno. La constante es inestabilidad.

Los pueblos latinoamericanos no se muestran favorables a la abstracción, las leyes hacen parte de un pensamiento mental, fundamentado en la razón y la reflexión, la existencia de la ciudadanía es la antípoda de la masa. La conciencia individual prima sobre el letargo del grupo, la acepción de derechos caracteriza a las sociedades donde la persona plenamente reconocida prevalece frente al poder político en cualquier forma que éste se manifieste y por lo mismo siempre será preferible la peor de las democracias a la mejor de las dictaduras. Puesto que bajo los sistemas de participación, se concitan las múltiples voluntades, mientras que en la dictadura se reconoce únicamente la individualidad y voluntad a un ser humano, el dictador. Hecho que de acuerdo con los psico-historiadores se ubicó en los imperios de la antigüedad y para hoy está superado relativamente en las naciones del mundo desarrollado.

La tendencia a la tiranía -revuelta hispanoamericana- tiene que ver con un concretismo psicológico, enraizado en lo que se dijo en el párrafo anterior, aparte de que al revoltoso eregido en tirano hay que oponer de nuevo otro revoltoso, que seguirá el mismo camino.

Las verdaderas revoluciones ocurridas en el continente han sido dirigidas por revoltosos rebeldes y finalmente revolucionarios. Mucho se ha discutido si la independencia fue un verdadero cambio en lo político y social y seguramente que sí para los grupos de élite, aunque la mayoría de habitantes de nuestros países no se beneficiarían con una verdadera ciudadanía pletórica de derechos. El real entendimiento de lo que constituía auténticamente una república estuvo lejos de los próceres, puesto que muchos de ellos aspiraban a un orden cerrado, alrededor de una monarquía ya fuera ésta regida por un rey o un presidente vitalicio. Pocos fueron los Santanderes que verdaderamente creyeron en la Constitución y por ende en el abstracto conjunto de ideas que se pueden escribir en un papel y no únicamente en la dirección de un hombre, por más sabia y acertada que ésta sea.

¿A qué se debe todo esto? ¿Al laberinto existencial y por ende a la eterna inconformidad de la que habló el propio Octavio Paz, nacida del mestizaje racial y la confrontación cultural, en la que está de acuerdo García Márquez al describir los virajes políticos de sus personajes? ¿O será también esa búsqueda a tientas en una reciente historia, donde todavía no se encuentra un verdadero punto de encaje a partir del cual se pueda fraguar el verdadero orden intercultural. La revuelta, la rebelión y la revolución siguen siendo en nuestros días una posibilidad. La ilusión del progreso eterno, de un continuo avance humano sin regresiones, fue abandonada por muchos con la primera guerra mundial. Todos quienes quieran hacer negocio en América Latina deben saber que el sub continente, tiene un carácter social revoltoso, casi siempre rebelde y de vez en cuando revolucionario. Y para entenderlo esto mejor es importante hacer el tránsito del literato poeta e intuitivo Paz al psicólogo social Erich Fromm.

£1 carácter la huella vital

Desde los inicios de la medicina en occidente se atribuyó la pérdida de la salud a rasgos particulares de cada ser humano. La medicina hipocrática en el siglo V antes de Cristo asumió la formulación filosófica de Empedocles sobre los cuatro elementos: aire, agua, fuego y tierra como los formadores cósmicos que también se habrían encamado en el hombre, otorgándole lo que se dio en llamar temperamentos, es decir estados psico corporales que serían los constitutivos de la personalidad. Hipócrates denominó humores a líquidos corporales como la bilis. Ya fuera esta negra o amarilla; la flema y la sangre, que a su vez favorecerían los temperamentos melancólico, colérico flemático y sanguíneo, causas de la actividad y la decadencia vital en las personas así caracterizadas.

Los temperamentos hipocráticos constituyeron base importante de la medicina y la psicología durante siglos, hasta que la psicología profunda, la antropología y aún la sociología, han aportado nuevos elementos que obligaron a formular clasificaciones distintas a las efectuadas por el padre de la medicina. La palabra carácter viene del griego kha- rakter que se podría traducir por marca o impresión, por lo mismo corresponde al hecho de que todos los seres humanos contamos con una impronta al nacer o cuando nos desarrollamos en un medio social, lo que se convertirá en nuestra ventana hacia el mundo, es decir, la forma de comportarnos y responder a los desafíos del medio y exigencias de la vida. Algunos psicólogos como Freud, encontraron el origen del carácter en el desarrollo de la sexualidad, otros como Kretchmer en las formas corporales y terceros como Jung en la afirmación del sujeto, en relación al objeto o viceversa.

Erich Fromm, nacido en el primer año del siglo XX, vivió un tiempo de gran influencia de la sociología weberiana y el psicoanálisis, conjuntamente con el asenso político de los fascismos en Europa y particularmente del nacional socialismo en su país de origen. Luego de realizar estudios de filosofía y efectuado su análisis de formación como psico- terapeuta, contactará con el llamado Instituto de Investigaciones Sociales en Frankfurt de Memo, en donde gracias a las encuestas efectuadas con obreros, se detectará una tendencia autoritaria en estos, capaz de favorecer al partido nazi. Estas evidencias llevaron a Fromm a la formulación de lo que él denominó el carácter social Extrapolando con eso una categoría que parecía ser únicamente recomendable para la psicología individual y que ahora adquiriría rango propio en la psicología social, la que apenas nacía con dificultad, arrancando elementos científicos tanto a la psicología general como a la sociología.

El carácter autoritario debía su formación al principio freudiano del super ego, el que define la conciencia moral represiva en los europeos de la época victoriana. Las novelas de Kafka demostrarían según Fromm la existencia de una conciencia humanista que buscaría guiar hacia propósitos vitales al siquismo. A partir de tales descubrimientos, Fromm asumiendo las pulsaciones de la libido freudiana (caracteres oral, anal y genital), las transforma en maneras de vinculación con el mundo, con denominaciones tomadas más bien de lo económico, hablando así de los carácteres improductivos y productivos.

A los primeros los relaciona con actitudes únicamente receptivas, siendo identificables con la oralidad y analidad freudiana, lo que les llevaría a manifestar conductas adquisitivas y retentivas frente a la vida, mientras que los segundos serían creativos, buscando transformar el mundo. En su libro Etica y Psicoanálisis (3) que dedica por entero Fromm al estudio de su caractereología, así como La misión de Sigmund Freud y otros libros, el psicoanalista alemán concibe los dos conceptos de carácter que se relacionan directamente con nuestro tema, estos son: el de rebelde y el de revolucionario.

Al primero lo identifica con la improductividad, pues si bien rechaza el orden de cosas establecido, una vez que consigue encaramarse en el poder, político, social o cultural etc replicará el mismo sistema que criticó. A la personalidad que le adjudicó la rebeldía como tónica fue al mismo Freud, quien cuestionador con las religiones por una parte y víctima de la ciencia de su tiempo, al manejar el movimiento psicoanalítico, reprodujo la intolerancia y el dogmatismo. Así confirmando las acepciones de Fromm, CG Jung relata en su autobiografía, que Freud le había dicho: Haga de la sexualidad un dogma inexpugnable, contra qué pregunto Jung, contra la ola negra de superstición que nos inunda.

Quienes no aceptaron el principio funcional sexual como fundamento de la psicología profunda, se alejaron o fueron marginados del movimiento, tal el caso de Oto Rank por dar más importancia al trauma del nacimiento que a la sexualidad; Adler, quien consideraba que la dinámica síquica radicaba en el complejo de inferioridad, Ferenczi que asumía para la curación de los neuróticos la simpatía entre el analista y estos y el propio Jung que reformuló el concepto de libido. Una vez muerto Freud, su hija Ana asumió la dirección del movimiento, razón por la cual cualquier libro que se publicara sobre su padre era censurado por ella previamente.

El rebelde entonces tiene la suficiente fuerza para derrumbar tiranos mas no para acabar con la tiranía. El rebelde, según Fromm, incluso puede agregar a su carácter rasgos necrófilos (de necros, en griego cadáver y filos gusto) que sería a su vez otra manifestación de la improductividad y que en sus formas más extremas se lo puede encontrar en los dictadores de tendencia asesina tales como Caligula, Hitler o Stalin, para quienes la vida les es ingrata en cualquiera de sus manifestaciones y por lo mismo se toma indispensable matar. Los necrófilos pueden eliminar desde la alegría y el gusto hasta pueblos enteros mediante el uso de armas mortíferas. Vinculando lo expresado en párrafos anteriores en relación a los conceptos de Paz en América Latina, podrá observarse con facilidad que la gran mayoría de quienes han ejercido liderazgo en el continente han sido únicamente rebeldes.

En cambio el carácter revolucionario, totalmente ligado a lo productivo, es decir a lo creativo, se relaciona con la conciencia humanista y su propuesta es realmente de cambio, siempre en línea de mantener los valores más profundos del hombre, que son: la compasión y la razón. Por lo mismo para Fromm el carácter revolucionario caracterizó a las personalidades de Buda, Sócrates, Jesús y los no violentos del siglo XX, como Mahatma Gandhi, o el premio Nobel de la Paz, 1953, Albert Schweitzer. El primero logró la independencia de la India sin ejercicio de violencia, para lo cual enfrentó a una de las primeras potencias mundiales, el imperio británico y el segundo con sus ensayos literarios y práctica de vida, concitó grandes cambios en la conciencia colectiva de sus contemporáneos. Idealizado de este modo el carácter revolucionario, resulta muy difícil que se lo pueda identificar con políticos propiamente dichos, los cuales únicamente resultan rebeldes, a pesar de que en ocasiones los cambios sociales sean de mucha importancia, como el caso de Fidel Castro en Cuba, en donde, por otra parte, el régimen político ha asumido formas extremas de dictadura.

El Ecuador de los últimos tiempos ha visto este clásico tránsito histórico y personal, de convertir a los rebeldes en gobernantes y encontrarlos haciendo exactamente lo mismo que criticaron, como el caso del actual presidente Lucio Gutiérrez, quien aliado con los indígenas derrocó a Jamil Ma- huad por su alianza con los banqueros, habiéndose visto precisado a mantener prácticamente los mismos acuerdos, que produjeron su ira vengadora, pues como bien dice André Maurois (4), al referirse a Oliver Cronwell: Todo rebelde inteligente que llega al poder se convierte en hombre de gobierno. Esto es así, sin duda, pues una vez intronizados en el Estado, los rebeldes únicamente atienden a la raison d'etat, que no significa otra cosa que el interés del gobierno de tumo de permanecer en el poder. Se cuenta que Vladimir Lenín, una vez instalado en el palacio de invierno de la entonces ciudad de Petrogrado, fue preguntado: ¿Y ahora Rusia qué?, contestando, mi escupitajo para Rusia.

El complejo panorama que ha sido preciso describir en el desarrollo de este tema demuestra la profundidad que las cuatro páginas escritas por Octavio Paz sobre Revuelta Rebelión, Revolución, suscitan ampliaciones históricas y psicológicas, que penetran en las motivaciones del alma humana, siempre en busca de encontrarse a sí misma y las que pasan por el dolor y el cambio.

Bibliografía

    Paz, Octavio, Corriente Alterna, DI, Revuelta, Revolución, Rebelión, pág. 147, Siglo Veintiuno Editores S.A., México, 1967.

    Ibid, pág. 148.

    Fromm, Erich, Etica y Psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, México, 1979

    Maurois, André, Historia de Inglaterra, pág. 175, Editorial Blume, Barcelona, 1966.