Eutanasia: Felici vel honesta morte mori

Byron Silva

Un perro que muere y sabe que muere y puede decir que sabe que muere como un perro, es un hombre.1

Hace frío. Es un día lluvioso. El cielo ha bajado como si pretendiera ahogar a la tierra. Gotas sin esperanza caen desoladamente gruesas. La pequeña cafetería de la Universidad está repleta. Los vidrios empañados. Voces alrededor: Un café y un brownie, por favor, A mí me da un sánduche, ¿Cuánto cuesta un jugo?, Una botella de agua, porfa. He ahí los alimentos que aplacarán el hambre de la primera hora. Hay quienes bien despiertos y mal sentados apuran su desayuno con un cigarrillo que humea a dueto con el café caliente. El cigarrillo en el cenicero, el café en la tasa. En el fondo del local, al lado de la ventana, sobre una estrecha y pesada mesa, algunos estudiantes han madrugado a discutir acaloradamente. Por una noticia de periódico.

Por un momento el tono de la discusión bajó. El Sapo, María Gracia y la Flaca pusieron atención a lo que Isaías tenía que decirles. Los curiosos de la mesa de al lado apuntaron la oreja en esa dirección. Por un instante hubo silencio. ¿Se detuvo el tiempo?

A partir del 1 de abril de 2002, Holanda es el primer país que permite la práctica de la eutanasia activa.

Para que tal práctica no constituya delito, la nueva ley holandesa exige el cumplimiento de los siguientes requisitos: 1) que el enfermo esté sometido a un sufrimiento insoportable sin que exista perspectiva de mejora alguna; 2) que el desahuciado exprese de forma categórica e inequívoca su voluntad de cesar en la vida; 3) que se cuente con la opinión de otro médico; y 4) que el facultativo que ayudó a morir informe de inmediato a una de las comisiones de ética para que estudie el caso y juzgue si se han respetado los requisitos precedentes. En caso contrario, la comisión tiene la obligación de informar al ministerio fiscal para que se siga la acción penal correspondiente.

La mencionada ley introduce también dos novedades en relación con la jurisprudencia que desde 1973 vienen sancionando los tribunales holandeses: 1) el testamento vital, que es una declaración previa por parte de aquellos moribundos que en el último momento no tienen capacidad para manifestar su deseo de morir, y 2) la posibilidad de que los menores a partir de los 16 años de edad puedan pedir la eutanasia activa sin autorización previa de sus progenitores.

La novedosa eutanasia legal viene, entonces, a distinguirse de otras formas de quitar la vida que son consideradas delito: el homicidio o asesinato y el suicidio, entre las conductas más claramente distintas de la eutanasia, y el homicidio piadoso y el suicidio asistido, entre las conductas más cercanas a la eutanasia y, por tal circunstancia, que suelen confundirse con ésta.

Isaías tenía el sano hábito de distinguir para unir. Era un chico ensimismado, descuidado, melancólico, despistado. Como Tales de Mileto, un día caminando con un grupo de amigos por el parque cayó en un hueco que el municipio había hecho para reparar el alcantarillado. Afortunadamente sólo sufrió leves rasguños. Sus amigos de burlaron de él. Eso fue lo que más le dolió. Desde entonces la apodaron el Sabio. Cada vez que le llamaban así se renovaba su vergüenza.

Continuó Isaías.

La Flaca quedó agradecida. Casi nunca sus ideas eran tomadas en cuenta. Quiso decir algo, devolver la cortesía, pero el ímpetu de María Gracia le dejó con las palabras atrapadas entre la lengua y los dientes. Hizo una mueca y se calló.

Afuera, mientras María Gracia pontificaba, se desataba la furia del cielo, llovía más fuerte, como si la Ciudad de Dios quisiera destruir la Ciudad de los Hombres. La Flaca dibujaba en el vidrio empañado de la ventana un corazón, una espada y un martillo. Debajo del corazón escribió Sapo, debajo de la espada Sabio y debajo del martillo María Gracia. Así eran sus amigos o, al menos, ella los veía así.

El Sapo se sintió atacado. No podía quedarse callado. Quería destruir la raíz misma del argumento de su compañera. Se aprestaba a hacerlo; cuando Isaías que pensaba en lo mismo, pero por otros motivos, se anticipó.

Nadie se esperaba que Isaías fuera tan categórico en este punto.

Puesto que los hombres se asocian mediante el discurso, y una mala e inadecuada imposición de nombres mantiene ocupado el entendimiento de manera asombrosa, así pues, las palabras ejercen una extraordinaria violencia sobre el entendimiento y perturban todo.2

En nuestras inacabables discusiones a menudo no nos damos cuenta de que en realidad hemos llegado a un acuerdo; lo que sucede es que llamamos a las mismas cosas con nombres distintos. ¿Y, al contrario, ocurre que las contradicciones más profundas se ocultan allí donde no las vemos, llamando por costumbre cosas completamente distintas con el mismo nombre?

Con la palabra eutanasia sucede lo anotado. La etimología de esta palabra es muy simple, pero, por eso mismo, complejo su significado. Proviene del griego eu —bien— y thanatos —muerte—, que unidos significa buena muerte

. Para alguna buena muerte significa liberar a una persona de los sufrimientos poniendo fin a su vida (eutanasia activa). Para otros significa dejar morir a una persona retirándole el tratamiento que le mantiene con vida (eutanasia pasiva). Hay quienes entienden la eutanasia como ortotanasia (orto: recto, normal), es decir, como muerte justa, normal, a su debido tiempo.

Si se cuenta o no con el interés, requerimiento o consentimiento del moribundo, la muerte provocada de manera activa puede ser: 1) homicidio o asesinato, en caso de que otra persona ocasione la muerte sin el interés, requerimiento o consentimiento del afectado; y 2) suicidio o eutanasia, cuando se cuenta con tal interés, requerimiento o consentimiento.

Si la conducta que procura la muerte está ordenada a la eliminación del sufrimiento o de unas condiciones de vida no aceptable, anormal, esa conducta se denomina eutanasia propiamente dicha. Si falta ese objetivo la conducta será homicidio, asesinato o suicidio, pero no eutanasia.

En el ámbito de la eutanasia pasiva se distinguen conductas que constituyen homicidio por omisión o negligencia de otras conductas que reciben el nombre de distanasia, por consistir en la omisión de los medios considerados extraordinarios o desproporcionados para sostener la vida de un enfermo desahuciado irreversible (muerte penosa).

Estas nociones se complican cuando se ponen junto a la palabra eutanasia los adjetivos directa, indirecta, positiva, negativa, voluntaria, involuntaria, no voluntaria.

Así pues, se ha producido violencia en el entendimiento de la eutanasia (contradicciones e inacabables discusiones) cuando, para fines de valoración moral, sobre todo, desde la moral religiosa, se confunde la eutanasia con otras conductas. Pues unas veces se habla de eutanasia homicida, otras de eutanasia suicida, en ocasiones eutanasia eugenésica (eliminación de vidas sin valor). Obviamente, con esos nombres estas conductas necesariamente revisten un sentido de ilegitimidad. La misma moral religiosa llama a conductas que constituyen eutanasia con nombres distintos con el fin de declararlos legítimos. Así a algunas formas de eutanasia indirecta se las llama muerte sin dolor, en donde no se procura ni se detiene la muerte, sino que se administra analgésicos, aunque estos disminuyen el tiempo de vida del enfermo. Otras formas de eutanasia pasiva cuentan con una valoración positiva por parte de la moral religiosa y para tal efecto se les da un nuevo nombre: distanasia.

El problema de la eutanasia ha venido a complicarse cuando de forma innecesaria los moralistas introdujeron infinidad de clases y más clases de eutanasias y cuando recurrieron a la palabra eutanasia para designar realidades distintas e incluso contrapuestas.

Se produjo una fuerte tensión entre María Gracia e Isaías. El Sapo quedó satisfecho con la réplica de su compañero. Para calmar los ánimos se refirió a otro problema de la eutanasia.

Esta fue la ocasión para que la Flaca soltara uno de sus preciosos molones.

Otra vez sus amigos quedaron mudos. Ocurrida y profunda estaba la Flaca.

En el ámbito del Derecho actualmente se discute sobre la existencia del derecho constitucional a la buena muerte, como una determinación del derecho a la vida y el principio jurídico de la autonomía.

Algunos ordenamientos jurídicos, a través de los tribunales, han sentado jurisprudencia. En 1993, la Cámara de Lores permitió la eutanasia fundándose sobre lo que llamó la doctrina del mejor interés, según la cual no es benéfico para un paciente permanecer en estado vegetativo, ya que el principio relativo a la vida sagrada no es absoluto. Otros tribunales han invocado el derecho a la privacidad, el derecho a informar respecto a consentir la continuidad o no de un tratamiento médico. En Colombia, la Corte Constitucional declaró en 1997 que en el caso de los enfermos terminales en que concurra la voluntad libre del sujeto pasivo del acto, no podrá derivarse responsabilidad penal para el médico autor, pues la conducta está justificada.4

La Corte Constitucional colombiana fundó su fallo en la siguiente consideración: la decisión de cómo enfrentar la muerte adquiere una importancia decisiva para el enfermo terminal, que sabe que no puede ser curado, y que por ende no está optando entre la muerte y muchos años de vida plena, sino entre morir en condiciones que él escoge o morir poco tiempo después en circunstancias dolorosos que juzga indignas. El derecho fundamental a vivir en forma digna implica entonces el derecho a morir dignamente, pues condenara una persona a prolongar por tiempo escaso su existencia, cuando no lo desea y padece profundas aflicciones, equivale no solo a un trato cruel e inhumano, prohibido por la Carta (C.P. art. 12), sino a una anulación de su dignidad y de su autonomía como sujeto moral. La persona quedaría reducida a un instrumento para la preservación de la vida como valor abstracto.5

La Constitución Política del Ecuador establece, por una parte, el derecho a la inviolabilidad de la vida y, por otra, la prohibición de todo procedimiento inhumano, degradante o que implique violencia. La comprensión de la eutanasia según tales disposiciones no es tarea fácil. Si la eutanasia es siempre considerada como una violación de la vida, entonces nuestra Constitución excluiría en toda circunstancia, por injurídica, la práctica de la eutanasia, con mayor razón si además ésta es calificada como procedimiento inhumano, degradante o violento.

Sin embargo, las mismas disposiciones constitucionales podrían permitir la práctica legal de ciertas formas jurídicas de eutanasia, en el entendido de que el derecho a la inviolabilidad a la vida tendría como corolario lógico el derecho a decidir libremente sobre el fin de la propia vida (principio de autonomía), y cuando el mantenimiento de la vida en forma artificial derive en procedimientos inhumanos, degradantes o que provoquen excesivo sufrimiento o dolor al enfermo o desahuciado.

Este debate no se ha abierto en Ecuador a la discusión pública, en parte porque la hegemonía que la moral católica tiene en nuestra idiosincrasia impide siquiera plantearlo.

María Gracia no cedía en su punto de vista. Para ella el problema de la eutanasia no era insoluble sino, al contrario, claramente resuelto en los términos de la moral católica.

Nunca el Sapo había sentido tantas ganas como ahora de decirle unas cuantas cosas a su compañera María Gracia.

La Flaca fue la primera en levantarse.

La discusión terminó. La lluvia también. Discretamente aparecía el sol. Nuestros amigos recogieron sus bártulos y abandonaron la estrecha y pesada mesa. Salieron de la cafetería como entraron, con las mismas convicciones.

Al apuro, saltando entre charco y charco, se dirigieron a recibir sus clases. Isaías, en solitario, la cabeza en las nubes, rumiaba sus argumentos. Llegó al aula atrasado y con los zapatos empapados.

Mientras tanto, la cafetería iba quedando vacía y languidecía por falta de ruido. La dependiente, como alma que lleva el diablo, saltó del mostrador y corrió a encender la televisión que se hallaba dormida en el soporte. Por lo que se vio, le aterraba el silencio, lo más cercano a la muerte mientras se vive.

Por mi parte, antes de ir a trabajar, me quedé un rato más en la cafetería. Tomé un sorbo de café, aspiré el cigarro. Me dejé hechizar por los ruidos de MTV y los sensuales movimientos de la voluptuosa Britney Spears.

Ahora que finalizo esta memoria, en el libro que tengo enfrente de casualidad alcanzo a leer:

Que te acoja la muerte.

con todos tus sueños intactos.

Al retomo de una furiosa adolescencia, al comienzo de las vacaciones que nunca te dieron, te distinguirá la muerte con su primer aviso.

Te abrirá los ojos a sus grandes aguas, te iniciará en su constante brisa de otro mundo.

La muerte se confundirá con tus sueños y en ellos reconocerá los signos que antaño fuera dejando, como un cazador que a su regreso reconoce sus marcas en la brecha, 6 Quito, abril - mayo de 2002.

Notas

  1. E. Fried, citado por Hans Küng, ¿Vida Eterna?, Trotta, Madrid, 2000, pág. 267.
  2. Bacon Francis, Novum organum scientiarum, Sección II, Aforismo VI.
  3. Guerasimchuk Ivetta, Diccionario de los Vientos, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2001, pág. 16.
  4. Citado en Dva Myriam Hoyos Castañeda, La persona y sus derechos. Consideraciones bioéticas - jurídicas, Temis, Bogotá, 2000, pág. 150.
  5. Idem, pág. 152
  6. Mutis Álvaro, Suma de Maqroll el Gaviero. Poesía 1948-1988, Fondo de Cultura Económica, México, 1995, pág. 65.

Bibliografía

Cortina, Adela, Ética aplicada y democracia radical, Tecnos, Madrid, 1993. Diario El País, www.elpais.es, 2001, 2002.

Facorro, Susana J. - Vittadim, Susana N., Dogmática Constitucional, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1999.

García-Sabell, Domingo, Paseos alrededor de la muerte, Alianza, Madrid, 1999. Hoyos Castañeda, Dva Myriam, La persona y sus derechos. Consideraciones bioéticas-jurídicas, Temis, Bogotá, 2000.

Kung, Hans, ¿Vida Eterna ?, Trotta, Madrid, 2001.

Larrea Holguín, Juan, Derecho Constitucional, I, Corporación de Estudios y Publicaciones, Quito, 2000.

Mackie, J. L., Ética. La invención de lo bueno y lo malo, Gedisa, Barcelona, 2000. Singer, Peter, Compendio de Ética, Alianza, Madrid, 1995.

Varios autores, 39 Cuestiones doctrinales, Palabra, Madrid, 1995.

Varios autores, Cuestiones morales, Trotta, Madrid, 1996.

Varios autores, Diccionario teológico enciclopédico, Verbo Divino, Pamplona, 1995.